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Juan Manuel, el sastre que se ganó el cariño de toda la colonia

Quien conoció a Juan Manuel Pedraza lo recuerda como el mejor sastre de la colonia Ampliación La Quebrada, en Cuautitlán Izcalli

Escrito en METRÓPOLI el

CUAUTITLÁN IZCALLI.- Quien conoció a Juan Manuel Pedraza lo recuerda como el mejor sastre de la colonia Ampliación La Quebrada, en Cuautitlán Izcalli, y no es para menos, pues aunque la mayor parte de su vida la dedicó a ser farmacéutico, el amor que su padrastro le tuvo, lo llevó a agarrar el gusto por la máquina, las agujas y los hilos, hasta heredar su talento.

Y es que la sastrería "Rivera" abrió sus puertas hace cerca de 15 años a cargo del señor Luis Zarate, padrastro de Juan Manuel; sin embargo, la demanda de trabajo era tal, que el propietario le pedía a su hijastro y a dos de sus tres hijos que lo apoyaran en sus tiempos libres para sacar todos los pendientes, lo que los llevó, sin saberlo, a amar el oficio.

Y aunque Juan Manuel trabajó por varios años en distintas farmacéuticas, la falta de oportunidades y la enfermedad y, posterior, muerte, de quien lo crió, lo llevaron a cambiar las medicinas por las telas hasta quedarse como encargado de este lugar hace casi nueve años.

EL TALLER ERA SU VIDA

Para Mónica Pedroza, su hija, el taller cambiaba radicalmente a su padre, pues mientras en casa y con los suyos siempre era una persona seria, ausente, solitaria, de pocas palabras y hasta reservada con sus temas, en la sastrería contaba con numerosos amigos que hoy que ya no está, lo recuerdan como un hombre de buena charla, un confidente y responsable.

Su familia considera que Juan Manuel era un tipo cariñoso a su estilo, pues, a pesar de su personalidad, siempre levantaba la mano para cuidar de aquellos que enfermaban en la familia, incluyendo a su padrastro, lo que hizo que se ganara un mejor lugar en el corazón de don Luis que sus propios hijos, por eso fue el heredero del taller, afirma su hermano Francisco Zárate.

La vida parecía sonreírle a Juan Manuel hasta el pasado 11 de septiembre, cuando un descuido, sumado a una automedicación, provocaron que se contagiara de covid-19, y casi dos semanas después, perdiera la vida por complicaciones del SARS-Cov2 y la hipertensión que padecía.

Mónica asegura que su padre contrajo el virus al mantener comunicación con un amigo que también adquirió la covid-19; ambos siguieron reuniéndose, por lo que, a los pocos días, Juan Manuel también comenzó a presentar los síntomas. Se automedicó, pues consideraba que su experiencia en el ramo le ayudaría.

Sin embargo, a la siguiente semana tuvo que pedir ayuda a sus familiares pues los síntomas se complicaron, lo que lo llevó a ser hospitalizado y, unos días, después a ser intubado en el Hospital General Número 72 del Instituto Mexicano del Seguro Social, ubicado en Tlalnepantla. Fue hasta el pasado 30 de septiembre cuando las autoridades sanitarias le avisaron a su hija que había perdido la vida; el mismo día en que su otro hijo cumple años.

LA ÚNICA VEZ QUE CERRÓ LA SASTRERÍA

La enfermedad llevó a Juan Manuel a tener que cerrar por casi tres semanas su sastrería la cual, incluso, en el pico de la pandemia no bajó las cortinas, porque era su forma de vida; cuando estuvo cerrado, su hija relata que no dejaron de recibir llamadas de las decenas de amigos que tenía su padre, quienes preguntaban una y otra vez sobre su estado de salud.

Al inicio de octubre, la Sastrería Rivera reabrió sus puertas, esta vez sin Juan Manuel, pero de la mano de su hija Mónica, quien también heredó el oficio de la familia. Comenzaron a llegar nuevamente clientes, cuya preocupación era cómo estaba su amigo, el cual falleció por esta enfermedad, como ha ocurrido con casi cien mil mexicanos, a los que el covid-19 les arrebató la vida.

Sentada en el taller, Mónica llora la ausencia de su padre, pues afirma que, a pesar de que por varios años no tuvo comunicación con él por diferencias familiares, en los últimos años se había reencontrado con quien le dio la vida. Hoy que ocupa su lugar, siempre voltea con la esperanza de volverlo a ver y decirle todas esas cosas que no pudo mencionarle en vida.

Sin embargo, asevera que Juan Manuel se fue haciendo lo que le gustaba y arropado por los mejores deseos de quienes lo querían, y hoy no queda más que honrar su memoria, manteniendo su legado en la costura.

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(Sharira Abundez)