Main logo

“Prefiero cruzar América con mi hija en brazos que ser reclutada por Los Maras”

La Caravana Migrante llegó a la Ciudad de México la noche del domingo, esperan conseguir una vida mejor aquí o en Estados Unidos

Por
Escrito en METRÓPOLI el

Un muro de escudos de la policía de Ciudad de México los hizo estrellarse el domingo con su terrible realidad, esa que no logran dejar atrás por más que hayan andado kilómetros y kilómetros. 

El tortuoso viaje de esta nueva caravana de migrantes centroamericanos ha sido a ninguna parte.

La Casa del Peregrino, cerca de la Basílica de Guadalupe, en la alcaldía Gustavo A. Madero, fue habilitada de último momento en albergue de 246 adultos y 76 niños, niñas y adolescentes –según cifras oficiales– que sacan fuerza de donde parece no hay, para recuperarse y continuar en el intento de llegar a Estados Unidos.

Migrantes centroamericanos pasaron la noche en la Casa del Peregrino. (Foto: Ignacio Alzaga)

Bastó una llamada para que este lugar, que por medidas sanitarias de Covid-19 permaneció cerrado para los fieles católicos durante las festividades guadalupanas, se reabriera en cuestión de minutos.

Para algunos centroamericanos, da la impresión de que el gobierno de Claudia Sheinbaum trata de borrar el choque de policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) con integrantes de esta caravana, a quienes el 12 de diciembre les pusieron una muralla de escudos para impedir su paso hacia el templo mariano.

Los agentes detuvieron el avance a la altura del puente llamado, paradójicamente, La Concordia, en la colonia Santa Martha Acatitla, alcaldía Iztapalapa.

Hubo forcejeos, golpes, llanto, gritos y cargas de gas lacrimógeno; este lunes, en la Casa del Peregrino, el trato de las autoridades capitalinas es amable: tres alimentos por día, cobijas, pruebas Covid y el ofrecimiento de vacunas, que ninguno aceptó, según dijo Carlos Ulloa, secretario de Bienestar Social de la capital.

En contraste con lo que ocurrió en Iztapalapa, el gobierno de Ciudad de México dio la impresión de ser ejemplo de buen trato al migrante; hasta la titular de la Comisión de Derechos Humanos local, Nashieli Ramírez, estuvo en la Casa del Peregrino, cuando ha destacado precisamente por no aparecer casos polémicos, como el colapso de la Línea 12 del Metro que mató a 26 personas.

EL HOMBRE DE NINGUNA PARTE

Amílcar, Santiago o Matías, ronda los 70 años; piel oscura, agrietada por el tiempo y la diabetes, refleja desolación, dice ser un hombre solitario, sin familia. “Llámame como quieras, no quiero darte mi nombre, no tengo patria, no tengo nacionalidad, soy un ciudadano del mundo que está en un viaje que parece no ir a ninguna parte”.

Su rostro adusto revela desconfianza. “Dime Amílcar, Santiago, Matías, da igual, a mí de qué me sirve que me den asilo, si no me dan trabajo, yo quiero trabajo, ya sea en México o en Estados Unidos, hablo perfectamente inglés, puedo ser guía, lo que sea”.

Salió en octubre de algún lugar de Centroamérica; sus pies están rajados, sus tenis rotos, amarrados desde el empeine con agujeta para que no se desprenda la suela.

El hombre centroamericano habla perfectamente inglés, dice no reconocer patria como país. (Foto: Ignacio Alzaga)

“Sé que no va a gustar porque estoy en su país, pero el gobierno de México nos ha maltratado, humillado, sus autoridades han violado los tratados internacionales contra los migrantes, el domingo nos bloquearon, nos golpearon, nos gasearon, nos hacen ver como los agresivos, dejamos todo, no porque queramos o sea fácil, nada, nada es sencillo, no nos traten como parias; y los gringos, uf, esos gringos, son peores”.

Desde el domingo durmió en este albergue; bajo un bulto de ropa, que sirve de almohada, sobre un viejo camastro, tiene la Biblia.

“Lee los salmos 91 y 27, me entenderás”.

Cede y desvela un poco del misterio que decidió crearse. “Mira yo tenía trabajo, soy muy buen pintor, era contratista, pero se acabó, me alcanzó la miseria, la edad, la diabetes, soy un viejo, un viejo con fe en Dios, si llego a Estados Unidos qué bueno, si me quedo en México que sea con trabajo, uno que me permita vivir digno”.

El hombre admite que a pesar de sus creencias religiosas, guarda rencor. Se le insiste de dónde viene. La calma desaparece. Suelta: “Mi país no existe, no merece la pena mencionar un país donde hay maldad, corrupción, pobreza, donde no hay amor al prójimo, ya te dije que no tengo patria”.

CON LOS MAREROS NADA

Enma Estela Arteaga abraza amorosamente a su hija de cuatro años de edad; acaba de bañarla en el patio de la Casa del Peregrino y dice, brevemente, que solicitará asilo político en Estados Unidos. “Llegando allá, primero Dios, me entregaré a la autoridad migratoria, a ver qué sale”.

Prefirió andar miles de kilómetros que enrolarse con los “mareros”, como se les conoce en su natal Honduras a los criminales de las temibles pandillas Mara 13 y Mara 18.

Partió el 14 de noviembre con la pequeña Jazmín Elizabeth, de cuatro años, y una amiga a la que no pudo seguirle el paso “y se fue pa´rriba para ir a Estados Unidos”.

