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Los duelos silenciosos que nos deja la pandemia

Algunos expresan su respeto a la muerte pero también a la vida y en lugar de ir a los domicilios de los fallecidos, optan por rezar a distancia

Escrito en METRÓPOLI el

Estábamos en una videoconferencia cuando mi hermano nos soltó una de esas preguntas que se presiente saldrán en una conversación pero que uno ruega porque mejor no se escuche.

-¿De cuánta gente sabes o conoces que ha tenido coronavirus? –preguntó.

Eso tiene unas tres semanas y algunos ni contestamos, otros dijeron que no conocían pero cuando a él le tocó su turno, dijo que unos 25.

Un breve silencio y luego la incredulidad "¿25?".

Mi hermano confirmó la respuesta, pero aclaró que no todos eran conocidos directos pero que sí, que era esa cifra.

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Es doloroso aceptarlo, pero conforme crecen las cifras de personas contagiadas o peor aún fallecidas por la covid, es más difícil escaparse de no conocer a alguna víctima de la pandemia que causó estragos en Europa y ahora lo hace en Estados Unidos como el primer país en víctimas  mortales con 114 mil 643 y a México como el séptimo lugar con 16 mil 448, hasta este 12 de junio, de acuerdo con la Universidad John Hopkins.

En mi caso he sabido de compañeros reporteros que se han enfermado, o incluso fallecido, de amigos de mis amigas que han estado en casa con dolores de cabeza espantosos, supe de un sobrino que perdió la batalla luego de ser intubado, y recientemente de dos personas muy queridas: un campeón de frontón y un joven padre que junto con su esposa esperaba a su segundo hijo.

El dolor del fallecimiento de un ser querido es de lo más duro que deja esta pandemia.

Después de que son intubados, si fallecen ya no hubo la posibilidad de despedirse de ellos, ya que por normatividad sanitaria los familiares solo los pueden volver a ver si sobreviven, pero si no lo consiguen ya no pueden ver los cuerpos, que además son cremados.

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Eso significa un adiós a los velorios de cuerpo presente, ya sea en la casa del difunto o en una funeraria.

Es un familiar el que de manera solitaria "es mejor así para evitar una cadena de contagios" se encarga de los trámites funerarios, el que va al hospital a recoger el certificado de defunción, luego a la funeraria para el siguiente paso que es la cremación.

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Los que quieren a quien falleció por la covid no tienen la oportunidad de despedirse, de llorarlo frente a su féretro.

“Son duelos silenciosos”, me dijo una amiga.

Otra amiga fotógrafa que ha logrado impresionantes fotos sobre el tema también tiene una opinión al respecto.

“El covid nos está arrebatando varios seres queridos”.

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Una persona a quien quiero mucho me dio la descripción más triste. Ella conoció la situación ya que su hermano estuvo internado e intubado y luego falleció. En el hospital no lo pudo ver.

“Estos casos son muy tristes porque pasa el tiempo y ni siquiera tenemos la oportunidad de estar con ellos y nos quedamos con una sensación muy fea, es una impotencia que duele mucho”.

Tampoco los novenarios son iguales. Aunque hay gente, vecinos, personas de viejos barrios de la Ciudad de México que acuden, se quedan afuera. Otros expresan su respeto a la muerte pero también a la vida y en lugar de ir a los domicilios de los fallecidos, optan por rezar a distancia. Son telerosarios que no por ello ocultan la tristeza, las lágrimas, las voces apagadas o quebradas y después, los duelos silenciosos. 

(Ameyaltzin Salazar)