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Los Pinos seducen en su primer día abierto al público

Este sábado la residencia oficial de Los Pinos abrió sus puertas oficialmente a todos los ciudadanos mexicanos; esto fue lo que se vivió

Escrito en NACIÓN el

Un ritual de optimismo tuvo lugar hoy en la residencia oficial de Los Pinos.

Envueltos en banderas tricolores, ataviados con trajes típicos o simplemente absortos, como cualquiera que contempla algo por primera vez, alrededor de 15 mil mexicanos se dejaron embelesar por los jardines y la imponente casa de 14 presidentes de México.

La residencia de Los Pinos debe su nombre a una finca donde Lázaro Cárdenas conoció a su esposa, Amalia Solórzano y permaneció cerrada para, como lo dijo Andrés Manuel López Obrador, el pueblo, hasta este 1 de diciembre.

Y sí: está rodeada de cientos de pinos, plantados por orden del propio Cárdenas en los años 30; se alza en una hondonada del Bosque de Chapultepec que puso a prueba la resistencia física de más de un visitante.

Para algunos fue un verdadero triunfo haber sido de los primeros en conocer un pedacito de sus 56 mil metros cuadrados; dato que algunos guías no se cansaban de repartir: "es 14 veces más extensa que La Casa Blanca en Estados Unidos".

Un gusto culposo atisbar dónde despacharon, comieron y durmieron los mandamás de este México tan sumido en la falta de sorpresa. 

Pese a que no quedaban objetos personales de los últimos inquilinos y pocos muebles sobrevivieron a la mudanza, los boquiabiertos y los cuchicheos no faltaron. 

Un cuarto totalmente en blanco, sin más que cuatro paredes, pudo ser la recámara de la pareja presidencial. O al menos eso susurraban unos. “Aquí pasaba lo bueno”, dijo un señor de bigote ralo a su esposa. Ella, sardónica y azuzándolo a seguir caminando, le respondió, bajito: “Ahí no pasaba ni ma..”.

Fue todo un divertimento. Aunque había muy pocas piezas de arte dentro de la casona, o mayor decoración, el gentío se sorprendía hasta con una alfombra dispuesta bajo un comedor para 30 personas.

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Por más incómodo que les resultara evitaban pisar la alfombra, o andaban sobre ella como si hirviera, de puntillas; uno que otro pedía disculpas a los guías, pero ellos repetían que, de hecho, se debía caminar por la alfombra hasta el siguiente pasillo.

Pero es que los muros altísimos tal vez imponían. O los candelabros que iluminaron comilonas entre jefes de Estado. La opulencia del Neoliberalismo, diría AMLO.

Lo poco que hubo hizo efecto para que miles de personas siguieran llegando. Más de 10 mil, se estima.

Una seguidilla interminable de teléfonos grabando se sucedía una tras otra. Todo mundo quería registrar el momento en sus aparatos y hasta evitaban hablar en voz alta, no vaya a ser que arruinaran su live.

Hasta los oficiales de la Policía Militar parecían al alcance de una selfie. Pero sus rostros duros y mirada fija no engañaron a la mayoría. Hacerles alguna pregunta era como el momento previo a aventarse a una alberca desde una plataforma de 40 metros.

Unos amaban con lanzarse, dudaban y reculaban. Los más decididos salían del reto más envalentonados que nunca. Nunca preguntar por qué pasillo continuar durante un recorrido fue tan emocionante.

En el inmueble estaba el búnker del ex presidente panista, Felipe Calderón, el cual decepcionó a unos cuántos. “¿Dónde está la cajita con el botón rojo pa’ aventar los misiles?” Dijo un joven con la playera de Oribe Peralta a su escudero, quien le contestó: “Yo que pensaba que estaría más chido, digo, pos si aquí cotorreaban con ‘El Chapo’ y ni cantinita hay”. 

Risas ahogadas, incluso la del guía de cabello largo y cicatriz de arracada en la nariz.

Ya afuera de la residencia seguía el ritual.

Todos parecían, de un modo u otro, conocerse. Se saludaban, bromeaban, se tomaban fotos o contaban chistes para sobrellevar la larga fila bajo el sol que serpenteaba la hondonada hasta la entrada de Los Pinos.

De las varias estatuas que inmortalizaron a presidentes mexicanos, y que decoran la escalinata hasta el inmueble oficial, las más socorridas fueron las de Enrique Peña, Carlos Salinas y Felipe Calderón.

Que si Salinas robaba pero sabía gobernar, que si Calderón debería ser juzgado por crímenes de lesa humanidad, que si Peña fue una mala broma y nada más.

Unos llevaron banderas con propaganda antipriista, otros se juntaron en un “¡sí se pudo, sí se pudo!” y otros viajaron desde Puebla, Chiapas y hasta San Diego, Estados Unidos, para multiplicar el optimismo.

Los más cautos, como Uriel Manzanilla, profesor de preparatoria, recordaron que algo similar se vivió en el 2000, cuando Vicente Fox y el PAN acabaron con décadas de dominio priista.

Remembrar la decepción que para muchos o pocos fue el sexenio de Fox engendró la duda en el académico: "¿y si pasa lo mismo otra vez?"

Una pantalla colocada en la planicie de la hondonada mantuvo expectantes a los que seguían, en vivo, la toma de protesta de López Obrador.

Después vinieron los ensambles musicales folclóricos que musicalizaron la experiencia de quienes sienten que, a partir de hoy, habrá borrón y cuenta nueva.

En el retén para acceder y salir de Los Pinos se respiraba también ese aire de vivir como en una página en blanco, una realidad alterna, casi bizarra.

Militares de manos toscas y voz mecanizada se esforzaban por ser amables al revisar las pertenencias de los visitantes y la paciencia que denotaban se antojaba irreal. 

Hay que tomar en cuenta que ellos eran parte del Estado Mayor Presidencial, un coto de poder casi indestructible, una cofradía secreta, y que ahora AMLO busca desaparecer.

Pero las personas querían más: fotos con ellos, alguna sonrisa o incluso que les aceptaran un bocadillo, porque “te debes de estar muriendo de hambre, mijo, de estar tanto tiempo ahí nomás parado”. 

-“No se puede pasar con alimentos, señora”.

-“Pos por eso”, reviró la mujer con audacia, lo cual desarmó al Policía Militar, el cual no pudo más que aceptar el paquete de galletas y esbozar una sonrisa.

Un ritual de optimismo tuvo lugar hoy en la residencia oficial de Los Pinos y los rituales persisten desde tiempos inmemorables. 

Éste solo debe de durar, por lo menos, seis años.

cmo

FOTOS: Así se vive la apertura de Los Pinos