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Historias de héroes sin capa tras sismo de la CDMX

Tras el sismo del 19 de septiembre en la CDMX miles de personas acudieron a los edificios colapsados para ayudar y rescatar a las personas de entre los escombros

Escrito en METRÓPOLI el

En medio de la tragedia tras el sismo del 19 de septiembre de magnitud 7.1 en la CDMX, se levantaron héroes anónimos que no visten una capa pero sí una pala y lo que tengan a la mano para ayudar en medio de la desgracia.

Sigue aquí la cobertura completa del sismo 

Miles de personas acudieron a los edificios colapsados por el terremoto que es casi imposible contar todas las historias de los rescatistas y personas que van a la zona de desastre a ayudar, algunos levantar escombros, otros cargar comida, o incluso a conducir un camión con víveres, de acuerdo al Debate

Políticos, deportistas, cantantes y actores comparten sus acciones en sus redes sociales; pero hay muchos otros que no tienen tiempo para subir fotos, prefieren invertir sus fuerzas en ayudar y contaron sus historias al diario El País.

En 1985 México vivió lo que hasta ahora ha sido considerado el peor terremoto con magnitud de 8.2, ahí todos los ciudadanos mostraron al mundo cómo se une un pueblo en busca de personas entre escombros, en dar a quien lo necesita y moverse a la zona del desastre.

A continuación te contaremos algunas historias de entre tantas que se crearon tras el sismo del 19 de septiembre en la CDMX.

“Aquella noche perdí la voz y tres días después todavía no la he recuperado”.

Marco Antonio González de la Concha, de 49 años, dirigió durante siete horas la entrada y salida de camiones, la llegada de voluntarios, las operaciones de rescate.

Habían pasado cinco horas desde el terremoto cuando un claxon sonó entre los escombros del edificio de Petén y Zapata, al sur de la CDMX.

Marco Antonio había abandonado la agencia de publicidad donde trabaja tras el sismo, cuando se encontró con las ruinas de aquellas viviendas, fue uno de los primeros en llegar a aquella zona cero que acabó reuniendo a más de 500 voluntarios y del que todavía se siguen levantando escombros.

“Solo pudimos rescatar a cinco, tres de ellos sin vida, y un perro pastor alemán”, relató entre lágrimas. Lo que no imaginaba Marco es que aquellos tres cuerpos eran el del hermano y los padres de uno de sus amigos de la Primaria.

“En las desgracias demostramos de qué estamos hechos los mexicanos”

Alejandra López, de 24 años, se enteró del temblor y pensó que haría más falta su ayuda cerca del epicentro, en Jojutla (Morelos), un pequeño pueblo que ha quedado prácticamente destrozado, a una hora de la capital y sin dudarlo se organizó con un grupo de amigos por Whatsapp.

Ocho horas después habíamos logrado llenar cuatro coches con ropa, mantas, medicinas y alimentos. Cuando llegamos no había llegado nadie y el municipio, donde se cayeron más de 300 viviendas, estaba deshecho.

“Las redes sociales son un factor nuevo de ayuda”

Cecilia Hidalgo Monroy, es una fotógrafa y empresaria mexicana, que vivió el terremoto de 1985, en esa época era estudiante del último año de preparatoria, cuando confirmó que su familia estaba bien, no dudo para unirse como rescatista, se dirigió a la casa de su pareja, Miquel Canals, que había sido una de las más afectadas de la avenida Ámsterdam, en la colonia Condesa.

La primera imagen que me vino a la mente fue una escena del 85, cuando buscábamos supervivientes. Yo formaba parte de una brigada de rescate y nos pidieron silencio, que apagáramos las luces para ver si se escuchaban ruidos que indicasen que había alguien vivo. Y se empezaron a oír ruiditos por todas partes. Fue impresionante.

Tras 32 años de haber vivido una experiencia tan fuerte, con el mismo espíritu, Cecilia y Miquel se subieron a su auto y junto a otros amigos forman parte de una brigada motorizada de suministros que opera desde el Centro Universitario México de la colonia del Valle.

La gente se vuelca. Las redes sociales son un factor nuevo y sirven de mucha ayuda, pero el espíritu es increíble, igual que entonces. Relató.

