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Madre de Anayetzin narra el calvario que vivió para hallar a su hija

Consuelo González comparte entre lágrimas lo que tuvo que pasar para encontrar a su hija, sin que aún haya justicia

Escrito en METRÓPOLI el

“Algo me decía que mi hija me gritaba: ¡mami, sácame de aquí, no quiero estar aquí!”, recuerda entre lágrimas Consuelo González.

El cuerpo de su hija Anayetzin Dámaris fue encontrado hace un mes con 16 puñaladas, en el clóset del departamento de su novio, en la colonia Lindavista.

Su calvario comenzó el viernes 6 de octubre. Por la noche, la señora Consuelo llamó a su hija de 26 años para invitarla a cenar tacos. Sin embargo, ella nunca respondió su celular.

Después de la llamada recibió un mensaje extraño y frío: “estoy en el trabajo todavía”. Pero a la madre de la joven ingeniera en Control y Automatización, por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) le pareció muy raro.

Anayetzin trabajaba en una empresa de ingeniería, pero nunca se había quedado tan tarde en la oficina.

“Me llega un mensaje diciéndome que estaba en la oficina, pero yo sentía ya raro porque nunca se había quedado tan tarde y aparte mi hija no es de mensajes, es de llamadas. Me quedé con esa duda…”, relata a La Silla Rota.

Después recibió otro mensaje, donde le decía su hija que se quedaría esa noche en la casa de su novio, Omar Arreola Quintela, de 23 años.

La joven ya había dormido en el departamento de Omar en un par de ocasiones, por lo que Consuelo ya no se preocupó tanto.

Pero el sábado muy temprano le llamó a su hija, sin obtener respuesta. A las 12:00 de mediodía recibe otro mensaje donde le dice que se encuentra desayunando. A las 3:00 de la tarde, le dice que está en Polanco, pero Anayetzin nunca contesta las llamadas de su madre.

“El sábado le hablo temprano y no me contesta, trato de comunicarme con ella y siempre me mandaba a buzón. A las 12:00 me dice que está desayunando, que al rato me habla. A las 3:00 de la tarde me dice que está en Polanco. Yo lo que quiero es oírla, le digo que me marque. Después me manda otro mensaje y me dice que se iba a quedar para un concierto en el zócalo. Y que el domingo era el concierto. Se me hizo raro, yo márquele y márquele”, detalla reviviendo la desesperación que sentía ese día.

A las 3:00 de la madrugada Consuelo recibe otro mensaje del celular de su hija, donde le dice que acaba de terminar el concierto y que al día siguiente llegaría a casa. Otro a las 9:00 de la mañana del domingo: “Ya voy en camino”.

Llegan las 11:00 y Anayetzin no está en casa, con sus padres y su hermano en el municipio de Ecatepec, donde viven.

“Le marco y ya no me entran las llamadas. Después son las 11:00 y no llega todavía. A las 12:00 le marco a este sujeto por WhatsApp. Me contesta y me dice que él la dejó en Indios Verdes, que se subió al camión, que no me preocupe, que al rato llegaba. Fue la última llamada que el desgraciado tuvo conmigo…”, dice con coraje en su voz.

La conversación con mensajes le parecía muy extraño a Consuelo. Anayetzin era más de hacer llamadas o si no, los mensajes eran con cariño y bromas, como acostumbraba tratar a su mamá.

“Los mensajes que me mandaba supuestamente mi hija, no era como me hablaba ella, siempre teníamos una forma muy linda de hablarnos. Me decía ‘gatita panzona’, ‘hermosa criatura’ y los mensajes que me mandaba ese fin de semana eran de ‘al rato te hablo, estoy ocupada’, cosas que no concordaban.

“Algo me decía en el corazón que él no era buena persona”

Anayetzin siempre fue cercana a su familia, por lo que en un par de ocasiones llevó a Omar a su casa y lo presentó a sus padres. Pero desde que Consuelo lo conoció, le dio mala espina.

“Desde que me lo presentó, algo me decía en el corazón que no era buena persona. Yo le dije que no me iba a meter en sus relaciones, pero que me diera el nombre completo, la dirección y el teléfono de este chico”, recuerda.

Gracias a esto, Consuelo sabía exactamente dónde buscarla. Acudió a la dirección que le dio su hija, en la colonia Lindavista. Ahí, una mujer que le arrendaba al novio de Anayetzin le abrió la puerta.

Ella tenía el presentimiento que en ese lugar estaba su hija, atrapada, sin poder salir, por lo que insistió en que la dejaran ingresar al departamento.

“Después de esa llamada fui a buscarla. “Yo tengo que encontrar a mi niña. Cuando estaba ahí afuera, algo me decía que mi hija me gritaba ‘mami, sácame de aquí, no quiero estar aquí’”, cuenta con angustia.

Para esto, la madre había acudido ya a las autoridades a levantar un acta por la desaparición de su pequeña, su hija menor.

La mujer que le abrió la puerta de dijo que Omar no se encontraba, que había desayunado con él y que en ese momento recibió una llamada de Anayetzin. Consuelo no le creyó. Como pudo, entró y se acercó a la habitación del joven. Ahí encontró un rebozo que su hija vestía el viernes que salió de casa.

“Vi el cuarto, vi una capita, un rebocito de mi hija. Le pedí su número para estar en contacto, pero no me lo dio, sólo tomó el mío y casi casi me sacó de la casa”, explica.

