Pensar lo doméstico ha sido una de las herencias positivas que trajo el covid-19 a nuestras vidas. Mientras continuamos en la fase roja del semáforo epidemiológico, actividades básicas como salir al supermercado y conseguir comida se han convertido en odisea de alto riesgo.

¿Qué pasa si en las compras de pánico todo se acaba? ¿Y si algo del supermercado fue tocado previamente por una persona portadora de COVID19?

¿Y si el repartidor que amablemente lleva mi pedido tiene covid-19 y no lo sabe? ¿Qué tal si ese breve espacio en la puerta es letal? ¿La paranoia es parte de los nuevos sentimientos normales en tiempos de pandemia? ¿Por qué dependemos tanto de los productos del supermercado?

Al mismo tiempo, mantener el estilo de vida previo es ya imposible. La pérdida de empleos, el freno a la economía y en sí misma, la crisis generada por el confinamiento ha representado una oportunidad para mudar las actividades a la vida digital y transformar la manera en la que vivimos la cotidianidad escolar, laboral y social. Sin embargo, también nos ha hecho mirar hacia adentro para encontrar alternativas de intercambio que nos permitan satisfacer nuestras necesidades sin utilizar el tan escaso, para muchas personas principalmente mujeres, dinero en efectivo.

El covid-19 tiene que establecer en la nueva normalidad, un camino hacia la autonomía alimenticia como forma de rebeldía. Cultivar los alimentos básicos en casa, como verduras como jitomate, tubérculos como papa y hortalizas como zanahorias, se vuelve imperioso y práctico.

La primera gran lección de las mujeres zapatistas es que si cultivamos nuestros propios alimentos, nos volvemos independientes de industrias basadas en la explotación, químicos y conservadores. La independencia alimenticia es un desafío ante agendas saturadas pero también, es una oportunidad de re-conexión con la naturaleza. Una enseñanza básica para entender que :

“Como es adentro, es afuera; como es abajo, es arriba”.

La segunda vieja práctica que recobró su vultuosidad es el trueque. Iniciativas como grupos de Trueque Feminista en Facebook está logrando, a través de las nuevas tecnologías, que las mujeres sin dinero logren obtener despensa, ropa, objetos para sus hijas e hijos e inclusive, una forma de reactivar sus economías mediante el intercambio de servicios virtuales. Las Brujas Feministas, por ejemplo, administran un espacio donde las psicólogas dan terapia en línea y reciben servicios fiscales de contadoras que les brindan ayuda en sus declaraciones de impuestos.

Lee: La pandemia por covid puede alterar tu ciclo menstrual

Otras mujeres publican sus necesidades, utilizando un hashtag que indica la ciudad y zona en la que se encuentran, pidiendo leche, comida, despensa y a veces, refugio. La ayuda que obtienen gracias a la tecnología es inmediata y las reglas son estrictas: si pides y ofreces deberás cumplir con el acuerdo, con sana distancia; en caso de no cumplir, serás expulsada del grupo.

Como este espacio, el grupo de “Autocultivo Feminista” convocado por las mismas activistas ha logrado iniciar, a bajo costo y reutilizando botellas de PET, huertos urbanos en pequeños apartamentos que muy pronto, tendrán en casa los productos más básicos, nutritivos y libres de químicos para seguir enfrentando el confinamiento.

A pesar de que la nueva normalidad se impone, la previsión tendrá que ser el imperativo para alistarnos a los tiempos que vendrán y los trueques serán la base de las nuevas economías solidarias con las que podremos enfrentar la gran crisis que se avecina. En tanto, los grupos ya creados siguen creciendo y lo más importante: demostrando que en el feminismo, la sororidad económica también significa rebeldía solidaria.