La mujer hondureña fue a la Basílica de Guadalupe para dar gracias a la virgen por su camino. (Foto: Ignacio Alzaga)

Es madre soltera, tiene tres hijos, pero Melvin y Víctor, de 7 y 9 años, se quedaron con su abuela.

No recibe pensión y tomó la difícil decisión de tratar de llegar a Houston, Texas, donde tiene una tía. “Salí como todos por la pobreza, cuatro bocas, tres tiempos de alimento, cada día, y yo ganando cuando me iba bien 3 mil lempiras al mes (unos 150 dólares), al menos necesito 15 mil para el alquiler, ropa, educación de mis hijos”.

Comenta que trabajó en un negocio familiar de venta de verduras, pero tenía que pagar a los “mareros” casi la mitad de su sueldo para que le dieran “permiso” de seguir con su actividad sin hacerle daño.

La mujer dice que La Mara le ofreció integrarse a la pandilla para matar, extorsionar, robar o vender “vicio”.

“Nada de eso señor, yo no nací para hacer el mal, soy muy creyente, ya fui a la Basílica de Guadalupe e hice una promesa, perdón por no contarla, es personal, prefiero romperme la espalda cargando a mi chiquita, despedazarme los pies, pero delincuente jamás”.

Muchos de los migrantes de la caravana han llegado con sus hijos en brazos. (Foto: Ignacio Alzaga)

Enma Estela está triste. Señala ue no sólo es porque dejó todo, sino por la forma en que los trató la policía capitalina en La Concordia. “Venimos en paz, queremos todos, eso sí, llegar a Estados Unidos, veníamos tranquilos, cuando nos acorralaron, nos trataron mal, la gente también se encendió, esto está muy mal por donde se vea”.

-¿Realmente crees llegar a Estados Unidos?

“Sí, la fe es lo único que no me quitarán, yo no voy pa´tras, ya no puedo, recuerde: cuatro bocas que alimentar. Aquí agradezco a Ciudad de México que ya nos traten mejor y con dignidad, sin embargo, seguiré andando”.

ME METÍ CON LA PERSONA EQUIVOCADA

Angélica Ordoñez es de Tegucigalpa, Honduras, viste un entallado y corto vestido rojo que no la hacen sentir incómoda a pesar de las miradas que se clavan sobre ella en el albergue; eso sí, nadie la acosa ni la ofende.

Cuenta que es una mujer trabajadora y honrada que para su mala fortuna se “metió con la persona equivocada”.

Indica que conoció a un hombre de “bastante plata” y vivieron juntos, pero él era obsesivo y celoso, que la encerraba durante días, hasta que un día la amenazó de muerte colocándole una pistola en la cabeza.

Por eso dejó su país en 2019 y se fue a Tapachula, donde se unió a la caravana migrante. “Trabajé en muchas tiendas OXXO, donde les dije a los dependientes que me dejaran abrir y cerrar la puerta para ganarme unas monedas, fui mesera en dos bares, las cosas ahí salieron mal porque tocaban mi cuerpo, y también trabajé en procesadores de plátano y papaya”.

Asegura que el Instituto Nacional de Migración (INM) le negó el asilo porque no creyó su historia de amenaza de muerte aun cuando ella refiere que sí entregó pruebas, por lo que su caso está en apelación desde febrero de 2020.

Aunque su intención es llegar a Estados Unidos, es realista y lo ve complicado. “Lo que Dios quiera, que me quede en México o en Estados Unidos, pero quiero estabilidad, legalidad y ganarme la vida adecuadamente, lo que es un hecho es que no puedo regresar a mi casa, porque ese hombre me mata”.

SE ME ARRUINARON LOS NIKE

Francisco tiene 22 años y una alegría que contagia, aunque contrasta con la reserva para hablar de su vida personal; no da su apellido por seguridad, pero cuenta que es de Ahuachapán, El Salvador.

Inició su viaje hacia Estados Unidos el 15 de mayo de 2021 y el calculaba estar allá en Nochebuena; ahora se encuentra en la Casa del Peregrino.

Sostiene que también ha recibido invitaciones para unirse a La Mara 13 o La Mara 18, pero siempre se ha negado. “Hombre, date cuenta eso de andar de criminal no es para mí, menos que ahora tengo una hija y una novia, por quienes pienso mandar si llegó, como dicen a los yunaited esteit, gano poco, la plata no alcanza, como todos lo que nos lleva es la pobreza y la tristeza”.

Ha caminado tanto que ya se le arruinaron dos pares de tenis Nike. Reconoce que eran piratas, pero muy buenos.


De sus andanzas no quiere hablar mucho, lo que comenta es que ni él ni sus compañeros pensaron nunca en subirse al tren, ni caminar por las vías, porque ahí andan los cárteles.

Cree que llegará a EU y trabajará como “hombre de bien, andar de maloso es lo de menos, pero no señor, eso no es de católicos, no señor”.

Habla también del enfrentamiento del 12 de diciembre con la policía. “Cállate hermano, que veníamos bien tranquilos, cansados, cuando nos dijeron no pasan, queríamos llegar a la villita, y ahí empezaron a golpearnos con sus escudos, la verdad yo me aparté, pero había niños, me llevé varios golpes, algunos compas se alocaron y agredieron, qué caso tiene, no los peguen”. Y con una sonrisa enseña algunos moretones el brazo y la espalda.


acz