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La tragedia los reencuentra 32 años después

Esta historia fue publicada por el protagonista a través de su cuenta de Facebook, en la cual agregó la foto de Flávio Vargas Oropeza, aquel héroe de 1985

Escrito en METRÓPOLI el

El temblor del pasado 19 de septiembre inevitablemente nos hace recordar el sismo del mismo día pero de 1985, 32 años antes, no sólo por la fecha, sino también por la tragedia que dejó en varios estados, sobre todo en la Ciudad de México.

Tal es el caso de Carlos Valdés, quien fue marcado por el “terremoto del 85” y por el sismo del 19/S de este año.

La mañana del 19 de septiembre de 1985, Carlos, como muchos otros jóvenes en aquel momento, sin pensarlo dos veces, fue a la cruz roja para ayudar en lo que se necesitará.

Buscando donde ayudar, terminó en la cocina preparando alimentos para damnificados y rescatistas, fuera del peligro de los edificios colapsados.

Flavio, uno de los amigos de su hermano, había quedado atrapado en el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) que había colapsado en la avenida Juárez e Iturbide en el centro de la Ciudad de México.

Dos días después del sismo, su cuerpo fue rescatado sin vida de entre los escombros, pero abrazando a una niña por la que se había regresado.

Antes de morir, Flavio se había convertido en héroe, un ejemplo a seguir para Carlos, un hombre que pensó más en ayudar que en preservar su vida.

Pasaron los años y el 19 de septiembre se repitió. Volvió a pasar lo que hace 32 años, los ciudadanos, en su mayoría jóvenes, salieron a las calles a rescatar entre los escombros, a repartir comida, a donar víveres, a hacer lo que hiciera falta.

El día siguiente del sismo, Carlos decidió irse a Morelos a ayudar a los rescates porque en la capital sobraban manos.

Carlos tomó su camioneta y partió. En su camino dio un aventón a varios jóvenes voluntarios que iban a la misma dirección que él.

Esos estudiantes o recién egresados estaban en la camioneta a escondidas de sus familias, quienes le habría prohibido ir a ayudar por el peligro que esto significaba, aun así ninguno dudó que el acto rebasaba la decisión familiar.

Aquellos jóvenes se convirtieron en la brigada de Carlos durante todo el día que duraron los trabajos.

El día siguiente se conectaron con otras brigadas. Ellos tenían equipos para rescate; palas, picos, cascos y guantes de más, por lo que nos contactaron con una brigada que se iba a ir en ese momento a Morelos a levantar escombros. Por lo que acordaron verse en alberca olímpica.

Al llegar, cambiaron el material que llevaban de camioneta a camioneta, una camioneta se iría con el equipo de construcción, dos más con víveres y medicamentos, entre ellas las de Carlos y compañía.

La camioneta con materiales de construcción salió tan deprisa que abandonó a varios de los que los acompañaban, así que Carlos decidió llevarlos.

Como transportaba medicamentos principalmente, desde el primer día su camioneta llevaba una bandera de la Cruz Roja en el tablero de la camioneta, misma que había obtenido y guardado desde 1985. Por ello, le abrían el paso por zonas acordonadas.

Para los brigadistas la camioneta era un escape de la tragedia, donde podían reía, platicar, despejarse de lo que veían. Así que aprovecharon para platicar.

A mitad del camino, uno de los jóvenes a quien le deban ride, Christian, preguntó de la nada: "Oye Carlos, y ¿esa bandera?”,

Carlos le comentó que la bandera lo había acompañado desde el temblor de 1985 y que la había guardado con la esperanza de jamás usarla.

Christian le preguntó dónde estuvo durante aquel tiempo y le platico su aventura siendo cocinero para rescatistas y damnificados.

Carlos le respondió preguntándole las razones de aquella duda. Christian le comento que él casi no hablaba mucho sobre 1985 pues había perdido a un hermano en el temblor.

Luego de oír esas palabras, ambos intercambiaron miradas por el retrovisor, Christian continúo diciendo que este había fallecido en el Conalep que se desplomó.

Carlos se puso frío, hubo un silencio hasta que añadió: se regresó a salvar a una niña que se tropezó, sin pensarlo Carlos terminó su frase: "lo encontraron abrazándola".

Tras un silencio y ya con lágrimas en los ojos los dos Carlos le dijo: tu hermano era Flavio.

32 años después, el hermano de Flavio, aquel amigo de Federico, hermano de Carlos, subió en su camioneta.

En ese momento llegaron al destino, Calor y Christian se despidieron con un fuerte abrazo, un beso en la mejilla y “un cuídate hermano”.

Durante los días siguientes, relata Carlos, todos los de la brigada nos hemos separado porque tomamos para donde nos necesitan, pero nos reportamos constantemente para saber que seguimos bien.

La historia fue publicada por el mismo Carlos a través de su cuenta de Facebook, en la cual agregó la foto de Flávio Vargas Oropeza, aquel héroe que sigue desde su adolescencia.

RGG