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Unidad Palo Alto, acechada por inmobiliarias de Santa Fe

“Somos estorbo para los grandes constructores”, lamentan habitantes de la unidad habitacional Cooperativa Palo Alto

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Escrito en METRÓPOLI el

La cooperativa Palo Alto está en una de las zonas con mayor plusvalía inmobiliaria del país. Forman parte de Santa Fe. Pero la unidad habitacional se levantó antes de que los predios se convirtieran en los más codiciados de los desarrolladores de la Ciudad de México.   

Sus fundadores fueron ex trabajadores de minas, que luego de una lucha de años se constituyeron en cooperativa en 1972 y pudieron construir su primera casa en 1974 en el predio de 46 mil 242 metros cuadrados.

Pero al paso de los años, el 75 por ciento de los fundadores ha fallecido, y a algunos de sus descendientes ya no les interesa participar en las asambleas e incluso otros han mostrado su inconformidad por no poder vender su parte a empresas inmobiliarias, dispuestas a pagar en dólares el metro cuadrado, aunque ello implique romper la unidad de la cooperativa.

 

Otra parte de los pobladores, que ha visto la edificación del famoso edificio de El Pantalón a una barranca de distancia, y más recientemente uno de 46 pisos de departamentos que a ciertas horas les roban el sol, está dispuesta a resistir y a no vender ni abandonar las casas que sus padres les dejaron. Se mantienen firmes a pesar de manifestaciones y hasta el asedio de granaderos.  

 

EN EL PATIO DE SANTA FE

A la altura del kilómetro 14.5 de la carretera federal México-Toluca, la colonia no es visible desde ahí, ya que se encuentra en una hondonada. Para llegar a ella hay que bajar por la avenida Bosques de Alisos, y pasar al lado del crematorio y velatorio Cuajimalpa. Una gran reja es la puerta de la colonia.

La Cooperativa Palo Alto está ubicada cerca de Santa Fe, en Cuajimalpa. Se trata de una unidad habitacional horizontal, de casas unifamiliares, formada en 1972 por ex trabajadores de minas de arena que antes tenían sus precarias casas alrededor, cerca de los predios explotados.

Cuando las minas ya no eran explotables, el dueño de los terrenos sabía que los trabajadores estaban interesados en adquirirlos, pero no se los quiso vender a ellos, porque su plan era ofrecérselos a compradores con más recursos económicos, como los de Lomas de Chapultepec. Pero los mineros se movilizaron, presionaron a autoridades y al dueño, y los consiguieron.

(Fotografías: Francisco Gómez)

Actualmente, una barranca los divide del famoso edificio de El Pantalón, el cual se ha convertido en ícono de Santa Fe. Del otro lado hay un edificio de 46 pisos que le roba el sol a una parte de la unidad habitacional horizontal, y otro edificio similar ha comenzado a ser construido. A medio kilómetro de ahí, al lado de la carretera Federal México-Toluca, se construye un inmueble más. La cooperativa, que es una unidad habitacional horizontal, ni siquiera se observa desde las alturas de la escalera peatonal que atraviesa la vialidad.

PIONEROS FUERA DE LUGAR

Sólo se ven los edificios de los grandes corporativos. La colonia parece colocada a la fuerza y fuera de lugar, pero lo cierto es que ya existía desde antes de que se construyeran el famoso Pantalón y los edificios nuevos, así como el crematorio, al que se opusieron, y que en mayo y junio de este año, los meses en los que hubo más víctimas de la covid 19, lucía lleno de dolientes que iban a incinerar a sus seres queridos, víctimas de la pandemia.

De acuerdo con dos de las socias fundadoras, empresas inmobiliarias son las que han tentado a hijos o incluso nietos de los socios para vender sus terrenos. Ambas partes, la mayoría integrada por 120 socios, y la fracción disidente, con una cuarentena de integrantes, se encuentran en litigio, desde hace casi dos décadas.

A los socios les afecta porque el proyecto de hacer más departamentos para sus hijos está detenido desde entonces, por lo que algunas familias comparten espacio en una misma casa y eso causa hacinamiento. Para los disidentes, les impide vender lo que consideran su terreno, sin importarles que el predio se consiguió luego de una larga lucha, en la que contaron con la participación del padre Rodolfo Escamilla, integrante del Secretariado Social Mexicano, y quien es un héroe en la colonia.

HEROÍNAS

En el levantamiento de la colonia también jugaron un papel fundamental las mujeres. Quienes realizaron plantones para obtener el predio y después aprendieron técnicas de construcción para levantar las casas prefabricadas; además gestionaron apoyos de la entonces delegación.

