Entre más rápido recolecten los frutos u hortalizas, más ganancias pueden obtener las mujeres jornaleras del Valle de San Quintín en Baja California, pero esto les exige rapidez lo que ha provocado accidentes que no son considerados como tal. Incluso, para evitar que vayan al seguro, el mayordomo de cuadrilla, es decir, el encargado de ese pedazo de tierra les sugiere que se vayan a su casa a descansar y regresen al día siguiente, dice Amalia Cruz, integrante de la organización Mujeres en defensa de la mujer para La Cadera de Eva.

Muchas de las mujeres jornaleras son el sustento de sus familias, ya sea porque se separaron o sus esposos se fueron a trabajar a Estados Unidos, cuenta Amalia. Por no perder su trabajo callan los abusos que han padecido, como hostigamiento, discriminación o violaciones a sus derechos laborales como darlas de baja en el seguro social.

“El problema más grave es que son trabajadoras sin un derecho, muy pocas están afiliadas al seguro social. Hemos encontrado datos muy preocupantes, dan de alta a las trabajadoras una semana y después las dan de baja, cuando van al seguro es cuando se dan cuenta, reclaman en recursos humanos y en ese momento las vuelven a dar de alta”, relata Amalia.

Amalia junto con otras mujeres se encarga de dar asesorías en Casa de la Mujer, tanto laborales, como de sexualidad, violencia de género y traducciones del mixteco al español, para que las jornaleras pueden exigir sus derechos o demandar si es el caso. Debido a los cursos que se les brindan a las jornaleras, han reconocido cuando sufren un accidente y exigen ir al hospital, en lugar de ir a sus casas a descansar. Otro de los avances ha sido que no despidan a las mujeres embarazadas y puedan gozar de su incapacidad. Esta organización cuenta con el apoyo de Fondo Semillas, quien les brinda recursos financieros para que sigan con sus labores.

 

Además, de las violaciones a sus derechos laborales como seguro social, adultos mayores sin jubilación y pagos injusto. Las jornaleras son víctimas de acoso y hostigamiento sexual por parte de los mayordomos generales, de cuadrilla, el apuntador, los choferes de camión y los encargados de regar los surcos.

“Al primer rancho donde yo llegué nos trataron muy feo, los mayordomos nos hablaban con groserías y nos discriminaban por ser diferentes y por ser mujeres. Muchas veces abusaban de sus puestos y si les llegabas a gustar te amenazaban con hacerte descuentos o que te dieran de baja si no accedías a ciertas cosas. ¿Y qué hacíamos? Quedarnos calladas, porque no había con quien ir. En los surcos trabajas todo los días todo el día, no puedes fallar un día porque entonces hay consecuencias”, dijo una de las jornaleras del Valle, en la presentación del libro Vivir para el surco.

"Maridos golpeadores, porque ellos mismos son infieles"

En Casa de la Mujer indígena también dan asilo a las mujeres que han sido agredidas por sus parejas. “El marido golpea a su esposa e hijos por alcoholismo, drogadicción o porque ellos son infieles”, relata Amalia.

Las mujeres integrantes de la Casa intentan dar asesorías legales y psicológicas a estas mujeres para que demanden. Sin embargo, muchas veces no lo hacen.  Amelia dice consternada: “yo no sé que les pasa, las tratan mal, les pegan y quieren regresar, les hace falta mucha ayuda psicológica”.

“Por ocho canastitas, nos pagan 18 pesos”

En las parcelas de Baja California se siembran hortalizas y frutos, en el caso de la fresa por cada caja con ocho canastas las mujeres cobran 18 pesos. Cada canasta tiene aproximadamente medio kilo de fresas que en supermercado cuesta entre 60 y 70 pesos.

Los dueños de la siembra son en su mayoría de origen estadounidense, pocos son de Baja California comenta Amalia, este proceso de importación y exportación eleva el costo del producto.

Las historias de los jornaleros y jornaleras del Valle de San Quintín están recopiladas en el libro Vivir para el surco, una investigación que retrata el rechazo de los trabajadores del campo a la constante violación a sus derechos, y también el progreso de organización y exigencia en la lucha de resistencia que han emprendido por una vida justa y digna, recordando momentos como la huelga del 2015. Estas páginas visibilizan la marginación y explotación que viven los y las agricultoras del Valle.