“Fui gestante altruista para una amiga y un amigo que eran pareja; gesté y di a luz a gemelos. Fue una experiencia increíblemente traumática”, escribió Ana*, quien después de dos años del parto fue diagnosticada con estrés postraumático. 

Las agencias y clínicas se han dedicado a compartir historias de éxito y positivas acerca de la gestación subrogada; sin embargo, Ana contó su historia para informar que la subrogación puede salir muy mal, así como, generar un impacto de por vida en los cuerpos de las mujeres. 

“Creí ingenuamente que, dado que los partos de mis propios hijos habían ido bien, sería igual de fácil en un embarazo subrogado”, compartió la mujer, que también afirmó haberse informado y hablado con otras gestantes sustitutas. “Acepté hacerlo antes de saber lo suficiente sobre los procedimientos médicos extremadamente intrusivos y dañinos a los que tendría que someterme”, dijo. 

A parte de ingerir una gran cantidad de hormonas, tuvo que detener su ciclo menstrual natural de forma química para crear un ciclo artificial coordinado con el de la donante de óvulos, pero siguió por temor a “destrozar” a sus amigos, los padres con intención. 

IMPACTO DE LA SUBROGACIÓN

“Veo que sacrifique mi propia salud y seguridad para dar prioridad a los deseos de los padres intencionales”, escribió la gestante, ya que también dejó que le implantaron dos embriones con el fin de aumentar la posibilidades de éxito. Su estado emocional y de autoestima también se encontraba vulnerables, y Ana afirma que esto influyó en pasar por desapercibidas sus intuiciones de abandonar el proceso de gestación. 

La madre con intención comenzó a tener celos y enojo por la facilidad de Ana por quedar embarazada y ambos la presionaron sobre cómo y cuándo debía ser el alumbramiento. “Tenía que ser muy asertiva para dejar claro que se trataba de mi cuerpo y que el proceso fisiológico del parto funciona mejor cuando la madre se siente completamente segura y da a luz de la manera en que se siente más cómoda”, relató Ana. 

A pesar de eso, el parto fue “traumático”, sostuvo Ana. Además de que los parto gemelares suelen ser muy delicados, el alumbramiento de Ana no fue la excepción. Uno de los bebés ingresó en la unidad de cuidados intensivos neonatales, y ella terminó con un desgarro perineal de segundo grado. “Sentí que se creían - hasta cierto punto- dueños de mi útero y de mí”. 

Después del parto, Ana enfrentó acusaciones por parte de las matronas que afirmaban que ella había impedido ayuda en le parto; y durante dos años se realizaron cuatro investigaciones por parte del colegio oficial independiente de matronas. Todas las investigaciones exoneraron la culpabilidad de Ana y concluyeron que no hubo una intervención oportuna en una emergencia ni un control de la salud fetal durante el parto por parte de las matronas. 

SECUELAS DE LA SUBROGACIÓN 

Además del parto traumático y la culpabilidad, Ana afirmó que los padres con intención también la abandonaron durante todo el proceso de investigación. “Utilizaron mi útero y luego me desecharon” escribió la gestante, “fue la experiencia más degradante y horrible”. 

Incontinencia y diástasis de rectos fueron las secuelas de Ana por el parto gemelar que  tuvo para apoyar a sus “amigos”, que después de todo el abandono, ni la invitaron ni al bautizo. 

Aparte, toda la experiencia de subrogación tuvo un gran impacto en su salud mental de Ana ya que dos años después fue diagnosticada con trastorno de estrés postraumático. “Ahora estoy absolutamente en contra de todas las subrogaciones, tanto de las comerciales (que en mi opinión son completamente inmorales” como de las no remuneradas o altruistas. El riesgo de abuso es demasiado grande”, expresó Ana. 

Después de compartir su historia la gestante sostiene que ella recomienda ilegalizar todas las subrogaciones y que no se debería modificar ninguna ley que facilite la explotación de los cuerpos gestantes, ni de las las mujeres vulnerables. “Hay muy poco de ‘ético’ en la subrogación”. 

*Ana es un seudónimo propuesto. 

Con información de Tribuna Feminista