Por eso saben que su esfuerzo no puede quedar en la venta no solo de un predio, sino también de su lucha.

El desinterés de los jóvenes por conservar la propiedad se ha sumado a que al vivir cerca de una zona que por sus corporativos parece Los Ángeles o Dallas, ellos aspiren a ser parte de él, y a cambio olviden su identidad y sus orígenes. Otro factor que preocupa es el aumento de consumo de alcohol y drogas. Lo más extraño es que el alcohol había sido erradicado. No se permitía su venta, pero de pronto surgieron algunos vendedores que dijeron contar con el permiso de la alcaldía, señalan las socias fundadoras.

COMUNIDAD MICHOACANA

Alberta Hernández Álvarez, a quien le dicen Berta, cuenta que es hija de uno de los mineros que trabajaban ahí.

Recuerda que una gran parte de los mineros eran de Contepec, Michoacán, aunque ellos provenían de Hidalgo. Luego de que ellos llegaron, como ocurre con otros fenómenos migratorios, poco a poco llegaron familiares suyos.

Los dueños de las minas les rentaban cuartitos a los trabajadores. Conforme se acababa la explotación de una mina se iban a otro lugar para hacer lo mismo. Las minas se agotaron y entonces el dueño de los predios, Efrén Ledezma, les pidió a los trabajadores que desocuparan sus casitas.

“NOS MOTIVABA”

Pero cerca de donde ahora está la colonia, en la zona de viviendas, había un colegio particular de corte religioso. A esa escuela acudían hijos de personas con altos recursos económicos, y en una sesión de la Mesa Directiva preguntaron a las monjas si les gustaría tener algo, a lo que ellas respondieron que una clínica y casas para sus vecinos, que eran los trabajadores de las minas.

Les respondieron que eso no se podía porque la colonia no estaba registrada y no tenía ni calles.

Aun así, los integrantes de la escuela formaron una cuadrilla dentro de la cual llegó el padre Escamilla y eso le cambió la vida a los trabajadores.

“Él nos motivaba mucho, gracias a él estamos acá”, dice Manuel Villalba, en cuya casa hay un mural dedicado al padre.

Escamilla hizo labor política y social que cuando se dieron cuenta no les gustó ni a las monjas, menos a la Mesa Directiva, pero ya había avanzado. Ni siquiera los trabajadores de minas sabían que era padre, pues las religiosas lo presentaron como maestro.

 

SIN MIEDO

Cuando se supo, él de todos modos se comprometió a trabajar con ellos, con o sin dinero. Sin embargo, había miedo de enfrentar a Ledezma, el dueño del predio y quien se comportaba como cacique y hasta decidía la vida de los mineros. Escamilla les recordaba que sólo era un ser humano, y que no había caminos para enterrar a sus muertos o ambulancia para sacar a los enfermos, recuerda Berta.

Para ir por agua tenían que caminar un kilómetro para llegar a la toma. Las casas eran de tabiques y los techos, de cartón negro, con el granizo se rompían y al otro día debían ser sustituidas.

“Ustedes tienen derecho a vivir como seres humanos”, les decía el padre.

Como los hombres debían trabajar para sostener a sus familias, fueron las mujeres las que se involucraron en los primeros pasos de la cooperativa.

Berta tenía 11 años, pero recuerda que las señoras iban a las juntas.

“Nos aferramos aquí”.

SE COMPLICÓ

Presionaron hasta que el dueño aceptó venderles. Pero el día que debía firmar se murió de un paro cardiaco.

La cosa se complicó porque, según Berta, el señor tenía 65 hijos, que se negaron a respetar el acuerdo. Otra vez comenzaron a movilizarse, porque los descendientes de Ledezma les pedían que se fueran.

“Los hijos sólo aceptaron cuando tomamos el terreno, antes estábamos arriba por el crematorio, ahí estaban las casas”.

Aunque a la hora de que ellos tomaron el predio un grupo de granaderos entró, no se llevaron a los líderes, que conocían el lugar y escaparon.

Pero otros sí fueron desaparecidos. Con más movilizaciones pidieron su aparición y sí regresaron. El plan de los hijos era vender el terreno a una inmobiliaria que quería hacer un centro comercial. Fueron tiempos difíciles en que además no había muchos recursos para moverse, pues llegar al centro era más difícil.

“A veces comíamos bolillo con nopales; iban las señoras con el hijo cargado atrás y el otro de la mano. Se les dio un plazo para entregar el terreno y ellos no cumplieron. Pasaron dos años y entonces como no había cambiado la situación los familiares del dueño aceptaron”.

