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Impresiona Pasión de Iztapalapa a visitantes mexicanos y extranjeros

Para la escenificación se cierran calles, se da apoyo de 5 mil policías y participan 500 actores amateurs de los ocho barrios, y 176 tienen diálogos

Escrito en METRÓPOLI el

Beny pasó el Viernes Santo en Iztapalapa. Procedente de Suecia, acompañado de su compatriota Alvin, reconoce su impresión por la representación de la Pasión de Cristo.

“Es muy impresionante cómo la gente vive su fe, su dignidad, los jóvenes y hasta los niños, cómo se van cargando su cruz, es impresionante y nos gusta mucho”, dice, en relación a los Nazarenos que desde las 8 de la mañana salen a las calles de los 8 barrios de Iztapalapa a cargar sus pesadas cruces.

Ambos forman parte de los dos millones de personas que acudieron a la Pasión de Cristo en Iztapalapa. Son entrevistados mientras sostienen unas tlayudas para comer, y esperan el inicio del juicio de Cristo. Beny cuenta que fueron a ver al Cristo encarcelado, a unas calles de la explanada del Jardín Cuitláhuac, y esperaban para después poder subir al Cerro de la Estrella para ver la crucifixión del fundador del catolicismo.

“Nos gusta muchísimo”, afirma.

La representación de la Pasión de Cristo, cumple 176 años. Para su escenificación se cierran calles y se utiliza el apoyo de cinco mil policías. Participan 500 actores amateurs de los ocho barrios, y 176 tienen diálogos.

La jornada del Viernes Santo es la más simbólica; inicia con el recorrido de los Nazarenos, que cargan pesadas cruces de madera para cumplir mandas para pedir por algún familiar enfermo, o para agradecer por toda la vida por la recuperación de un ser querido.

Uno de ellos es Bryan, de 19 años, quien carga una cruz de 120 kilogramos para pedir por su abuela, de 63 años y quien luego de caerse, se le rompió la mano y “se le deshizo y la tuvieron que operar”, recuerda el joven.

 

Eso ocurrió hace un año cuando empezó la manda. Su abue ha comenzado a recuperarse, y cuando lo haga, de todos modos él seguirá la manda. 

La cruz significa agradecimiento, salud, lo que los mantiene unidos como familia, explica. Luego de cuatro horas de cargarla, se toma un descanso y bebe agua de una bolsita. Reconoce que se siente físicamente cansado, pero espiritualmente satisfecho. 

Otros dos de ellos son Elías Campos, de 43 años, quien carga una cruz de 115 kilogramos, y va acompañado de su hijo Osvaldo, de 12 años. Ambos van con sus túnicas verdes y con los pies descalzos. Elías dice, mientras toma un descanso ante el calor de las 11 de la mañana, que en su caso la manda es para pedir por toda su familia y por sus difuntitos.

Pero además de iztapalapenses que participan como nazarenos, están los que acuden a ver al Cristo encarcelado, un  sitio al que no todos los visitantes llegan, pese a la fila que se hace de 350 personas.

Uno de los que acuden a la cárcel es Francisco, del barrio de San Ignacio. Participa en todas las actividades de la cuaresma, desde los carnavales, el Domingo de Ramos y el juicio.

Ya está acostumbrado al cierre de calles y no le molesta. “Las tradiciones hay que seguirlas”. 

Otro que sigue las tradiciones es Venancio Francisco Saldívar, del barrio de San Ignacio, quien en la cárcel toca una pesada matraca. Como Viernes Santo es una fecha de luto para los católicos, las campanas de las iglesias no se tocan y por eso se hace el llamado de esta manera, explica.

La vendimia también se hizo presente. Para algunos fue más que otros años. Sobre la calle Aztecas, donde iba a pasar Cristo luego de que lo sacaran de la cárcel, había sombrillas a 60 pesos, sombreros a 40, aguas, raspados y paletas, unas de 7 pesos, para el calor, según se lee en una cartulina rotulada.

Angel es otro de los visitantes. Él llegó desde el Centro histórico y es la segunda vez que testifica la Pasión. Le parece “muy bonita” y le gusta casi todo, desde Domingo de Ramos hasta la Resurrección.

“Hace calor pero es la fe a ver cómo Dios pasó todo esto”,  dice, sombrilla en mano, en primera fila y solo detenido por una valla metálica, para ver el juicio y escuchar las clásicas palabras de “justicia, justicia, que salga el gobernador”, dicha por los fariseos para pedir que salga Poncio Pilato.

En la zona para invitados y familiares de los actores, se ve a dos monjas. 

Una de ellas, la madre Susana dice que ambas trabajan en una casa hogar, pero como es Viernes Santo descansaron y las invitaron a ver la Pasión. Nunca habían asistido y les parecía muy interesante, dice.

“Está muy interesante. Se vive la Pasión, la espiritualidad y vivir el camino de nuestro señor desde la entrega de Judas y ahora la presentación de Jesús. Es como el camino de calvario”, describe la madre Susana, mientras su compañera sostiene una sombrilla.

Otro personaje que llamó la atención fue el luchador El Fantasma, quien se tomaba fotos con los romanos que se lo pedían.

Entrevistado por La Silla Rota, comenta que él ayudó con la rutina de ejercicios de gimnasio que formó parte de la preparación de Antonio Reyes en su papel de Cristo. De ahí su presencia en la Pasión. El luchador es humilde y dice que la preparación más fuerte, la de cargar la cruz, la hicieron personas de Iztapalapa.

Ya en el Cerro de la Estrella, donde es la crucifixión, se ve a personas detrás de vallas que esperan el paso del Cristo de Iztapalapa cargar su cruz. 

Uno de ellos, Eduardo, dice que llegó con su familia desde las 10 de la mañana. Vive en Atizapán de Zaragoza, Estado de México, pero le gusta la Pasión. Él, como otras miles de personas, esperan la culminación del Vía Crucis que es la crucifixión. El Cerro de la Estrella luce copado de gente y de cruces de los alrededor de dos mil nazarenos que participan con sus mandas.

Alrededor de las 16:30 horas, a unos minutos de que el Cristo de Iztapalapa fallezca, uno de los nazarenos, recargado en una roca, se quita sus sandalias y comienza a poner cinta microporo. La jornada está a punto de concluir y se adelanta a que le salgan callos, dice con cara de cansancio pero sin dejar de sonreír.

bl