Main logo

Coronavirus pega a restaurantes en CDMX, pero muchos salen a la calle

A pesar de la recomendación de tomar distancia y permanecer en casa, la gente salió este lunes a pasear por las calles de la Ciudad de México

Escrito en METRÓPOLI el

El flujo de personas que transitan en el primer cuadro del Centro Histórico parece el de un día normal o de asueto.

La gente en el Zócalo camina con su pareja, con su familia, con los amigos, se toman la selfie del recuerdo y algunos se compran algo de comer.

Frente al Palacio del Ayuntamiento al mediodía se instala la manifestación de cada día, en este caso de un grupo llamado Defraudados Hangares que acusan al Instituto de Vivienda de una estafa. A unos metros, sobre la plancha del Zócalo y frente a Palacio Nacional hay un plantón con casas de campaña de un grupo que se desplazó desde el estado del sureste para pedir mejores tarifas eléctricas para Chiapas.

c

A un costado de la Catedral, hay hombres emplumados que practican la medicina tradicional y que hacen limpias, y a unos metros se ven las visitas de turistas y religiosos al mencionado templo, viejo y portentoso.

La calle de Madero luce con sus tarjeteros, sus organilleros y sus estatuas vivientes que emboban a los visitantes.

Pero en todos esos sitios destacan algunos hombres y mujeres que sin dejar de pasear usaban un cubrebocas para protegerse del coronavirus, que se convirtió en pandemia desde el 11 de marzo pasado y que por lo visto no atemorizó mucho a los visitantes.

La declaratoria hecha por la Organización Mundial de la Salud ha obligado al cierre de fronteras y a la cancelación de eventos masivos. En algunas ciudades europeos y ya en algunas de Estados Unidos los habitantes sólo salen a la calle para hacer cosas indispensables como comprar comida. 

Pero en México, que aún no tiene casos de contagio de comunidad como otros países, la gente salió este 16 de marzo a pasear, pese a que sí ya pesa la recomendación de tomar distancia y evitar salir de casa. Sólo algunos negocios cerraron, pero fueron la minoría.

De los hombres y mujeres que salen a la calle solo algunos en su recorrido por el Centro Histórico de la Ciudad de México muestran su preocupación y usan cubrebocas negros, como de rockero, otros blancos tipo enfermero, algunos no se amedrentan ante el calor y los tienen colocados sobre boca y nariz para evitar la entrada de la perniciosa saliva ajena, aunque no esté comprobado que los cubrebocas protejan y más bien su función es evitar que los portadores contagien. 

Otros, cansados, los llevan abajo, a la altura del cuello, donde no cubre la cara,  y sin reparar en los posibles miles de portadores con los que se cruzan en su recorrido.

Una situación similar se ve en el Metro, donde son escasas las personas que portan un cubrebocas. En las mismas instalaciones del Sistema de Transporte colectivo no se ve gel antibacterial para las manos, como sí hubo en la crisis por el AH1N1 en 2009. Es cierto que el gel no mata al virus, pero limpia las manos que inquietas, prefieren tener gel a no tener nada cuando se van a la cara.

De acuerdo con la encuesta MITOFSKY para observar la opinión de los mexicanos respecto al avance del coronavirus, el miedo de los ciudadanos a contraer la enfermedad creció, alcanzando su máximo valor en la serie, pero el miedo a morir por esta causa se mantiene muy bajo a pesar de que una tercera parte de los entrevistados considera que hay más infectados de los que nos dice la autoridad.

RESTAURANTES CON MESAS VACÍAS


El miedo a la presencia del coronavirus, covid-19 o "como se llame" también se nota en las mesas vacías de algunos restaurantes de alta demanda.

Tres ejemplos son el Sanborns de los Azulejos, en Madero, delicia de visitantes extranjeros por su arquitectura colonial, habitualmente saturado en día festivo, pero que este 16 de marzo lucía con mesas vacías.

“Han de estar paniqueados”, dice con una sonrisa una mesera, que no vive el ajetreo de otros días. 

