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Lloronas o ciudadanos

¿Cómo queremos jugar: como postrados Moctezumas o como ciudadanos libres y maduros de una Nación democrática con soberanía inmanente? | Luis Farías Mackey

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Escrito en OPINIÓN el

No deja de ser curioso que López Obrador traiga a colación la conquista en estos momentos en los que, enfrentados éstos a aquella, su papel sería el de Cortés.

Pero no es de él de quien quiero hablarles hoy, al menos no directamente, sino de nosotros, los mexicanos que hemos asumido la actitud agachona y fatalista propia de los conquistados.

La conquista de la Gran Tenochtitlan por un puñado de aventureros ávidos de riquezas y gloria solo fue posible por la actitud de rendición anticipada de los Aztecas, que capitularon -no ante el conquistador, sino ante su propio mundo- al momento que tuvieron noticias que hombres blancos y barbados surcaban, en grandes canoas que volaban, las costas sur del hoy Golfo de México.

Moctezuma es el personaje que concentra en él la postración absoluta, el pánico paralizante, la entrega culposa que invadió a la gran mayoría de los mexicas.

Condicionado al tiempo cíclico, el Pueblo del Sol, como lo llama León Portilla, apagó el fuego en su ser y se dispuso a morir con el viejo sol, sacrificado ante el nuevo, no sin antes dejar el mundo abierto a su llegada.

Frente a esta postración mexica ante el destino y la fatalidad, creció el rencor larvado en los pueblos sojuzgados que, por igual, ciegamente se entregaron al nuevo dueño sin perspectiva ni conciencia de futuro.

Forzando un poco las similitudes, desde hace años se venía diciendo que en la segunda decena de cada siglo México se convulsa: 1810 la Independencia, 1910 la Revolución. Por igual, la falta de resultados de gobiernos de Estado-Nación en un mundo globalizado, donde las finanzas no tienen nacionalidad, territorio, ni sentido de pertenencia con sociedad alguna, derivó en México a gobiernos sin viabilidad y sin más propósito que depredar. Una generación de gobernadores, estos sí, Fifís, sin vocación política y sin sentido social, más sí con una gran voracidad e impudicia, abonaron el cultivo del rencor y desesperación en un electorado ávido, cual mexica, de sangre y, cual tlaxcalteca, de venganza. 2018 era pues el momento mítico y el electorado estaba listo a jugar el papel de aliado de aquel que manejara su rabia.

Bajo esa lectura se forja el ardid populista de la Cuarta Transformación, se aprovecha el fatalismo histórico (tiempo cíclico), el inconsciente social, la torpeza y desapego políticos de la clase política toda y, por delante, el rencor popular como savia.

El sistema de partidos y sus élites políticas se postraron ante López Obrador desde el inicio de su tercera campaña al hilo, a inicios del 2013. El INE fue su impúdico mechudo y como tal es pagado. Al Pacto por México lo supo vender como el fin del ciclo solar, como la traición a Quetzatcóatl y el enojo del sol; todo descalabro lo jugó como señal divina del fin de los tiempos y lo cantó en una “llorona” reciclada en redes clamando por sus hijos. Los pecados de Peña lo postraron ante López Obrador, cual Moctezuma frente a Cortés, en una entrega pactada, sumisa, vergonzosa y tonta, creyendo en su palabra de respetarle libertad, vida y riqueza. Al tiempo.

El punto, es que nosotros, los ciudadanos, pasamos del asombro al pasmo y de allí a la derrota total y fatalista. Todo acabó, nada se puede hacer… más que llorar por nuestros hijos: “… y era nuestra herencia una red de agujeros”.

El desfiguro de López Obrador ante la rechifla en el estadio de béisbol nos pinta a un Cortés ofendido con conquistados y aliados que osan por primera vez mirarlo a los ojos. Su actitud socarrona y trampera con lo de la CRE, su altanería a toda crítica y el desdén hecho gobierno, no habla de un presidente democrático, cuanto de un conquistador.

Más que con Hidalgo, Morelos, Sor Juana, Juárez, Madero, Zapata o Cárdenas; López Obrador se identifica en lo más profundo de su ser con Cortés, el conquistador, el nuevo sol, el hacedor de naciones, el sojuzgador de creencias, el domador de imperios. Su cuarta transformación no es un paso más y hacía delante en la larga vida de una Nación soberana y democrática. Es la conquista de un México que odia; su sometimiento y fin; la imposición de la nueva Colonia disfrazada de transformación. Por eso no construye, ni concita; derrumba y polariza; no  forja Nación, conquista para sí un imperio y una historia.

La cancelación del nuevo aeropuerto es para él una hazaña tan grande y temeraria como la matanza de Cholula; un aviso y demostración de fuerza y arrojo  ante los Moctezuma de hoy y el sometimiento abyecto de sus nuevos aliados. No sé por qué me viene a la mente el Verde.

Se queja que los conquistadores destruyeron templos prehispánicos para erigir católicos, pero la cancelación del aeropuerto no anda muy alejado de ello.

Cortés nunca supo lo que iba a encontrar, solo tenía noticias de tierras “nuevas” por Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva; caminó a su destino con una temeridad solo equiparable a su ignorancia y se aprovechó tanto de la postración de Moctezuma como del odio de los pueblos por él sojuzgados. Más allá de eso, solo buscaba el poder y la gloria personales; no le importaban las coronas de Castilla y de Aragón, menos sus pueblos, y ya no se digan los “originarios” conquistados. De la fe ni hablamos.

Ahora bien, ¿y nosotros? ¿Vamos a jugar a la muerte del quinto sol, al regreso de Quetzalcóatl, al fatalismo de Moctezuma?

¿Vamos a andar de nuevo la historia de despedazarnos entre nosotros bajo la batuta del rencor y la polarización?

¿Dónde está ese pueblo insuflado de poder ciudadano de la transición democrática, dónde aquél que impulsó equilibrios y taxativas al poder público; dónde el ofendido ante los abusos del poder?

Si Peña hubiese en los tres primeros meses de su gobierno asignado sin licitación más del 70% de los contratos firmados se hubiera incendiado México. ¿Qué nos pasa? ¿Dónde duerme México?

López Obrador actúa como actúa porque asume su triunfo en las urnas como una absoluta rendición ciudadana, porque lee en la crisis de partidos, en mucho por él larvada, el fin de la ciudadanía participativa. En suma, porque no ve poder ciudadano frente a él. Recordemos que él solo ve clientelas.

Sin embargo, le traiciona el inconsciente; todo gobernante le teme al voto de castigo y ése es nuestro, de los ciudadanos.

Por eso todo su programa de gobierno se constriñe a entregas clientelares, porque en lo único en que piensa y actúa es en cómo evitar que en el 2021 el ciudadano le cobre en las urnas sus afrentas y mañaneras mareadoras. Todos los días, con una insistencia casi suicida, nos lo dice y actúa, su único temor es el ciudadano solo, libre y sin control en las urnas en julio del 2021.

El ciudadano, no los partidos, no otro mesías; el ciudadano que exprese su enojo y malestar, su libertad y derechos, su voto. Eso es lo que espanta y atormenta sus escasas horas de sueño y silencio.

¿Cómo queremos jugar: como postrados Moctezumas o como ciudadanos libres y maduros de una Nación democrática con soberanía inmanente? ¿Cómo lloronas o como ciudadanos?

PS.- La similitud entre Cortés y López Obrador la hago valer para acreditar nuestra postración, sin compartir en nada con él su visión maniquea, interesada y distractora de la Conquista.

Templete sexenal

@LUISFARIASM | @OpinionLSR | @lasillarota