DÍA DE LA CANDELARIA

Tradición de vestir al Niño Dios: la fe derrota a la inflación

El 2 de febrero se celebra el Día de la Candelaria y es la fecha en que los fieles visten a los Niños Dios para llevarlos a bendecir

Créditos: Jonatan Amador
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Escrito en METRÓPOLI el

Al acercarse el Día de la Candelaria, la tradición de restaurar y vestir las figuras del Niño Dios continúa en la zona del Valle de México, en donde a pesar de que la inflación económica ha causado un incremento en los precios, la fe gana en las familias, que desembolsan cerca de mil pesos para arreglarlos. 

En la Plaza del Niño Dios, en Venustiano Carranza y Talavera, en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, hay de todo para vestir a los Niños Dios y celebrar el Día de la Candelaria, el 2 de febrero próximo.  

Al lado de los pasillos de la plaza, en puestos instalados que dan a la calle, se ven colgados o recostados los vestiditos de terciopelo, capitas, minitúnicas, pequeños ropones, minúsculas sandalias, sombreritos y resplandores. Como complementos hay palomas de plástico, bastones, canastas, sillitas y bases, como parte de la vendimia para que el Niño Dios luzca sus mejores galas.   Lo que no está a la vista pero todos los que van ahí saben que es necesario tener, es la fe en el Niño Dios.  

“Yo visto a los Niños Dios con la fe que tengo”, corrobora Ana Luisa Hernández Montalbán, dueña de un puesto dedicado a vestirlos, legado de su mamá y de su abuela.  


Es la fe la que también pone Máximo Vértiz García a su trabajo de reparar Niños Dios que le llevan a su taller, para que los deje como nuevos o por lo menos bonitos y enteros. Lo mismo arregla los que van solo despostillados de un dedito o un piecito, hasta los que se los llevan en pedazos luego de que a alguien se le cayó. A todos repara, sin importar si son de yeso, resina o madera.  

Comparte que a los Niños Dios más dañados y los cuales son los más complicados de reparar,  de plano les habla con fe para pedirles que se dejen arreglar. 

“Tengo la dicha de platicar con ellos, los agarro y si se me ponen difíciles y no se quieren dejar trabajar, les digo ‘ándale Niño lindo, déjate’ o cuando está muy difícil les digo ‘o te dejas o te dejo feo, tú sabes cómo quieres quedar’. Es un diàlogo que tengo con ellos”, describe don Máximo, a quien le gusta que le digan Max. 


Verónica Reyes es otra vendedora de vestidos, solo que a diferencia de Ana Luisa, ella vende tanto tradicionales como otros menos ligados a los santos, como son los de enfermeros, de médicos o cirujanos. Entrevistada por La Silla Rota, recuerda cómo luego de la irrupción de la pandemia de la covid19, en 2020, hubo un boom de solicitudes para vestir a Niños Dios de la Salud.  

La fe adquiere una representación, y esa es la del Niño Dios vestido, así lo cree Irma Amador, quien visitó la plaza para reparar el suyo, con un dedo despostillado, luego para comprar un ropón estilo bautizo y que esté listo para el 2 de febrero.

En el mercado “Filiberto Gómez” en Tlalnepantla, Estado de México, al menos 20 locales de la zona poniente de fueron habilitados para ofrecer los servicios de restauración y vestimenta. 

“Aquí vendemos vestimentas de casi todos los santos niños, Niño de Atocha, Niño Doctor, Niño del Cacahuate, el Niño del Perdón, Niño Misionero, el Niño de la Sanación, pero menos de futbolistas, artistas u otros personajes que nada tienen que ver con la religión. Luego los padres no los quieren bendecir, explica la señora Micaela Hernández quien atiende el local 22 del mercado. 


En el lugar se ofrece el servicio de restauración, “nos traen a los Niños Dios y si es restauración nos los dejan, los mandamos a taller y en tres días los tenemos con su vestimenta, según lo que pida los padrinos o los dueños”. Añade que la restauración es todo un arte, hay que formar una mezcla para restituir las piezas que falten, o pegar, como si fueran rompecabezas, cuando el Niño Dios se ha caído y se rompió, o bien cuando se trata sólo de una pieza como un dedo.

POR CARIÑO, PREFIEREN REPARAR A LOS NIÑOS DIOS 

Hay personas que atesoran a los Niños Dios que su mamá o abuela les dejaron. Por eso cuando se despostillan o rompen, prefieren mandarlo a reparar, que comprar uno nuevo. Ahí reside la importancia del trabajo de don Max. 

Instalado en su taller, acompañado de su esposa, María de Lourdes Quintanilla Velázquez, tanto él como ella tienen en sus manos un Niño que recibe su atención para ser reparado. En la mesa que los separa, se ven otras figuras de niños de diversos tamaños recostados, blancos o morenos, pero que tienen el rostro y cabello iguales entre sí. 

Se le pregunta a don Max cuáles son las reparaciones más comunes que le llevan cuáles las más difíciles de reparar.   

“La mayoría son puros deditos, pero cuando los dejan caer pues son puros pedazos, entonces por el cariño y el recuerdo de que se lo dejó su mamá, papá o abuelita, el Niño tiene un valor tremendo para el cliente. Hay quienes dicen ‘compro uno nuevo’, pero otros me piden ‘a mí me lo arregla con todos los pedacitos y no importa lo que me cobre’”, responde. 

“Lo más difícil es la cara, no hay que perder las facciones de los niños, tiene uno que estudiarlos para ver el tipo de rostro, incluso que sus labios estén sonrientes. Otra cosa es que al pintar los labios y la ceja le da uno su semblante al Niño”, continúa. 