Otro ejemplo es el Bertico, restaurante también ubicado en Madero, a unos pasos de la librería Gandhi. Lugar de refugio para parejas o para quienes mueren de hambre y no hallan lugar en restaurantes de mayor renombre, este lunes tenía mesas sin ocupar, por lo que su amable encargado invitaba a entrar a quien se acercaba.

Otro sitio que no registraba lleno como suele tenerlo, era La Corte, en Uruguay a unos pasos de Avenida Pino Suárez. Famoso por su sustanciosa comida corrida que incluye de postre pan y helado, también tenía mesas desocupadas.

Además, algunos de los emblemáticos restaurantes del Centro histórico tomaron acciones como reducir la capacidad para tener más espacio entre los comensales; cambiar servilletas de tela, así como canastos de pan y tortilleros, por unos desechables, ofrecer gel antibacterial desde la entrada a los clientes; lavar vajilla y cubiertos a altas temperaturas, y desinfección constante de puertas y superficies. 

SIN MIEDO

Pero también hay quienes no tienen miedo al coronavirus. Que no atienden las recomendaciones de evitar salir, de tomar distancia. 

Un policía instalado en Pino Suárez, a unos pasos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dice que ve la misma gente de siempre. No ve miedo al coronavirus y él mismo es escéptico. Revive la teoría de que el AH1N1 fue una invención que sólo enriqueció a farmacéuticas y no descarta que la pandemia que ya llevó al gobierno de Claudia Sheinbaum a cancelar eventos masivos, en realidad sea real.

Uno de los líderes de la manifestación frente al Palacio del Ayuntamiento es cuestionado sobre si no les da miedo ir a manifestarse en tiempos de coronavirus. Wilfrido, antes de responder, hace una pausa y suelta una frase de manual: “la letalidad no es tan alta”. Pero por si las moscas, algunas de las que lo acompañan en su manifestación sí van con cubrebocas.

Más adelante, en las coloridas casas de campaña instaladas sobre la plancha del Zócalo, pertenecientes al Movimiento Comunitario de Resistencia, que proviene de Chiapas para pedir tarifas eléctricas justas, se ve a integrantes que comen despreocupados y otros se echan una siestecita. Otros tosen. Ninguno de ellos lleva cubrebocas.

Leticia, una de las que comen y que es la vocera, es cuestionada sobre si tienen miedo a la pandemia. 

“Miedo no, porque teniendo el cuidado correcto no pasa nada”, considera.

 

Sobre si sabe cómo se contagia el covid-19, responde que se transmite por la saliva y se evita con higiene en las manos.

Se le pregunta si no tiene miedo que se les acerque alguien con tos y les transmita el virus. A Leticia no le preocupa esa posibilidad. “Casi no se nos acercan, para serle sincero. Nos han de tener miedo”.

Reitera que la enfermedad no le preocupa y un hombre que comparte alimentos con ella interviene y dice que antes que la enfermedad, las soluciones a los problemas sociales son primero.

“Nuestro problema que tenemos con la energía eléctrica es lo que más nos preocupa”, añade ella. 

Al lado de la Catedral hay varios hombres y mujeres que practican la medicina tradicional y varios coinciden: este 16 de marzo hay más gente que otros días. Pero ninguno pide una limpia contra el covid-19. Los que quieren una limpia están más preocupados por las envidias y por las malas vibras de los compañeros del trabajo, no por la pandemia.

Incluso una de las señoras que se dedica a hacer limpias expresa que ella no cree en el coronavirus, que se trata de un invento y bromea al decir que el agua de bálsamo que echan alrededor del espacio donde hace sus rituales con plantas como la ruda, es contra el coronavirus.

Los citadinos desafían las medidas de sana distancia, pero se contagian de escepticismo, de teorías de la conspiración. Otro señor sentado frente a la catedral, dice que el coronavirus es una estrategia de los ricos que están enojados porque ya no los dejan hacer lo que quieran.

“Y de todos modos, de algo nos vamos a morir”, se resigna.