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Los niños de San Gregorio; siete meses sin escuela por el sismo del 19S

Niños y padres de familia de Xochimilco añoraban el regreso a clases; tras largo peregrinar ahora pueden celebrar el Día del Niño en su escuela rehabilitada

Escrito en METRÓPOLI el

Tuvieron que pasar siete meses, desde el terremoto del 19 de septiembre pasado, para que los hermanos Jorge Emiliano y Abigail pudieran volver a estudiar “como Dios Manda” a su escuela, la primaria Independencia Económica de México, en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, que resultó dañada y fue catalogada como color rojo.

Jorge Emiliano, Abigail y otra hermana suya que va en sexto año forman parte de los 653 alumnos de la escuela -una de las 1 mil 474 que sufrieron daños en la Ciudad de México- que desde el 19 de septiembre suspendió clases y que apenas reabrió el pasado lunes 23 de abril. Primero “tomaron” clases en casa con el apoyo de unas guías; después peregrinaron por varias escuelas en donde tomaban clases a ratos y sólo dos días a la semana.

“Antes que pasara el temblor íbamos al salón, pero tembló y tuvimos que ir a tres escuelas. No me acostumbré a eso, me sentí muy incómodo con las demás, no sentía lo mismo que en la escuela. Hubo una escuela muy chiquita que fue la Calpulli y teníamos que turnarnos: primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto, entonces ya no me gustó esa escuela porque tuvimos que turnar y nos quedaba muy lejos”, relata Jorge Emiliano a La Silla Rota.

 La Escuela Independencia Económica de México no fue la única escuela dañada en la zona. Al lado está la secundaria Alfonso Pruneda, donde los alumnos toman clases en aulas provisionales, y cuyo plantel será derrumbado, dicen vecinos.

Otra escuela que sufrió daños fue el jardín de niños Cuicacalli, a unos metros de la misma escuela a la que felizmente regresaron Jorge Emiliano y Abigail. En ese jardín de niños, el sismo hundió parte del piso y desde entonces permanece cerrado, explica la señora Imelda, cuya hija Jimena estudiaba ahí.


Obligada por la situación, Jimena y sus compañeritos ahora toman clases en la escuela secundaria Juan Álvarez.

Jimena, de 5 años, segura, dice que no le gusta su nueva escuela.

- No. Me da miedo. 

-¿Por qué?

-Porque hay niños grandes.

Largo peregrinar para volver a su escuela

Jorge Emiliano y Abigail primero se quedaron un par de meses sin escuela. En sus casas debían resolver unas guías impresas bajo la supervisión de sus padres. 

Fueron meses complicados porque para los niños eran como vacaciones; a veces  leían las guías, pero no cumplían las tareas, recuerda la mamá de ambos, Dulce María Hernández. Incluso, a ella le costó convencer a su hija que hiciera las tareas de las guías, y cuando se lo pedía, la respuesta de la niña era “es que tú eres mi mamá, no mi maestra”. 

Emiliano explica que las guías le parecían divertidas, pero la tenía que resolver en casa y lo que él quería era salir. Cuando lo hizo percibió los daños que dejó el sismo. “Había humo, decían que no podíamos salir antes, entonces salíamos y ya me sentía más a gusto”.

Su propia familia no se salvó de sufrir daños

“También fue afectada la casa de mi primo, que se llama Luis, tiene 10 años. Él estaba en su casa, ya se había cambiado, empezó a temblar. Uno de sus cables encontró la chispa, entonces se quemó con el gas, explotaron los cuatro pisos y toda su casa fue derrumbada. Uno de sus tíos quedó muy afectado, con quemaduras de tercer nivel; ya lo dieron de alta. Mi primo se sentía muy triste, porque se le había quemado todo, su ropa, sus tenis, sus juguetes, hasta sus jueguitos y eran todos los divertidos los que él tenía”, dice muy serio.

A los estudiantes de esa primaria los enviaron después a una escuela muy chiquita, que fue la Calpulli, y se tenían que turnar por grado, por lo que sólo asistían dos veces a la semana.

Víctor Hugo, subdirector de la escuela Independencia Económica de México platica que las bardas perimetrales y los daños en los accesos impedían la entrada de los alumnos.

Los padres realizaron varias gestiones

En tanto, su escuela era revisada por autoridades del Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (Inifed), primero para ver qué tan dañada quedó y luego para determinar si podía ser reparada.

Después de los dos meses de estudiar en casa les anunciaron que, aunque de manera apretada, tendrían espacio en la escuela Calpulli; serían dos horas y media de clases, dos días a la semana, para que todos los grados pudieran tomarlas.

Emiliano extrañaba su escuela y no le gustó la Calpulli

“(Lo que no me gustó fue) que tan solo tuviera clases tan poco tiempo y que fuera tan chiquito el patio, ¿cómo jugábamos a atrapadas, escondidas? Allá no me gustaba”.

Luego en enero los mandaron a otra escuela en el centro de San Gregorio, la Miguel Bernard -que también sufrió daños, pero menores- y como era un plantel más nuevo, había más espacio incluso para jugar. Como en la Calpulli, acudían solo dos días a la semana, aunque con horario completo, de 8 a 12:30 horas

“Luego fuimos a la Miguel Bernard, tenía más grande el espacio. Pero seguía extrañando a la primaria, porque aquí había como una pequeña bibliotequita. Nos poníamos a leer y jugábamos porque había juegos de mesa”, recuerda Jorge Emiliano, en referencia a una biblioteca que parece una mini casa de plástico, y unas bancas que están cubiertas por una carpa que fue donada hace cerca de un año por autoridades de la delegación, de acuerdo con lo dicho por un profesor.

Su mamá, Dulce María, que es parte de la Junta Directiva de la escuela, pedía junto con otros padres, información sobre las condiciones de la escuela, incluso solicitaron 20 aulas armables, que les prometieron.

Explica que ya no querían que sus hijos fueran a otras escuelas, ya que para algunos padres les quedaban lejos los planteles.

De las 20 aulas solicitadas solo instalaron siete en el deportivo que se halla casi enfrente a la escuela Independencia Económica de México, y entonces a partir de  la semana del 16 de abril tomaron clases ahí.

De acuerdo con los padres de familia, eso se convirtió en una presión para las autoridades de la escuela, que les avisaron que el 23 de abril, más de siete meses después del sismo, podían regresar a la escuela.

Las labores de reparación todavía no concluyen. Se están rehabilitando las bardas, reparando la dirección, la conserjería y partes del patio, por lo que se ven cordones de seguridad y zonas restringidas para los alumnos. Ellos ya no prestan atención a las labores de reconstrucción, y como en cualquier escuela, ríen y bromean apenas es la hora de la salida.

Víctor Hugo, profesor del plantel, señala que los profesores tienen que trabajar en la zona de talleres, ya que la dirección se cayó y va a ser reparada. Pero los salones ya están bien, asegura. Sin embargo, advierte que es probable que se haya afectado el rendimiento académico, considerando que los niños de primero acababan de entrar a la escuela, y los de sexto, por estar en la antesala de la secundaria.

Y Emiliano describe su alegría por haber regresado.

“Quería regresar a esta escuela; acá hay arbolitos, me gustaba”. Su hermana Abigail dice que ella extrañaba el patio y las cosas divertidas.


El regreso a clases incluso permitirá que Dulce María Hernández atienda mejor a sus hijos, pues paradójicamente, por estar al pendiente de los trámites en las escuelas, de presionar para que regresaran a la escuela, los llegó a descuidar porque los encargaba, pero dice que valió la pena. Y sus hijos ya pasarán el Día del Niño en su escuela



AJ