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"Era una oscuridad horrible": Lucy

El martes 19 de septiembre, Lucía Zamora trabajaba en el edificio que colapsó en Álvaro Obregón 286; después de 36 horas sepultada, la sacaron de los escombros

Escrito en METRÓPOLI el

“Pasó muy rápido. Sentí que el techo cayó sobre nosotros y de pronto estábamos rodeados de escombros y vidrios. Todo estaba oscuro…era una oscuridad horrible allá adentro”, recuerda Lucía Isabel Zamora Rivera, quien quedó sepultaba bajo los escombros del edificio en Álvaro Obregón 286, de la Colonia Roma.

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La joven de 36 años, originaria de Naucalpan, Estado de México estuvo bajo lozas de cemento, vigas y pedazos de vidrio por más de 36 horas desde que el sismo de 7.1 grados sacudió la ciudad y derrumbó el edificio donde trabajaba.

La fotografía de su rescate dio la vuelta al mundo: su sonrisa al subir a la superficie, con el arnés puesto, es inigualable.

Lucy, como la llaman sus amigos, es consultora en mercadotecnia. El pasado martes 19 de septiembre a las 13:14 se encontraba en las nuevas oficinas del edificio, donde varios emprendedores, como ella, se reúnen para desarrollar sus proyectos.

Justo un minuto antes de que la tierra temblara, la joven, que promocionaba en sus redes sociales su curso de ‘storytelling’ para empresas pedía recomendaciones sobre un sistema para convocar a cursos. Al dar click en publicar, comenzó a sentir que todo se movía.

“Justo había mandado un post de Facebook, pidiendo una recomendación, un sistema de inscripción de cursos, lo posteé prácticamente un minuto antes de que comenzara a temblar”.

El techo cayó

Como la mayoría de sus compañeros de ese tercer piso, Lucy salió apresurada a las escaleras. Se movían de tal manera que le daban inseguridad. De pronto se encontró con su colega Isaac Ayala, quien le dijo que corriera hacia las escaleras de servicio.

Así lo hizo cuando a mitad de camino las paredes comenzaron a resquebrajarse y el techo cayó sobre ellos. Todo se derrumbó.

“Yo estaba camino a las escaleras, el movimiento era muy fuerte. Era muy difícil caminar, era difícil desplazarse, los vidrios se cimbraban. Cuando nos dirigimos hacia allá el techo cayó sobre nosotros…”.

Sin embargo, ni ella ni su compañero sufrieron un golpe de gravedad. Quedaron recostados sobre los escombros, con el techo a diez centímetros de su cara. Todo se oscureció. El polvo que se levantó por el derrumbe no los dejaba respirar.

“Quedé como en una posición diagonal, boca arriba. Mi cuerpo estaba estirado, pero toda mi parte derecha no tenía movilidad por la presión de las piedras, los escombros. No podía estirar del todo mis piernas, y poco a poco moviendo vidrios, escombros me fui acomodando para poder respirar un poco mejor”.

Lo único que Lucía Isabel tenía consigo era su celular y sus lentes, que salieron ilesos. Se los puso e intentó llamar a su hermana María Cristina para avisarle que estaba atrapada, pero con vida. Las llamadas nunca salieron; como en toda la ciudad la red telefónica cayó por algunas horas.

Todo lo que ella e Isaac escuchaban en las primeras horas, era silencio total, por lo que comenzaron a orar un Padre Nuestro y a rogar por que pudieran ser encontrados. Gritaban juntos por auxilio.

“Estábamos él y yo. Nos dábamos ánimo, pensábamos que los dueños del lugar, iban a estar buscándonos. En esas horas platicábamos juntos, rezábamos juntos y pedíamos auxilio juntos”.

La búsqueda

Ante su incomunicación, la familia de Lucía Zamora comenzó una búsqueda por redes sociales, encabezada por su hermana María Cristina.

Los cuerpos de rescate se enteraron que ella era una de las personas atrapadas bajo los escombros del edificio Álvaro Obregón #286, donde ya cientos de personas se habían movilizado para apoyar con la remoción de escombros.

A lo lejos, Lucy e Israel escuchaban helicópteros, personas hablando y maquinaria acercándose. Sabían que la ayuda llegaría, pero no cuándo: todavía nadie los escuchaba.

“Escuchábamos al principio algunos helicópteros, pero eran periodos de silencio también muy largos. Creo que como a las 4 o cinco horas empezamos a escuchar máquinas que entraban, pero nadie nos escuchaba, hasta el siguiente día”.

De pronto, la voz de uno de los rescatistas les llamó. Tenían más de 30 horas en la oscuridad, sin probar una gota de agua ni alimento.

“Al otro día, el ruido de las máquinas era mucho más fuerte, ya se empezaban a acercar. Escuchamos que alguien nos preguntaba nuestro nombre”.

Desde ese contacto, pasaron cinco horas para que quienes realizaban los trabajos lograran cortar las losas de cemento y las vigas para llegar a ellos. Cuando se acercaron un poco más pudieron darles a beber agua.

A pesar de que la hora de su rescate estaba cada vez más cerca, Lucía Zamora tenía miedo de que con el movimiento cayera sobre ella alguna piedra o trozo de escombro.

Volver a nacer

Fue hasta que llegaron a ella y le colocaron el arnés para sacarla, que estuvo segura de que vería de nuevo a su familia, a su hermana, fue cuando entonces sonrió.

“Cuando vi la luz, para mí fue volver a la vida, los rescatistas estaban muy optimistas, todo el tiempo me decían cosas lindas, que mi sonrisa era hermosa, que cuando saliera los invitara a cenar y una cantidad de cosas que te animan. Esa sonrisa (en la fotografía) la tenía porque pensaba en volver a ver a mi familia y también ver la luz después de tanto tiempo”.

Al salir el exterior, sintió de nuevo las gotas de lluvia en su rostro, el viento pasaba por su cabello, podía respirar aire fresco.

Lucía Isabel Rivera Zamora fue rescatada el miércoles 20 de septiembre, poco antes de las 8:00 de la noche junto a su compañero Isaac Ayala y Paulina Estrada Villegas, otra joven que se encontraba en el edificio de Álvaro Obregón.

Abrazó a su hermana María Cristina, quien estuvo en el lugar desde el martes por la tarde con la esperanza de verla de nuevo.

Ahora, Lucy espera que continúen los trabajos de rescate en las ruinas de donde salió, ya que considera que, como ella, pueden estar otras personas a la espera de que llegue la ayuda.

“Cuando estás allá adentro es muy difícil. Yo estuve consiente la mayoría del tiempo, no sabía lo que ocurría allá afuera, me imaginaba lo peor, pero, yo nunca perdí la esperanza ante el ruido de las maquinarias. Creo que si encuentran a una persona más va a valer la pena todo el trabajo que están haciendo. Si ahí hay alguien esperanzado en sobrevivir, vale la pena seguir con los trabajos”.

Lucía Isabel se encuentra bien físicamente, salvo a pequeños moretones y unos cuantos raspones. Emocionalmente está fuerte y ve su rescate como una segunda oportunidad que le dio Dios y la vida: ese día volvió a nacer.