La intención del libro Ya no somos las mismas busca contar la violencia desde el cuerpo de las mujeres. Se le dan voz a los hijos de las periodistas asesinadas. A los alumnos de primaria y secundaria que son víctimas del narco. A las maestras que son amenazadas por sus estudiantes. Dentro de una guerra que no acaba, encuentran un poco de esperanza.

Esta compilación de textos escritos por reporteras, poetas, académicas, artistas, documentalistas, fotógrafas, escritoras, investigadoras es parte de una cobertura de Pie de Página que se llamó Mujeres ante la guerra, que buscaba documentar la violencia que se vivió en el sexenio de Felipe Calderón, dice en entrevista para La Cadera de Eva Lydiette Carrión, periodista independiente.

“El título de Mujeres ante la guerra se quedaba corto, la guerra continuaba, había la percepción de que se había acabado. Durante 10 años de cobertura de pensar en conjunto de manera colectiva, nos dimos cuenta que ya no éramos quienes habíamos empezamos”, es así cómo surge el título, dice Carrión.

La violencia se coló a las casas. Ya no hay un afuera ni un adentro. Te cuidas de la calle y te cuidas de tus padres. Los textos de las periodistas que conformaron st libro nos adentran a estas historias y muestra l violencia que se ha normalizado.

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Costos personales

Contar las historias de las madres que buscan a sus desaparecidos. Darle voz a las maestras que se empeñan en hacerles ver a sus alumnos que pueden ser más que un narco. Visibilizar la violencia vivida en los cuerpos; deja un antes y un después en las periodistas.

“Nos va transformando, quien te diga que no te cambia o que tiene una forma de defenderse es una mentira. Hay costos personales, que están narrados en las historias. Hay una historia muy conmovedora de Daniela Pastrana, habla del costo personal que implica haber hecho esa cobertura”, señaló Lydiette.

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Lydiette confirma que ella misma ha tenido costos personales, algunos de ellos se abordan en el libro, lo comparte en una entrevista corta que dio a La Cadera de Eva, ya que debía atender a sus hijos quienes habían convertido su oficina en un salón de clases.