INICIAN LAS CASAS

Como habían formado la cooperativa, recibieron financiamiento del organismo Fomento a la Vivienda en Coordinación Popular, (Fomvicoop) y comenzaron a construir 80 pies de casa, cada uno de 52 metros. En una segunda etapa se construyeron otros 42 pies de casa y en una tercera etapa 30 más.

En el caso de 94, la superficie del terreno es de 108 metros cuadrados. El pie de casa era con una recámara, cocina, comedor y baño sin tasa.

El padre Escamilla los apoyó en la planeación de sus casas. E idearon formas de hacerlo con poco dinero. El dinero del financiamiento lo usaron para comprar material y ellos ponían la mano de obra.

Eran 127 socios, y se les cobraba cada 8 días para pagar el financiamiento. La construcción de las casas era por sorteo y todos ayudaban. A quien no lo hiciera, se le multaba. Los departamentos eran para los hijos de los socios.

Se construyeron 31, pero unos dejaron de pagar y se perdió el préstamo.

“Están los terrenos ahí pero no se puede construir”.

Además, 37 personas quieren su escritura personal. Interpusieron un recurso jurídico que lleva empantanado más de 20 años.

“Ni ellos ganan, ni nosotros”.

CONFLICTO INTERNO

Lupita Cordero Ojeda, quien es hija de un fundador, dice que a ello se suma el problema de que los consorcios empiezan a preguntar si se venden terrenos. Eso se detonó luego de que se construyó el Pantalón.

“Somos un estorbo para los grandes constructores”, expresa, seria.

Aunque la mayoría de los socios aún están con la cooperativa, los 37 que están en contra sí mellaron la figura e incluso dijeron que el registro se iba a desbaratar.

Los socios fundadores tomaron a mal la postura de los disidentes. Algunos incluso dicen que, de los 37 disidentes, ninguno es fundador. Lo que reconocen doña Alberta y Lupita es que sí hay familiares entre ellos. Por ejemplo, la primera tiene un sobrino entre los disidentes. La segunda, a un tío. Pero la mayoría de la comunidad empezó a pelear con ellos y les recordó el calvario que pasaron para tener sus casas.

También les pidieron tomar en cuenta lo que pasó a unos vecinos de otra colonia cercana, donde les compraron terrenos en dólares, pero como dice el dicho, ‘el que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere volver’, y resulta que el dinero se lo gastaron y ahora rentan cerca de ahí, cuando ellos habían sido dueños.

Ambas reconocen que las diferencias llegan a los pleitos verbales.

QUIEREN UNA BARRANCA

Lupita dice que está sorprendida de que las grandes inmobiliarias quieran quedarse con Palo Alto. “Nunca pensamos que iban a querer una barranca”. Y es que cuando llegaron al terreno era irregular, hubo que rellenar las minas y aplanarlo, además de que cuando uno llega desde la carretera, hay que descender una pendiente de unos 30 grados para poder entrar a la unidad, que tiene una entrada metálica.

   

Aunque sus calles sí tienen algunas pendientes, son menores y la mayor parte está aplanado.

La calle principal se llama Rodolfo Escamilla, en honor a su fundador. Fue de las primeras en ser pavimentadas. Pero los andadores que la cruzan, hasta 1989 no lo habían sido.

María Paula Hernández, hermana de Berta, recuerda que ese año acudió a la entonces delegación de Cuajimalpa gobernada por Margarita Peimbert Sierra. Pidió apoyo para pavimentar las calles que faltaban. Le dijeron que no podían porque la planta de concreto no tenía suficiente material. Pero le ofrecieron adocreto para los andadores, el cual además absorbe el agua pluvial.

Ella lo propuso a la asamblea y aunque algunos no estuvieron de acuerdo, pues querían concreto, la mayoría aceptó. A la fecha aún permanece el adocreto y le da un toque pueblerino, pero ya no se forman los lodazales de antaño.

DEBERÍA SER CRIMINAL

Paula recibe a La Silla rota a las puertas de su casa. Es mediodía y una enorme sombra la cubre. Es la del edificio de 46 pisos que acaban de construir frente a Palo Alto y que presuntamente pertenece a un corporativo coreano.

Apenas deja de saludar y resiente el frío de la gigantesca sombra y dice “debería ser criminal construir eso”.

Se mueve a la esquina de la calle, donde hay sol para contar que antes de la llegada de los grandes edificios, como el Pantalón, que a cierta hora también cubre con sus dos columnas una parte de la unidad, no pasaba eso de quedarse sin sol. Recuerda que hace más de 40 años había monte, pero lo desaparecieron y además rellenaron la barranca, en donde es Avenida Tamarindos.

