Docentes de escuelas particulares denuncian que se han vuelto blanco de agresiones de alumnos sin que las instituciones tomen medidas. Tal es el caso de Lorena, profesora con una década de experiencia, quien hace un año fue amenazada con una navaja por uno de sus alumnos en plena clase. Según su testimonio, la escuela privada en la que trabaja no le ofreció respaldo, tampoco sancionó al agresor y ni siquiera le ofrecieron una disculpa.
La agresión ocurrió en una preparatoria de paga de la Ciudad de México. El estudiante, molesto tras ser reprendido por desatender una instrucción, encaró a la maestra y, con una navaja en la mano, le advirtió que “arreglarían las cosas por las buenas o por las malas”.
“Fue un momento muy fuerte, de muchísimo miedo”, cuenta. “Estábamos en una actividad en el aula, le llamé la atención por algo que estaba haciendo mal y reaccionó sacando una navaja. Amenazándome. Todos los compañeros vieron. Nos asustamos todos”, relata Lorena a La Silla Rota; por seguridad, la profesora solicitó no dar a conocer su verdadero nombre, ya que sigue laborando en el mismo plantel.
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Inmediatamente después del incidente, Lorena llevó al alumno con las autoridades escolares. Lo retuvieron, hablaron con él, pero ahí terminó todo. Pese a la gravedad del incidente, la institución no aplicó ninguna sanción y el adolescente continuó asistiendo con normalidad a la escuela.
Para Lorena, esto no sólo significó una amenaza constante a su seguridad, sino un mensaje alarmante para toda la comunidad escolar. “El director me dijo que el chico se iría al siguiente ciclo escolar, pero no fue cierto. Me tocó volver a darle clase”, lamenta.
Pese a que los estudiantes fueron testigos directos de la agresión, la mayoría de ellos se mantuvieron una relación con el agresor. “Ellos reconocían que lo que había hecho estaba mal, pero siguieron siendo amigos. Eso me parece que fue poderoso, ¿no? El mensaje que mandó la escuela: ‘Bueno, sí hizo esto, pero no hubo ninguna consecuencia, no pasó nada’”.
La profesora de Literatura no justifica el actuar del adolescente; sin embargo, considera que el mayor error fue de la institución educativa y de los padres del menor, quienes tampoco se acercaron a ella para ofrecerle una disculpa: “Creo que es un problema constante en colegios privados, ven a los alumnos como clientes y si los corren, se pierde una colegiatura”, afirma.
A pesar de todo esto, la necesidad económica obligó a Lorena a seguir laborando en el mismo plantel. “Lo hice porque necesitaba ese ingreso. Si no, me quedaba sin horas de trabajo”, explica.
“Los profesores somos el eslabón más débil de todo el Sistema Educativo”
El caso de Lorena no es aislado. René Rangel, maestro de secundaria, con ocho años de experiencia, también ha vivido la indiferencia ante situaciones graves, por lo que afirma “los profesores se han convertido en el eslabón más débil del sistema educativo”.
En su caso, René descubrió que uno de sus alumnos vendía vapes y marihuana dentro del transporte escolar. Lo reportó a la dirección; sin embargo, la dirección escolar decidió ignorar el caso pues “ya faltaba poco para concluir el ciclo escolar”.
“Nos han quitado toda autoridad. Lo llevé a dirección y lo que me dijeron fue: ‘Ya estamos en mayo, falta un mes para que se vaya. Ya para qué ejecutamos algún tipo de corrección’”, recuerda René, frustrado.
“La escuela se volvió una especie de zona de narcomenudeo. Se decía y se decía, pero al final era: ‘vamos a ver qué sucede’. Nunca hubo una acción”, señala.
A los pocos meses, el mismo exalumno intentó revertir los hechos acusando falsamente a René de mala conducta. Y lo más grave: se le creyó.
“Se le creyó de forma ciega, solo por el hecho de que él era el menor y yo el maestro. Y el maestro, por default, tiene que estar mal. Así funciona ahora: los alumnos acusan y los maestros somos culpables hasta demostrar lo contrario”, lamenta.
El profesor de inglés afirma que las direcciones escolares terminan cediendo ante las exigencias de los padres de familia: “Si el alumno saca 8 pero el papá exige 10, se le sube la calificación para evitar conflictos. Al final, en las escuelas de paga, el alumno también es un cliente”, dice.
“No se trata de castigar, sino de tener reglas claras. Ahora, ni siquiera podemos reprobar a los alumnos. No está prohibido, pero lo hacen tan burocrático que la escuela prefiere evitar el papeleo y aprobar al alumno para no meterse en problemas con la SEP o con los padres”, reclama.
¿Agresiones normalizadas?
De acuerdo con investigaciones académicas, las agresiones estudiantiles hacia el personal docente han sido “normalizadas” al grado de considerarse parte de la dinámica escolar.
El artículo titulado Violencia estudiantil contra docentes, señala que la violencia verbal, psicológica e incluso física es “minimizada” tanto por autoridades como por los propios profesores, quienes muchas veces prefieren no denunciar para no poner en entredicho su autoridad o estatus profesional.
El documento también revela que los estudiantes que agreden lo hacen sin consecuencias ya que los directivos optan por “arreglos internos”.
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“Los profesores que admitieron haber sufrido algún tipo de violencia señalaron que los estudiantes involucrados no modificaron su actitud tras manejar el conflicto a nivel institucional, por el contrario, se mostraban amenazantes señalando la desventaja del docente, lo que provoca un mayor malestar”, dice el estudio.