Durante al menos 26 años, el sacerdote Gerald Francis Ridsdale hizo de la casa de Dios el escenario perfecto para cometer sus crímenes.
Los hechos terroríficos ocurrieron en Australia entre 1962 y 1988, años donde abusó de menores sin remordimiento en el presbiterio, el confesionario y hasta en su vehículo.
Encarcelado desde 1994 y con una pena de 28 años, el sacerdote se declaró culpable por tercera vez por abusar de otras 11 víctimas más en los años ochenta.
Uno de los innumerables casos de abuso por los cuales es señalado sucedió tras un funeral.
Ridsdale sacó a un niño y una niña de la tumba de su padre, después de presidir el funeral del fallecido y se los llevó para abusar de ellos.
Otro caso de abuso fue cuando el sacerdote Ridsdale estaba en la vivienda de una familia a la que asistía espiritualmente, era de noche y despertó a una menor quien dormía tranquilamente en su habitación.
El sacerdote, junto al padre de la menor, la llevaron a la iglesia donde el sujeto desnudo depositó a su hija en el altar, ahí fue sometida sexualmente por el cura, teniendo la menor apenas 10 años de edad.
“Jesús murió por nuestros pecados, entonces podemos ser perdonados y si confieso este pecado, podré ser perdonado”, le susurró en el oído el religioso para luego violarla.
El cura otorgaba misas en la iglesia de Victoria, dónde también abuso de un niño en el altar mencionándole al menor que lo hacía bajo la gracia divina: "Es parte del trabajo de Dios".
“No le digas a tu mamá, o tu papá podría morir”, es otra de las tantas advertencias que le hacía a los pequeños.
El número de víctimas por parte del sacerdote pederasta podrían llegar a más de mil.
"La investigación original de la policía, se calcula que podría haber abusado sexualmente de hasta mil niños”, comentó un portavoz de la defensa de las víctimas.