“Afortunadamente ninguna de las personas que han muerto de coronavirus en nuestro hospital tenía menos de 60 años” Médico italiano en Twitter 

“Cuidar a nuestros adultos mayores”. Ese es el lema oficial con el cual se combate a esta injusta pandemia, no importa en qué país región estemos, parecería (de forma muy superficial) que proteger a los adultos mayores es una prioridad. ¿Es cierto?  Al merodear por las redes sociales los comentarios, los artículos o referencias apuntan a un desdén por su salud y su vida. Da la impresión de que el discurso oficial no trasciende, vivimos en un mundo donde la juventud, la belleza y la productividad dictan tu lugar en la sociedad y eventualmente marcan “tu valor”. Si eres mayor, tienes discapacidades o simplemente necesitas un poco más de ayuda, no eres “tan valioso”. ¡Este célebre virus discrimina como humano! Se aprovecha de la vulnerabilidad de las personas para mermarlas e incluso en algunos casos aniquilarlas. Retoma una discriminación usual basada en la edad. 

Si eres mayor, tienes discapacidades o simplemente necesitas un poco más de ayuda, no eres “tan valioso”.

Hemos visto los números y porcentajes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la letalidad aumenta de forma importante con la edad y con la presencia de comorbilidades. Esta diferencia marcada por la pandemia, no es nueva; es una realidad de múltiples enfermedades pero que resaltan una actitud generalizada de la sociedad y la naturaleza.

Lee: ¿Qué pasará con los adultos mayores que hacen la limpieza en el Metro?

Los adultos mayores no tienen la misma realidad que los adultos jóvenes. Esto se hace más latente  conforme la epidemia se extiende y vemos los recursos desvanecerse. Un insidioso comando utilitarista dirige las preguntas éticas que afloran e invaden las salas de urgencias ¿quién debería ser atendido de forma prioritaria? ¡No hay tiempo, hay que decidir! Tenemos recursos limitados esa es la realidad, y no es posible tener un ventilador para cada individuo. Entonces ¿cómo se elige?, puesto que cada elección tiene consecuencias y no sólo para un individuo o la familia, incluso para el médico y las enfermeras que al final del día conviven con sus decisiones sobre las vidas de los demás.

¿Quién debería ser atendido de forma prioritaria? ¡No hay tiempo, hay que decidir! Tenemos recursos limitados esa es la realidad, y no es posible tener un ventilador para cada individuo.

Elegir no es sencillo, el acuerdo -tácito o no-  es que debe ser aquella persona que tiene más oportunidad de sobrevivir, es la norma del costo-beneficio. No obstante, el argumento basado en la edad es falaz, el estudio del envejecimiento ha demostrado que la edad por sí sola no es una variable suficiente para determinar la expectativa de vida de una persona. No es lo mismo tener 65 años que tener 80 años, pero la diferencia entre las personas de 80 años también es abismal; reconocer la heterogeneidad de la llamada tercera o cuarta edad es el inicio. Es posible que esta tendencia en la letalidad del virus se esté acentuado en los adultos mayores por la menor respuesta en la atención a ellos, esta tendencia debe criticarse por los criterios con los cuales se toman esas decisiones: parecería que prevalecen los prejuicios sobre la evidencia científica.  Entonces es un virus que discrimina y que invita a discriminar. 

Celebro la viva respuesta de solidaridad mostrada con los adultos mayores por sectores que por lo general muestran poco interés  casi anhedónicos,  desde horas especiales para hacer compras, apoyos económicos para los empacadores en los supermercados, constantes referencias hacia ellos y un acuerdo general de protegerlos. Se visibilizaron los adultos mayores, repentinamente son eje de la discusión en las familias, en el gobierno, en los hospitales. Lo que es una tragedia es que una pandemia que devasta a los adultos mayores tuviese que suceder para que se pusiera atención en este grupo  tan invisibilizado, tan desabrigado. Los brotes de solidaridad y comunidad empiezan a darse, esperemos que ésta también sea una pandemia que no se pueda detener, tal vez advertir la presencia de los adultos mayores sea el primer paso para cambiar la forma en la que interactuamos con ellos. No olvidemos que ellos seremos nosotros.

Addendum: Las voluntades anticipadas son hoy en día indispensables, decidir es un privilegio. 

*Natalia Sánchez, estudió medicina por la Universidad Nacional de México, especialista en Geriatría por el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán

@nat_san_gar