Cecilia indicó que aunque desea que esta vez el terremoto sirva para que las cosas cambien, no como el del año 85. "Es lo que quiero que pase. Que tumben a estos cabrones. A muchos pueblitos aún no ha llegado la ayuda. No existen protocolos de protección civil ni transparencia en las cuentas ni información congruente. La sociedad se está movilizando porque la clase dirigente no es de fiar".

“Estamos unidos solo con estar organizados”

La noche del terremoto, el productor Nicolás Celis, de 30 años, ayudó con plantas de iluminación al derrumbe del edificio en Laredo y Amsterdam, en la colonia Condesa, y también llevaron walkie talkies para comunicarse en un momento donde la mayoría de redes de telefonía móvil estaba caída.

En el cine lo más importante es la comunicación Dijo el productor de Pimienta Films.

Celis produjo Roma, la más reciente cinta de Alfonso Cuarón. El equipo de producción colaboró también con ayudar para Chiapas y Oaxaca tras el sismo del 7 de septiembre.

Pero el nuevo terremoto los sorprendió mientras preparaban un tráiler con seis toneladas de ayuda para el sur. Entonces enviaron los víveres a Morelos y a centros de acopio de la CDMX y donaron siete plantas de luz para facilitar los rescates a los voluntarios.

Hemos construido la confianza porque sí entregamos la ayuda. Añadió.

“La sociedad civil ha superado a las instituciones”

Juan Lara, de 49 años, se puso al volante de su automóvil de Uber en cuanto dejó de temblar la planta en que trabaja en Toluca, en el Estado de México, transportó víveres y dio conversación a los pasajeros que estaban más nerviosos.

El hombre contó que llevó hasta la colonia Benito Juárez a cuatro jóvenes con palas y picos y se transformó también en guardián de los más desvalidos cuando una mujer en la Condesa le pidió que llevara a su padre, ya mayor, a un lugar más seguro:

Le encargo a mi papá, asegúrese de que llegue bien, por favor. Le rogó.

 “Nunca se perdió el control”

José Rubén Vega, a sus 55 años, José Rubén Vega va por su tercer gran terremoto trabajando sobre el terreno.

El director médico del Sanatorio Durango, uno de los hospitales más cercanos a los edificios que colapsaron en las colonias Condesa y Roma Norte, estaba en su despacho cuando la tierra empezó a temblar y tan pronto se enteró de la gravedad del suceso empezó a coordinar las labores de evacuación y de preparación de un hospital de campaña en pleno camellón.

Donde alojarían a los pacientes que habían tenido que ser evacuados, rociaron el suelo de cloro para sanitizarlo e instalaron un hospital improvisado en plena calle Durango. Dentro del centro, seis quirófanos a pleno rendimiento se empezaron a preparar para atender heridos.

Las cinco primeras horas fueron caóticas en los alrededores, pero en ningún momento se perdió el control: ni con los pacientes que habían llegado antes del sismo, ni con los que traían de los edificios colapsados. Señaló orgulloso.

 “Si Dios me dejó vivir es por algo”

El terremoto no solo sacudió a la CDMX, también lo hizo en Atzala (Puebla), donde Lorenzo Vázquez preparaba la única misa de la semana, un bautizo en la iglesia.

Lorenzo contó que estaba leyendo el salmo de la misa cuando todo comenzó a moverse, con rapidez pidió calma a los asistentes, mientras arrimó a su compañero sacristán Sergio Montiel a una columna de la construcción. Todo se derrumbó y Lorenzo esperó a que el terremoto pasara.

No salimos cuando estaba temblando, salimos después. Relató.

Mientras contaba lo sucedido voltea a ver la iglesia en ruinas —sin techo y sin torres— como si no creyese que estuvo allí dentro y que salvó la vida.

Cabe indicar que once personas murieron cuando el pesado techo cayó directamente sobre ellos.

Él todavía tuvo la fuerza para rescatar a quienes resultaron malheridos. No sabe de dónde saco las fuerzas pero está seguro de que su fe tuvo que ver con ello. “Es la gracia de Dios y si él nos dejó vivir es por algo. Hay que seguir y ser fuertes”.

auc