De nuevo acudió a las autoridades, sin respuesta concreta. Con el apoyo de su hijo y esposo, lograron localizar a la mamá de Omar Arreola, que vive en Xalapa, Veracruz, con el fin de que autorizara el ingreso completo al departamento.

“Me dijo: ahí está su hija… ella estaba en el clóset, muerta”

Esas horas del domingo fueron desesperantes para Consuelo y su familia. Lo único que deseaba era tener a su pequeña Anayetzin de regreso en casa.

Después de contactar a la madre de Omar, novio de su hija, el padre de éste acudió al departamento para abrirles la puerta, pero con una actitud molesta.

“Fue el señor y al principio no nos quería dejar pasar y le dije: si no me da permiso de revisar la casa, me voy a meter, porque mi muchacha no aparece y su hijo no da la cara”, recuerda.

El padre de Omar les mostró primero la planta baja, y, después subieron a otra habitación diferente a la que había revisado Consuelo más temprano.

Ahí, en esa habitación la madre de Anayetzin revisó minuciosamente. Toda la casa se veía muy limpia, demasiado. Olía también a jabón, detalla.

Ella estaba revisando detrás de uno de los sillones cuando el padre del joven le dice: ahí está su hija, apunta al clóset y sale de prisa del lugar.

“En la planta alta, en el primer cuarto que abrió estaba una recámara y me dice: aquí esta una cama, un sillón… Yo me asomé al sillón porque estaba separado de la cama, pensé que ella podía estar ahí tirada. Entonces él se voltea y me dice, aquí está el closet. Lo abre y luego dice: y ahí está su hija. ¡Él bajó corriendo!”.

Consuelo encontró a su hija de 26 años con golpes en todo su rostro y con 16 puñaladas en su cuerpo. Estaba tapada con una sábana. Tenía más de 50 horas muerta.

“Me puse a gritar que me la habían matado… Mi hermana me dijo que no la agarrara, pero quería ver que le hicieron a mi niña… la vi y estaba toda golpeada”, recuerda con sollozos y largos suspiros.

Ante los gritos de dolor de la madre, familiares que se encontraban afuera del departamento detuvieron a una patrulla que se encontraba cerca, por lo que lograron detener al padre de Omar antes de que se fuera.

“Para esto habían llegado la policía, porque unos familiares le hablaron a una patrulla que pasó por mis gritos y le dije a mi hermana: que me agarren a ese desgraciado, no se me vaya a ir. Así fue como agarraron al señor. Pero, ¿él que tan seguro estaba de que mi hija estaba ahí, si ella estaba tapada?”, cuestiona.

“Que agarren al desgraciado y pague por lo que hizo”

Consuelo González denuncia que las autoridades capitalinas no han avanzado en el caso de feminicidio de su hija Anayentzin Fragoso González. Lamenta que saben quién es el autor de su asesinato y aún no logran su arresto.

Familiares de “Ana”, como la llamaban de cariño ha publicado en redes sociales y con la ayuda de medios de comunicación, la fotografía de Omar Octavio Arreola Quintela con el fin de lograr su localización y detención.

“Lo que quiero es que lo agarren para que diga quién supo lo que le había hecho a mi niña. Este desgraciado desde el viernes me la mató. Tenía 50 horas muerta. Quiero que lo encuentren. Hay un dios, pero que pague en la tierra lo que hizo, allá arriba pagará cuentas, pero lo que quiero es que no le haga esto a otra familia. Pienso que está loco, porque para hacer lo que le hizo a mi niña…es muy horrible”, declara enérgica.

Consuelo y su familia esperan que las autoridades capitalinas den con el paradero de Omar y lo sentencien por el feminicidio de su hija para dar un poco de paz. También quiere preguntarle en su cara por qué la asesinó con tanta saña.

“Yo es lo que pido, para que mi niña tenga paz, es una angustia muy horrible. Saber, por lo menos, que lo tienen encerrado sería, por lo menos, dar un poco de paz. No sería completa porque eso no me devolverá a mi niña. Yo lo que quiero saber es por qué la mató. ¿Cuál fue su coraje? Quiero saber por qué lo hizo”, señala angustiada.

La madre de Anayetzin sospecha que los padres de Omar lo esconden. Ya no se han presentado a rendir sus declaraciones ante los citatorios del Ministerio Público.

“Mi niña no estaba embarazada”

Anayetzin era una joven amable, amigable y noble, describe Consuelo González. También recuerda que tenía una relación muy estrecha con su hija, con quien podía bromear y platicar de todo.

A la madre, las autoridades jamás le han mostrado los estudios que confirman que su hija estaba embarazada, por lo que ella considera que es información falsa.

“Yo no he visto ningún estudio ni nada. A mí las autoridades no me han mostrado nada. Yo escuché por los medios de comunicación, pero nada me han comprobado las autoridades”, afirma.

Consuelo resalta que Anayetzin tenía la confianza de platicarle lo que sea, porque tenía la seguridad de que la apoyaría en todo, aun así, estuviera esperando un bebé.

“Yo no creo. Una como madre sabe. Si ella hubiera estado esperando un bebé, ella me lo hubiera platicado, éramos como amigas. Ella no hubiera tenido temor en platicarme que estaba embarazada”.

fmma