A las 04:45 de la mañana, mientras la ciudad apenas parpadea, Rocío Hernández Gallegos, ya está de pie. Se prepara, recoge sus cosas y llega a la escuela primaria General Juan N. Méndez, donde, desde hace décadas, ha vendido dulces a generaciones de estudiantes. No es solo una vendedora, es "Chío", como cariñosamente la llaman los niños, quienes casi lloran al pensar que la correrían tras la entrada en vigor de la normativa que prohíbe la venta de productos chatarra.
La incertidumbre comenzó en marzo, cuando se enteró por televisión que ya no podría vender golosinas ni refrescos en dicha primaria, ubicada en la alcaldía Azcapotzalco. Sin embargo, el verdadero temor de los estudiantes no era dejar la comida chatarra, sino no volver a ver a la mujer que los acompaña todos los días en el recreo.
“Los niños pensaban que me iban a quitar y lloraban. Yo les dije que no, que iba a seguir vendiéndoles, pero otras cosas más sanas”, recuerda Chío en entrevista con La Silla Rota.
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Las dudas terminaron el 31 de marzo, cuando la directora del plantel reunió a los comerciantes y fue clara: no más productos chatarra dentro de la escuela. Si querían quedarse, tendrían que adaptarse a las nuevas reglas.
La prohibición de comida chatarra en escuelas forma parte de una serie de lineamientos emitidos por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Secretaría de Salud que buscan combatir los altos índices de obesidad infantil en el país. Aunque la medida ha generado opiniones divididas, su implementación ha puesto en ‘jaque’ a comerciantes como Chío, quienes dependen de estos ingresos para sobrevivir.
Doña Rocío tiene 59 años y, desde que tiene memoria, ha vendido estos productos a los niños de la primaria General Juan N. Méndez. “El puesto era de mis papás”, explica. En la mañana, coloca su puesto a un costado de la escuela, donde vende dulces a los niños que llegan, a veces, sin desayunar. A las 11:00 horas ingresa a la escuela, para vender en el recreo.
Es por ello que cuenta con dos menús: dulces, galletas, chocolates, chicles y jugos fuera de la escuela; dentro, se limita a vender semillas, palanquetas, agua simple, fruta y verdura deshidratada, como zanahoria, betabel, camote y jícama.
Más trabajo y menos ganancia
El cambio no ha sido fácil: sus ingresos, que antes eran de hasta mil 500 pesos semanales han caído hasta los 600 o 700 pesos a la semana. “Pero ni modo, hay que adaptarse a lo que venga”, dice
“Los primeros días fueron muy difíciles. Había niños que me compraban todos los días. Ahora se me quedan viendo y me dicen: ‘¿ya no tiene gomitas?’. Les explico que ya no puedo vender eso. Algunos se animan a probar las zanahorias o las semillas, pero otros se van”, cuenta.
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En su búsqueda por adaptarse, Chío ha comenzado a trabajar con proveedores que le traen productos naturales desde otras alcaldías, como las “chips de vegetales” elaboradas con verduras que se cortan finamente y se hornean hasta obtener una textura crujiente.
“Antes era más fácil, solo compraba las papas, los dulces, los refrescos en la tienda ‘Dulce María’ de Tacuba y ya”, señala.
Cambiaron hasta los tacos
Además de los dulces y refrescos, los comerciantes también tienen prohibido vender guisados empanizados y alimentos que contengan carne de puerco, aunque esto no esté impedido explícitamente en el Manual para personas que preparan, distribuyen y venden alimentos en las escuelas.
Es por ello que Doña Patricia, quien vende tacos dentro de la primaria General Juan N. Méndez ha cambiado su menú. “Ella me comentó que no puede meter milanesa ni nada empanizado, tampoco longaniza ni papas, nada de puerco”, dice Chío.
Ante ello, han optado por preparar tinga de zanahoria o de col, huevo con chile verde y arroz.
Capacitación pendiente
La prohibición de venta de comida chatarra comenzó el 29 de marzo y hasta el momento, doña Rocío dice no ha recibido ninguna capacitación sobre qué puede y no vender dentro de la primaria.
Tampoco ha recibido en físico el Manual para personas que preparan, distribuyen y venden alimentos en las escuelas que está en línea, aunque no todos los comerciantes conocen su existencia.
“Quedaron de dárnoslo (el manual), pero hasta el momento solo la directora nos dijo de su propia boca qué es lo que podemos vender”, asegura doña Chío en entrevista.
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Sobre las capacitaciones que Noemí Juárez Pérez, subsecretaria de Educación Básica, dijo que se realizarían del 31 de marzo y el 4 de abril, Chío dice que algunos comerciantes ya la recibieron, pero que ella aún no la recibe.
“La directora me dijo que después seguía yo. A mí me gustan porque aprendemos a mejorar”.
Asimismo, Rocío señaló que en la escuela les advirtieron que la primaria podría enfrentar sanciones en caso de que no respetaran los nuevos lineamientos contra la comida chatarra, por lo que dice que, aunque sea complicado, se adaptará a todo lo que le indiquen hacer.
¿Qué dice el manual?
Contexto: el documento que se encuentra en el sitio vidasalubable.gob.mx, explica los motivos de las autoridades para lanzar los lineamientos de comida para restringir el consumo excesivo de azúcares y grasas en las escuelas.
Señala que cuatro de cada 10 niños y adolescentes mexicanos tienen sobrepeso u obesidad, lo que arroja a 15 millones con mala nutrición; adicionalmente, apunta que nueve de cada 10 menores consumen bebidas azucaradas de forma regular.
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El documento busca que quienes operan las cooperativas o tiendas dentro de las escuelas estén comprometidos con el bienestar de los menores que asisten a las escuelas mexicanas.
Su busca que quienes venden alimentos ofrezcan productos saludables, económicos, de calidad y de temporada, además de que promuevan la formación de hábitos alimentarios saludables de las y los estudiantes.