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Orines, manoseos y palizas: así son las novatadas de los porros

Hombres o mujeres, del IPN o de la UNAM, los “ritos de iniciación” de los porros en los bachilleratos son brutales

Escrito en METRÓPOLI el

Los grupos porriles se caracterizan por su violencia, pero no sólo a los alumnos y docentes ajenos a su organización, sino también entre aquellos que forman parte.

Esta violencia se refleja en los llamados “ritos de iniciación” o novatadas, donde los nuevos porros son “bienvenidos” al grupo.

Estas novatadas varían, pero todas son brutales y violentas, así lo relata Julio, un ex porro de la Vocacional 7 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), entrevistado por Notimex.

Aunque él no fue parte de estas “bienvenidas” si fue testigo de diferentes “ritos de iniciación”.

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Una de las novatas más comunes consiste en meter las cabezas de los iniciados en tambos con orines.

También tienen que dejarse pegar toallas sanitarias utilizadas y caminar por todo el plantel escolar para que los demás estudiantes supieran que nadie lo podía tocar.

En el mejor de los casos eran toallas sanitarias usadas, porque en ocasiones también les embarraban excremento.

En estos grupos porriles no sólo hay hombres, también mujeres, quienes se someten a las novatadas, pero para ellas son más pesadas, según relata Julio.

“Para ellas era más pesada, había mujeres que las manoseaban, las encueraban, les hacían muchas cosas”

La novatada más tranquila era la “fila india”, donde el iniciado era golpeado con un palo por todos los porros.

“No te dejaban ir hasta que todos se dieran cuenta de que te habían dado la bienvenida y que eras parte de la porra y que a partir de ese momento nadie externo a la porra te podía hacer nada”

Ser porro “poco a poco”

Julio comenzó a adentrarse poco a poco al mundo de los porros, el contacto inicio cuando recién ingresó a la educación superior, todos los días le pedían dinero “para los refrescos” o le quitaban sus cosas.

Hasta que un día, molesto de las circunstancias, se peleó con uno de los porros, quien resultó ser el mano derecha del líder porril de la Voca, apodado “El Marrano”, quien lo adentró a los porros.

“Me empecé a juntar más y más con ellos, de alguna manera me sentía protegido (...) a mí de alguna forma me obligaron y ahora me siento comprometido porque estoy metido hasta las manitas con ellos, ando con ellos pero no soy parte de ellos”

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Julio asegura que autoridades y directivos sabían quiénes eran los porros, sus líderes, y los protegían.

“El Marrano” tenía un cubil en los últimos pisos de la escuela, estaba acondicionado como una oficina y siempre bajo llave, había unos sillones desvencijados y una televisión, “les habían asignado ese salón”

A los líderes les pagaban “por ir a hacer desmanes a los partidos”, señaló Julio, quien dijo desconocer porque él nunca estuvo en la “nómina”.

Para “los desmadres”, autoridades escolares hacían los pedidos y “El Marrano” solo preguntaba que cómo y con qué intensidad los querían y mandaba a los muchachos a hacer levantones de estudiantes y subirlos a los camiones.

“El Marrano” siempre andaba armado, afuera en la escuela, en el campo o en donde fuera, aseguró Julio.

Los porros, tanto los de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), como del IPN se conocían “eran como abogados que se peleaban en el juicio pero afuera se trataban como hermanos.

Salirse de los porros

Tras casi dos años de andar en los partidos, acarreando estudiantes en los camiones y un poco más consciente, Julio, vio que todo comenzaba a salir de control.

Quiso salirse pero siempre lo amenazaban: “No podía darme el lujo de decir no voy o no quiero, tenía que ir”.

Todo terminó un día que Julio vio su vida en riesgo, habían robado un camión y este chocó, casi pierde la vida por venir con la cabeza afuera de la ventana.

Un tiempo pudo esquivar a “El Marrano” y a sus acompañantes hasta que pasados unos meses lo interceptaron, Julio insistió en ya no querer pertenecer, pero fue amenazado por el líder de la porra.

Julio asegura que los líderes porriles pasaban los nombres a la dirección escolar para que los porros en sus boletas apareciera un seis, los ayudaban a pasar.

Incluso había algunos porros que jamás se pararon en un salón pero obtenían sus calificaciones como si hubieran asistido a todas las clases.

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Julio tuvo el apoyo de las autoridades escolares para salirse del grupo porril y retomar su vida académica.  

Sin embargo, tras reprobar una materia tuvo que acudir al turno de la tarde, donde los porros de aquel turno lo introdujeron de nuevo al grupo.

La porra de la tarde también tenía un cubículo asignado, con la diferencia de que ahí no se consumían drogas y nadie se “podía pasar de laza”.

Además, "La Changa", líder porril vespertino, le dijo que en su grupo estaba quien quería y aquel que no estaba en la libertad de irse. 

Ellos estaban para lo que estaban, que era defender los intereses de los estudiantes, pero también para defender la escuela de otros grupos porriles”.

“Hay cosas de las que me avergüenzo, no me enorgullece decirlas pero en su momento tuve la necesidad de robar, de golpear, de exigir, de lastimar a las personas, de menospreciarlas”

“Era como un instinto de supervivencia, querías estar en la escuela pero que no te pasara nada tenías que atorarle, si no le atorabas era traer dinero todos los días, traer tortas para todos los que quieran pedirte, algo con lo que ellos se sintieran satisfechos y te dejaran de estar molestando”.

Con información de Notimex

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