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“Cascarita” de travestis: Las Gardenias golean al machismo

Juegan en el Barrio Bravo, Ebraye contra Las Gardenias de Tepito, un equipo integrado por travestis y transexuales

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Escrito en METRÓPOLI el

Días antes, los vecinos las detenían en la calle para preguntarles si iban a jugar y a qué hora. El sismo del pasado 19 de septiembre ocasionó que eventos culturales y deportivos se cancelaran en la ciudad, o que no se tuviera el ánimo para acudir, pero en Tepito no ocurrió. En el barrio no hubo colapsos de edificios ni daños. La vida comercial y vecinal siguió su marcha. 

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Llegó el Día de San Francisco, fecha en que desde hace 50 años, en el deportivo Maracaná del Barrio Bravo se realiza un partido amistoso de futbol sui generis. Juegan el Ebraye contra Las Gardenias de Tepito, un equipo integrado por travestis y transexuales. 

El partido estaba programado a las 20:00 horas. A un lado, en la iglesia de San Francisco había fiesta. La gente entraba al deportivo con micheladas y antojitos. Se alistaban para el espectáculo. Los minutos pasaban y Las Gardenias no salían de los vestidores. Realizaban el ritual de maquillarse y ataviarse con el uniforme: licras negras y una entallada camiseta de color rosa mexicano. En pocas palabras “se enchulaban”.

Las gradas ya estaban a reventar y el campo también. La espera se volvió eterna. “¿Sí van a salir o ya se echaron pa' tras?, preguntaban tepiteños. “Ya se tardaron. Pues otra chela pa' la espera”. 

Se fue la luz. “Ya valió o así a oscuras van a jugar, no creo”. El apagón no sólo fue en el deportivo, sino en toda la cuadra. Regresó la electricidad y con ella la expectativa. Eran las 21:00 horas. “El año pasado no se tardaron tanto, no se porque no salen”, comenta una mujer que esperaba a Las Gardenias. 

Don Gustavo con ojos desorbitados por el alcohol se acercó con una caguama y vasos. “Ándele échense un trago”. Él es arbitro del deportivo. Tenía el cabello blanco y la mirada alegre. “Para que vean que el barrio es buena onda, no todos somos criminales”. Dijo que esa noche no trabajaría, le sacó porque luego las chicas encueran a quien se deje. 

La gente comenzó a chiflar y gritar para que salieran y comenzara el “show”. De entre el ruido se escuchó “ya cabrón”, eran dos jóvenes que se agarraron a golpes. Se hizo una rueda de curiosos. Los de seguridad se acercaron y los sacaron. Las manecillas del reloj avanzaban 21:15 y por fin salieron. Primero los integrantes de Ebraye y después Las Gardenias. 

Las once jugadoras pisaron el campo. Vino una ovación acompañada de harina. Corrieron y se agarraron de la mano, hicieron una reverencia dirigida al público que estaba en una de las gradas y luego, del otro lado.

Había niños y gente en el campo. El árbitro y los de seguridad los invitaban a que salieran del área de juego sino no podía empezar el partido más esperado del año en Tepito. “Puto el que no se salga”, gritó un espectador. Más chiflidos. Las Gardenias tomaron sus posiciones y comenzó el espectáculo. 

“Rubí” trabaja en una cocina económica en una de las calles que dan vida al barrio. Es famosa porque sale a los comercios a ofrecer comida. “Me conoce mucha gente, me saludan niños, jóvenes y señoras, de todo”.

Ella pertenece al equipo desde hace 10 años. “Me siento feliz, satisfecha y orgullosa de ser una Gardenia”. 

“Rubí”, “Rubí”, “Rubí”, le gritaban desde las gradas del deportivo. Traía porra. De vez en cuando saludaba desde el campo a sus admiradores. Nunca perdió el estilo que la caracteriza, amable y tímida. Corría tras el balón y cuando podía daba pases a sus compañeras. 

“Échale mamacita por eso vine”, se escuchó una voz de entre las gradas. Después vino el primer gol. El público enloqueció. Aventaba huevos, harina y botellas de plástico. Las Gardenias no se daban abasto, corrían y seguían el balón. También tenían que esquivar los proyectiles. Eran las estrellas, esa noche de luna llena.

La gente no paraba de reír. Las Gardenias se juntaron, entre todas apresaron a un jugador del Ebraye y lo desnudaron. “Me arrancaron un puto huevo”, dijo al subirse el short. Se acabó el primer tiempo. 

“Mamá esto parecen las luchas”, comentó un niño que estaba dentro del campo. Y es que el público de las gradas no paraba de gritar ocurrencias, porras, albures. Inició el segundo tiempo. Pasaron unos minutos y Las Gardenias decidieron concluir el partido porque la gente lanzaba hielo, harina, huevos y en varias ocasiones les pegaron. 

Iliana tiene tres años de ser una Gardenia. Se divirtió durante el partido. “El problema es que hubo mucho desmadre con los chamacos, la verdad no se puede jugar así”.  Para ella es un orgullo pertenecer a ese equipo porque representa “lo que es Tepito”.

Para el cronista de Tepito, Alfonso Hernández este partido amistoso se organizó por primera vez hace 50 años para reivindicar la diversidad sexual, a pesar de ser un barrio machín se adelantó a varios procesos de la ciudad en cuanto a la tolerancia. 

“Para ellos es importante dejar de ser los putitos del barrio y convertirse en ídolos a través de este partido donde la mayoría de la gente viene a ver como juegan contra hombres. Las Gardenias trabajan en estéticas, en cocinas o son comerciantes. Chambean duro y ahora se han convertido en ídolos”.