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La covid-19 deja desolados a peseros y microbuses en CDMX

Por la covid, peseros y microbuses en distintas rutas de la CDMX operan medio vacíos lo que ha dejado grandes pérdidas a concesionarios de transporte público

Escrito en METRÓPOLI el

Hace tres semanas tomé un Microbús frente a la Plaza México. Pese a que se esperó detenido por unos siete minutos esperando más pasaje, cuando arrancó iba con unas 10 personas, aunque tenía asientos para unas 30. La unidad comenzó a avanzar lento, demorándose en cada parada, como si fuera un tour turístico.

Al llegar a avenida Universidad, se subió uno de esos llamados Chismosos que hay en algunas esquinas para informar cuántos minutos adelante va la unidad más cercana. “Ese wey de adelante te saca siete minutos, pero no mames, dice que no hay pasaje”, dijo el joven flaco y de bigote ralo.

No era la única ruta en esa situación.

Cuartoscuro. 

Hace unos días debí ir a Milpa Alta, para un asunto laboral. Llegué desde Xochimilco en taxi, pero para el regreso ya me pareció que mi bolsillo no resistiría y decidí regresar en transporte público.

Lo abordé a una cuadra del centro de Villa Milpa Alta, que así se llama la cabecera de la alcaldía. Aunque no es muy recomendable usar transporte público en la pandemia, porque es entrar a un espacio compartido, quienes no tenemos auto no tenemos muchas opciones.

Sin embargo, ese día en el trayecto, que duró alrededor de hora y media, no subieron más de 10 personas, algo que no dejaba de ser raro, aunque era tranquilizador que nadie se sentara a mi lado o me reclamara por llevar las ventanas abiertas para ventilar mejor el vehículo y conjurar al coronavirus.

Esta semana fui a La Noria, en Xochimilco, y pasó algo similar. Ahí tomé un autobús de una ruta concesionada, que me llevó hasta la línea 2 del Metro. Aunque sí subió y bajó más usuarios que el de Milpa Alta, los asientos nunca se ocuparon en su totalidad y nadie se sentó junto a mí.

MIEDO

Lo que reflejan ambos viajes es el miedo que las personas tienen a viajar en transporte público, porque además no falta quien se suba sin cubrebocas o lo lleve mal puesto. La cosa es peor en las frías mañanas, cuando algunos cierran las ventanas para evitar el aire frío, pero entonces la atmósfera se enrarece y la sospecha de que haya virus sobrevolando se vuelve mayor.

Incluso eso se ve en el Trolebús, que no se llena como antes, aunque las nuevas unidades tienen menos espacios para sentarse.

EL METROBÚS SÍ SE LLENA

No es lo mismo en el Metrobús, donde al ingresar uno ya no sabe dónde colocar su mano para evitar tocar un sitio que quizá alguien más haya tocado y contaminado previamente, y eso ocurre porque los asientos vacíos escasean o de plano no hay, sobre todo entre semana y entre 8 de la mañana y 8 de la noche.

El Metro es igual, cada vez es más difícil encontrar un lugar dónde sentarse, porque cada vez regresan más personas a sus actividades, pese a que la Ciudad de México está en semáforo epidemiológico naranja, como entre julio y diciembre pasados. Volvimos a esa etapa y aún no salimos de ella, y las defunciones al día debidas a la covid-19 son aún mayores a 200, aunque bajan el fin de semana.

He escuchado a personas decir que prefieren el Metro porque es más rápido, lo que es cierto, aunque a veces es de miedo ver a la gente que come adentro del vagón. Hace una semana me tocó ver el duelo de dos inconscientes: uno tomaba un refresco, otro masticaba una torta que con cada mordida hacía un ruido como de chasquido. Yo me bajé.

Pero los peseros y microbuses en distintas rutas, no en todas pero en gran parte, siguen medio vacíos y aunque eso es una buena noticia para quienes buscan ir sentados y sin compañeros incómodos al lado, es malo para los concesionarios de transporte público e incluso para los sistemas de transporte público operados por el gobierno, porque pierden ingresos y de algo tienen que vivir.

Lo curioso es que al ir vacíos, dan una mayor sensación de seguridad.