Don Max tiene 65 años, 35 de los cuales se ha dedicado a arreglar Niño Dios. Aun recuerda que empezó cuando una tarde su madre le pidió ayuda, él se la dio y le gustó hacerlo. Entre tantos clientes que ha atendido, rememora a uno señor que llegó y entre sus manos llevaba un Niño de unos 40 centímetros, despedazado. El cliente le preguntó cuánto le cobraba por dejarlo de una pieza.  

“Lo vi y honestamente le respondí que no tenía remedio. El me insistió con la pregunta, cuánto me cobra. Le dije ‘le voy a cobrar 400 pesos por un niño de este tamaño’. Él me preguntó cuanto quería que me dejara”.  

Le dejó 200 pesos. Parecía mucho pero en realidad sí le costó mucho trabajo.  

“Le faltaban manitas, piecitos, era la pura cara y parte del cuerpo, entonces le tuve que poner manos, piecitos, formar la cabeza, por cierto me quedó chuequita”, dice un tanto apenado. 

PRIMERO LA PANDEMIA, AHORA LA INFLACIÓN

En el puesto de Ana Luisa Hernández Montalbán se ven varios vestidos de organza sencilla o bordada blanca, de terciopelo morado o verde, de encaje, además de algunas sillas para sentarlos o bases para los que van paraditos. La ropa que vende la hace ella misma, aclara.  

“Nosotros somos artesanos, no ambulantes”. 

Elabora vestidos del niño de las Palomas, de las Azucenas, de Atocha, Cristo Rey, el Divino Pastor, entre otros, aunque el mas vendido es el tipo bautizo, con ropón incluido. 

Sus manos no hacen vestidos de futbolista, de doctor o incluso de barrendero, porque no forman parte de la tradición que su mamá le enseñó, ni están relacionados con los santos, aclara. 

Ana Luisa recuerda que hace un año no instaló su puesto de vestidos para el Niño Dios. Tampoco lo hizo en el 2021, debido a la pandemia de la covid19. Solo hacía vestidos por encargo. Sus ingresos bajaron debido a ello. Para este 2023 espera se recupere. Los mejores días son los viernes, sábados y domingos, porque hay más visitantes. 

Por su experiencia sabe que las ventas o pedidos no cesan ni siquiera el mero Día de la Candelaria y no falta el o la distraída u olvidadiza que acuden por un vestido al mediodía del 2 de febrero, por eso también ya tiene unos hechos siempre, pero recomienda ir antes para alcanzar los del santo predilecto. 

“Si no, se viste de lo que haya”, advierte.  

La inflación ha impactado en su negocio y las telas han subido de precio, así como los accesorios, las varitas o los corazones, entre otras cosas. Sobre los zapatos no sabe, porque Ana Luisa no los compra, ella misma los teje. No vende sandalias porque ya casi nadie las pide, añade.  

LO VESTIRÁ COMO DE BAUTIZO 

Los visitantes a la plaza buscan el mejor vestido para su niño y los vendedores tratan de convencerlos. Uno de ellos le dice a una pareja “sí le queda, es el más grande que tengo”, aunque los potenciales compradores sólo se miran entre ellos, dubitativos. 

Una de las visitantes es Irma Amador, quien acudió a la plaza para reparar uno de los deditos de su Niño Dios, al que vestirá como se viste a los bebés cuando se bautizan, de ropón blanco o beige.  

Se le pregunta a Irma si repara al Niño porque le tiene cariño. Responde que en realidad quisiera comprar otro, pero están caros, y este se lo regalaron hace ocho meses, aunque también tiene otro más chiquito. En su familia vestirlo es una tradición que ha pasado de generación en generación y prevé que así seguirá.  

LA TRADICIÓN DE VESTIR AL NIÑO DIOS

La tradición católica establece que el Día de la Candelaria marca los 40 días del nacimiento de Jesús, y conmemora su presentación en el templo de Jerusalén. 

En un país predominantemente católico como México, donde 78 por ciento de la población declara formar parte de esta religión, de acuerdo con el censo del Inegi de 2020, la tradición de vestir a los NIños Dios forma parte de ciudades y pueblos. Los locales que venden ropa en los mercados, en enero colocan en sus aparadores ropita para los Niño Dios, y en el Centro Histórico además de esta plaza, hay locales establecidos que se suman a la vendimia. 

Quienes tienen un Niño Dios deben arrullarlo en Navidad y a partir de ahí cuentan con 40 días para vestirlo. También le pueden pedir a alguien que sea su comadre o compadre de Niño Dios y en caso de que acepte, entonces el padrino o madrina debe comprar la ropa y engalanarlo para el 2 de febrero.  

"Se busca a los padrinos para que lo arrullen la noche del 24 de diciembre, ello son quienes llevan los aguinaldos para los invitados", explica Alicia Sánchez, vecina del paraje El Llano, al norte de este pueblo de Cuautitlán Izcalli. 

“Los padrinos levantan y se llevan al Niño Dios el 6 de enero o antes y previamente al 2 de febrero lo mandan arreglar, sea sólo con su vestimenta o la restauración, lo ponen bonito para su presentación ante el altar el mero 2 de febrero, Día de la Candelaria”, refiere. 

LOS COSTOS DE LA RESTAURACIÓN DE LOS NIÑOS DIOS

La restauración de los Niños Dios va de acuerdo al tamaño, sus medidas van desde los 10 a los 40 centímetros, y de acuerdo a ello es el valor de la restauración y la vestimenta, como se parecía en los puestos del mercado Filiberto Gómez, en el Estado de México. 

El de menor tamaño, 12 centímetros o menos su costo de restauración es de 280 pesos, más ropa 180 pesos, y de los más grandes, de 40 centímetros o más su restauración asciende a 650 pesos más 450 de su vestimenta.

MRV