“No sé cuántas toneladas metieron de relleno para hacer edificios”.

“Nada tienen que ver nuestras casas con estos monstruos. Acabaron con todo. En Bosques de las Lomas, la parte que era de bosque, pues había ardillas, armadillos, tlacuaches, liebres, pájaros diferentes y eso pues desapareció.”.

Dice que sus vidas han cambiado de manera brusca con las construcciones.

HAY DELINCUENCIA ENTRE SUS INTEGRANTES A LA QUE NO QUIEREN DENUNCIAR POR MIEDO

Otro tema que le preocupa es la inseguridad porque, aunque aún pondría las manos al fuego por la mayoría de sus vecinos, hay otros que ya comienzan a cometer delitos, y ni siquiera vale la pena denunciarlos porque al vivir tan cerca y conocerse entre ellos, de alguna manera son rehenes suyos.

“Hay gente de las nuevas generaciones que ya no se dedican a cosas buenas”.

Incluso le planteó a uno de sus hijos que, junto con sus hermanos, determinaran quién se iba a quedar con la casa. Pero él le respondió que a él no le interesaba.

“Me dijo ‘no mamá, no me interesa porque la cooperativa ya no es en donde crecimos, que hasta los vecinos nos cuidaban, ya no es un lugar para que crezca mi hijo’”.

SHEINBAUM PROMETIÓ VOLVER

En su campaña, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum acudió a la unidad. Doña Paula aún tiene presente que la mayor insistencia fue que no se construyera el monstruoso edificio.

“Los de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda nunca nos recibieron. Claudia quedó de regresar, no lo ha hecho”.

Otro problema es que aún no tienen salidas para un caso de emergencia y hay horas donde se complica mucho salir.

“Imagínate cuántos autos van a salir. Por dónde vamos a salir, dónde nos vamos a mover”, cuando se concluya el edificio y haya más personas.

ESTAMOS COMO AL INICIO

Otro problema es el hacinamiento debido a que pese a tener terrenos baldíos, no se puede construir por el problema legal. Eso los lleva a que, paradójicamente, estén como al inicio.

“Estamos cómo empezamos, con hacinamiento. Los jóvenes viven con sus papás y hay baldíos para vivir sin poder usarse por el problema legal, ¿cómo solicitas crédito sin representación legal? Y el hacinamiento ha incidido en la covid”.

Dice que algunos vecinos suyos han estado contagiados.

Guadalupe Cordero por su parte dice que ha habido cuatro fallecimientos por la pandemia, de entre los 500 habitantes.

NOS SACAMOS LA LOTERÍA

Luis Escobar es una de las 31 personas que sí tiene departamento. Dice que tenía una recámara, pero el construyó dos más. Asegura que tener una casa en cooperativa es en beneficio de la gente.

“Nos sacamos la lotería. Este lugar no lo cambio por nada; es una zona codiciada por mucha gente”.

Como doña Berta o doña Paula, no quiere que se venda la colonia. Él llegó cuando tenía unos 12 años. Sus papás son de Coantepec, Michoacán, como una gran parte de los trabajadores de minas que fundaron la cooperativa. Le tocó ver cuando llegaron los granaderos para tratar de desalojarlos, en una época en que era más difícil enfrentar a los policías.

Teme que con las nuevas torres haya problemas de falta de agua y de exceso de automóviles. Quien ha sido presidente de la colonia dice que hace unos años, cuando se construyó el desnivel que pasa al lado y sale a la carretera, ni siquiera los consultaron, y el proyecto parecía que los quería aislar, pero se movilizaron y tuvieron un acuerdo para que eso no pasara.

PARECE QUE NO EXISTEN

Lupita Cordero dice que para la alcaldía parece que no existen. En cambio, con la Procuraduría Social (Prosoc) tienen mejor relación. Ha habido recursos para hacer el velatorio que está frente al quiosco. También para rehabilitar la casa del Adulto Mayor.

Dice que la Prosoc los ha cobijado. Además, les ayudará con 25 cámaras para abatir la inseguridad.

Goretti, una joven de la cooperativa, reconoce que efectivamente los de menos edad se han desentendido. Pero también ha habido conductas de los socios fundadores que aún viven, de cerrazón, de minimizar la opinión de los demás porque no fundaron la colonia.

“Uno debe decidir si va a ser parte y si decido cuidar a la cooperativa y si no, tampoco voy a ponerle el pie; es parte de creer, pero algunos no crecen y no quieren ver sufrir a sus hijos”.

(Ameyaltzin Salazar)