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“Aquí creció y vivió mi hija, aquí murió”

Alejandra vivía con sus padres en el edificio de viaducto, quienes trabajaban como conserjes

Escrito en METRÓPOLI el

En Viaducto Miguel Alemán y calle Torreón, donde antes estaba un edificio con decenas de oficinas, ahora está lleno de ofrendas, veladoras y coronas de flores en honor a las víctimas del sismo del pasado 19 de septiembre.

Algunos transeúntes pasa y toma fotografías, otros simplemente se quedan mirando, ahí se percibe una sensación estremecedora porque allí fallecieron personas aplastadas por toneladas de concreto demolido.

De acuerdo a La Vanguardia, hasta el lugar regresaron Porfirio Vicente Velasco y María del Rosario Cristóbal Luna, padres de Alejandra Vicente Cristóbal, de 24 años, una de las víctimas del sismo del 19 de septiembre en la CDMX de magnitud 7.1.

Ellos no trajeron ninguna ofrenda pero quisieron volver y durante una entrevista contaron que Alejandra era aficionada a la lucha libre y le faltaba un año para terminar la carrera de sociología.

La pareja no solo perdió a su hija sino también su casa y su trabajo, pues los padres además de vivir en el edificio, trabajaban como porteros.

Aquí creció y vivió mi hija, aquí murió. Dijo la madre mientras vecinos del sitio le dan el pésame.

Ese mediodía, su Porfirio había ido al centro y la María había salido, Alejandra, que estudiaba en la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa, no había tenido clases, así que se había quedado con su perrita Rubí en casa.

Unos días antes, en el sismo del siete de septiembre, ingenieros y protección civil habían pasado a inspeccionar el edificio. “Está todo bien”, les afirmaron.

El padre se enteró que el edificio se había desplomado y llegó hasta el siniestro preguntando por su hija.

Se cayó mi edificio, voy a ver a mi hija”, les gritaba a los policías que ya habían acordonado el área. “Ahí está mi hija enterrada, la voy a sacar viva o muerta, déjenme pasar”, les reprochó a los guardias. Pero lo agarraron y no lo dejaron pasar.


Allí se quedó a hacer guardia, a dormir, a esperar por noticias sobre su hija. Porfirio suplicó porque estuviera en la entrada, quería verla salir.

Era lo máximo, es mi hija. La vi crecer, vinimos de un pueblo humilde en Veracruz. Yo viví el terremoto del 85, sé lo que es. Aquí nació, aquí se quedó. Una niña muy bonita, estupenda, estudiosa, inteligente”, recuerda el padre.

El Sr. Porfirio también contó que a Alejandra le gustaba de la lucha libre,” admiraba a La Parka pero no era ni ruda ni técnica”.

Actualmente la pareja duermen en un salón de eventos donde María del Rosario trabajaba parcialmente. Del gobierno no han sabido nada.

-¿Es la primera vez que regresa desde lo que pasó? –pregunto a María del Rosario.

-Sí, aquí vivimos muy a gusto. Aquí perdí a mi hija. Se siente horrible estar aquí.

auc