“El violar a una mujer debería ser un estigma social, así como el robar”, dice Andrea Medina, abogada y defensora de derechos humanos, en la primera mesa del evento “Resistir a las violencias”, organizado por La Cadera de Eva y la Fundación Elena Poniatowska. Quien junto con Wendy Figueroa, directora de la Red Nacional de Refugios; Ximena Ugarte, abogada del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicido (OCNF) y Edith Paredes del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (Cieg) reconocieron que el 2020 fue el año más violento para las mujeres.

Los movimientos feministas han y siguen estado al frente de esta doble pandemia, señala Wendy Figueroa, quien agrega que “ el 2020 fue el año más violento para las mujeres. Las violencias  fueron por razones de género, el covid-19 vino a profundizar, las desigualdades y discriminaciones ya existentes en el país, por lo tanto impactó de una forma más diferenciada”.

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La violencia contra las mujeres y las niñas has ido considerada la doble pandemia. Ya que al día son asesinadas alrededor de 11 mujeres al día, de acuerdo con la ONU; y cada dos segundos se hace una llamada al 911, según el SESNSP. Felipe Haro, coordinador de la Fundación Poniatowska e hijo de Elena Poniatowska reconoció que la pandemia vino a profundizar la desigualdad de género, ante la cual mantienen el grito de exigencia “Ya basta el maltrato a la mujer”.

Narrativas misóginas

Andrea Medina recalcó que la construcción del erotismo desde una cultura prostituyente es clave para tender la violencia hacia las mujeres. “Se excitan los hombres con mujeres que están en situaciones de vulnerabilidad, hay un vínculo entre la situación erótica y la violencia. Desde la investigación del campo algodonero, hay líneas de investigación en las que se ha ligado la desaparición de adolescentes con la explotación sexual”, dice.

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En este sentido, Wendy Figueroa agrega que la violencia contra las mujeres recae también en la naturalización de la violencia contra las mujeres, donde se crean narrativas de misogina e impunidad, las cuales se escuchan en la familia, entre las amistades, en los medios de comunicación y en las autoridades, quienes están al frente del país, lo que lleva a perpetrarla.

Para visibilizar la violencia que viven y vivieron las mujeres durante esta pandemia, el Centro de Investigaciones y Estudios de Género elaboró el micrositio “Covid-19 y género”, donde recopilan toda la información generada. En un principio notaron que hacia falta visibilizar esta problemática.

“Al no haber información sobre la violencia contra las mujeres, fueron recolectando documentos, una de las voces clave para nosotras fue la Red Nacional de Refugios”, dijo Edith Ortíz, académica del Cieg quien compartió cifras sobre la violencia en América Latina donde aumentaron las llamadas por violencia de género alrededor del 40%.

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Reconocer la violencia

Ximena Ugarte, abogada del ONCF, compartió que las mujeres víctima de violencia dejan su vida durante el proceso de la denuncia. En su intervención, la abogada relató que la revictimización se da desde el momento en el que las mujeres tienen que ir varias veces a denunciar, visitar edificios en malas condiciones, someterse a protocolos los cuales han sido calificados de ineficientes, “lo que se ha dicho es que muchas de las baterías  de las preguntas no eran necesarias. Se deben generar espacios de denuncia, donde no se estigmatice a las mujeres”, señala.

“Existen pocas fiscalías especializadas de feminicidio. De hecho, en este momento compañeras de Tlaxcala de Guerrero y de otras entidades federativas están peleando por la existencia de fiscalías especializadas, que no es nada más un mero nombre pues no de una Fiscalía si no implica una serie de recursos humanos materiales y de preparación técnica y de sensibilidad para atender los casos”, explica Ximena.

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En respuesta a la pregunta cómo debió enfrentar el Estado la violencia hacia las mujeres, Wendy Figueroa señala que reconociendo la problemática y enfrentándola desde una visión intersectorial, es decir, atendiendo las necesidades de cada uno de los grupos de la población. Además, Edith Ortiz agrega que se debe seguir con campañas y protocolos para la detección y prevención de la violencia y considerar al personal que atiende a las mujeres como prioritarias para recibir la vacuna.