México y Estados Unidos se enfrentarán por octava vez en la final de la Copa Oro este domingo. El encuentro reúne a los dos equipos más ganadores del Copa y rivales tradicionales del área de América del Norte, Centroamérica y el Caribe; si bien hasta ahora México mantiene la supremacía, Estados Unidos busca su tercer título obtenido a costa de nuestro país, mientras este se ha llevado cinco de los duelos.
Las selecciones chocarán mientras en ámbitos alejados de las canchas los ánimos están más calientes que los de un campo de juego, porque las ásperas críticas a México han sido piedra angular del discurso norteamericano.
Desde 2017, en su primera campaña, Donald Trump acusó a los mexicanos de violentos, criminales y violadores, afirmación de la que nunca se desistió. Sin embargo, al tomar el poder su retórica se atemperó y sus amenazas de que construiría un gran muro en la frontera pagado con dinero de México no fructificó.
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Pero en su tercera campaña presidencial, Trump centró su discurso en el combate a la migración y retomó las acusaciones contra México hasta elevarlas a vincular al gobierno con los cárteles de la droga.
EU se olvida del fair play
Si los gobiernos de México y Estados Unidos ocuparan posiciones en la cancha de lugar de jugadores, veríamos un duelo lleno de golpes, pisotones y descalificaciones.
Desde el 20 de enero, cuando Trump tomó posesión, he predominado el juego rudo. Al primer minuto de juego, al presidente ordenó sellar la frontera a la migración, catalogar como terroristas a organizaciones criminales y cárteles de la droga, y eliminar la política de asilo de la administración Joe Biden que provocó un gran flujo de personas hacia EU.
A la manera de los italianos que se han caracterizado por el catennacio (cerrojo) para blindar su puerta y evitar que los rivales la vulneren, los estadounidenses han echado mano hasta del ejército para alejar de su frontera a los extranjeros sin documentos.
Mientras el gobierno tomó medidas para blindar la retaguardia, el resto del equipo ha desplegado una táctica de desgaste contra México. Como los equipos que machacan a su rival con ataques por los extremos, centros al corazón del área, disparos a portería desde la lejanía, los secretarios de la administración Trump y el presidente mismo han lanzado sus obuses una y otra vez.
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Así lo hizo Marco Rubio, quien en una audiencia en el Congreso soltó que visitaría México, un país gobernado parcialmente por los narcos, según sus palabras, en el que abunda la inseguridad. “La violencia política ahí es real”, dijo a propósito del homicidio de dos colaboradores de Clara Brugada, jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Esa rudeza no ha sido privilegio de Rubio, sino la constante en el escuadrón de las barras y estrellas. Tom Homan, responsable de la política en las fronteras, amagó con usar al ejército para combatir a los narcotraficantes si estos se atrevían a atacar a las fuerzas desplegadas en el límite entre ambos países.
Atacantes sin piedad
Dos mujeres han destacado en la línea de ataque de EU a México: Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Interna, y Pam Bondi, la fiscal.
La primera grabó un comercial en el que advierte a quienes ingresen sin autorización a su país que serán perseguidos sin piedad, y el anuncio se transmitió por redes sociales y televisión abierta, lo que provocó conmoción en México.
Luego, acusó a la presidenta Claudia Sheinbaum de alentar las manifestaciones violentas ocurridas en Los Ángeles en junio.
Bondi, a su vez, lanzó duras advertencias contra los criminales cuando el gobierno de México envió a 29 narcotraficantes de alto nivel, desde Rafael Caro Quintero hasta los hermanos Treviño Morales, líderes de los Zetas.
En el mensaje, la fiscal advirtió que el Departamento de Justicia está enfocado en destruir a los cárteles y ni siquiera agradeció el gesto del gobierno de enviarle a detenidos que seguían bajo proceso.
A fines del mes pasado, reanudó la metralla al decir en el Congreso que su país puede defenderse de sus enemigos que planean ataques, como Irán o Rusia, o aún México, que trata de “envenenar a sus hijos”.
Ante el asedio del contrario, la presidenta ha optado por la recomendación de numerosos entrenadores: mantener el corazón caliente y la cabeza fría para no cometer errores.
Para el partido, el embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, lanzó el “reto amistoso” de adivinar el marcador al secretario de Relaciones Exteriores de México, Juan Ramón de la Fuente.
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El canciller mexicano, quien asiste a una reunión cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), no ha respondido al reto del embajador que se enfundó en la camiseta de su país.
gph