La vida cotidiana de las personas se mantiene gracias a dos tipos de trabajo necesitamos dinero para pagar la luz, el agua y el gas; y también necesitamos que alguien limpie el baño, llame al plomero para destapar el lavabo, revise las tareas escolares y apresure a las niñas y los niños para asistir a la escuela. Históricamente, nuestra sociedad ha asignado el trabajo remunerado a los varones y el trabajo de cuidados, que incluye los quehaceres domésticos y el cuidado de las personas, a las mujeres.

Si buscamos en el diccionario, el término trabajo se define como una ocupación retribuida, son las labores o los servicios que se realizan a cambio de un pago, también se les conoce como actividades económicas o actividades para el mercado.

Otro concepto de trabajo señala que es el resultado de una actividad humana. Esta noción es más amplia porque considera tanto las tareas que se realizan para el mercado, como las actividades que se realizan para cuidar de las personas como: comprar la despensa, barrer la cocina y estar pendiente de las hijas y los hijos, así como de los adultos mayores.

TRES TIPOS DE TRABAJO

En México, si consideramos sólo a las mujeres y los trabajos que realizan, se observan tres grupos:

1) El grupo más numeroso está formado por las mujeres que a lo largo de sus vidas priorizan las actividades de cuidados las cuales no se pagan, son rutinarias, intensas física y emocionalmente, las cuales en muy pocas ocasiones se valoran y reconocen socialmente.

 2) Un conjunto reducido y muy selecto de mujeres han optado por no tener descendencia, sin embargo, realizan trabajo de cuidados y pueden o no trabajar a cambio de un pago.

3) El último es un grupo considerable de mujeres quienes, desde mediados de 1970, han dedicado más años de sus vidas a la combinación del trabajo remunerado y el trabajo de cuidados, aun en las etapas en las que sus hijas e hijos son menores de 6 años.

EL TRABAJO EN LA PANDEMIA

El mayor nivel de escolaridad, la disminución de la descendencia y algunos procesos económicos han jugado un papel importante en la toma de decisiones de las mujeres. Algunas de ellas han elegido (o se han visto en la necesidad debido a las crisis económicas) combinar el trabajo de cuidados que la sociedad les ha encomendado y el trabajo a cambio de un pago, de tal forma que experimentan una doble jornada extenuante, la cual viven con estrés, ansiedad, menos tiempo para el descanso y el ocio, y con problemas con su pareja (en tiempos de pandemia mucho más).

Algunos hombres -principalmente jóvenes, con mayor escolaridad y más recursos económicos- han incursionado en el trabajo de cuidados, desafortunadamente su participación aún es muy limitada en comparación con las mujeres (ellas dedican el triple de horas a la semana en comparación con ellos). Los varones que cuidan han optado en mayor medida por: jugar con los hijos e hijas, cambiar pañales y levantarse en las madrugadas para alimentar al bebé; y se encargan en menor medida de: lavar los platos, planchar las camisas del traje, pensar en el menú de la semana, organizar la cita con la pediatra y preguntarse cuándo hay que cortarles las uñas a los más pequeños.

Lo cierto es que ambos trabajos, el remunerado y el de cuidados, son esenciales para la vida y por lo tanto para el sistema económico, porque si las personas no son sujetos de cuidado no pueden realizar actividades para obtener un pago.

¿QUIÉNES SE DEBEN DE INVOLUCRAR EN LOS TRABAJOS DE CUIDADOS?

El trabajo de cuidados es fundamental y su responsabilidad no puede seguir quedando únicamente en manos de las mujeres. Los especialistas en el tema han señalado que el trabajo de cuidados requiere del compromiso integral de cuatro protagonistas: las familias, el gobierno, la sociedad civil y las empresas. Por dicha razón, a finales del año pasado nuestro país dio un primer paso al aprobarse el Sistema Nacional de Cuidados, sin embargo, es un proyecto titánico que necesita reforzarse a partir de la asignación de recursos por parte del gobierno.

Mientras esto sucede, podemos empezar a trabajar desde nuestras familias. Si buscamos un mundo más justo y una sociedad en la que las desigualdades entre mujeres y hombres sean menores, nuestra tarea es asumir la responsabilidad colectiva para repartir el trabajo de cuidados y no dejarlo exclusivamente en manos de las mujeres, como se ha hecho hasta ahora en la mayoría de las familias. Las actividades de cuidados tienen que ser distribuidas entre todos y todas, también los más pequeños pueden participar de acuerdo con su edad de tal forma que incentivemos un cambio social en las generaciones más jóvenes.

Podemos empezar por preguntarnos… ¿Qué tanto me responsabilizo del cuidado de mi hogar y del buen vivir de las personas con las que convivo a diario?

Nina Castro Méndez es Doctora en Estudios de Población por El Colegio de México y Maestra en Población por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede México. Docente del curso de demografía y metodología de la investigación en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Integrante de la Red teTra “Red temática Trabajo y condiciones laborales”. Sus intereses de investigación son: trabajo remunerado y trabajo de cuidados, las desigualdades a lo largo del curso de vida, y el análisis demográfico longitudinal y secuencial. [Correo electrónico: nina_castro@yahoo.com / Twitter: @ninacasmen]