Todo inició con un corazón roto: Mariana acababa de salir de una mala relación amorosa cuando decidió entrar en el mundo de las sugar babies y los sugar daddies. Su intención desde el inicio fue obtener ganancias materiales al relacionarse con hombres mayores, pero afirma que también fue una experiencia empoderante. 

 

“Va a sonar muy feo, pero ya no quería darlo gratis”, contó en entrevista para El Podcast de Eva.

Un amigo fue quien la presentó con su sugar daddy; su primer encuentro fue en un bar, donde le ofreció comprarle todo lo que ella pidiera. Esa noche, el sugar daddy gastó en ella unos 8 mil o 9 mil pesos aproximadamente. 

Al establecer los términos de la relación o intercambio, para ella fue muy importante saber que el hombre con el que iba a estar no tenía esposa:

“Yo sí le pregunté si era una persona casada, porque obviamente, en ese tema, yo no me quería meter. Él me dijo que no, que estaba divorciado”.

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El acuerdo

Aunque no inició siendo una relación de intercambio estrictamente sexual, con el tiempo ella recibió beneficios económicos, y él, la compañía y el sexo que Mariana ofreció al intercambio.

“En mi caso, la relación era súper abierta. Él tenía 57 años, y los dos sabíamos a qué íbamos; él sabía que yo necesitaba ayuda económica, y él quería las cosas físicas y sexuales”.

¿Ser sugar baby puede ser empoderante?

“Lo que yo más amé de tener un sugar daddy, más que las cosas materiales y todo eso, fue que me subió al cielo. Mi autoestima subió muchísimo porque ese hombre me ponía en un pedestal”, Mariana afirma que el salir con su sugar daddy le ayudó a ser más segura de sí misma.

Desde su experiencia, Mariana piensa que ser sugar baby sí es una forma de empoderamiento porque, a diferencia de las relaciones amorosas, conoces los costos del intercambio entre hombre y mujer:

“Yo siento que sí es una forma de empoderamiento, porque cuando entramos en una relación amorosa y damos nuestro cuerpo es un intercambio de amor [...] En cambio, cuando entramos en una relación de estas, es un intercambio de costos, y la verdad yo sí siento que es empoderante”.

Mariana hizo énfasis en que ser sugar baby no tiene nada de malo, puesto que es un acuerdo en que las mujeres pueden darse un valor. Contó que tiene una amiga que se dedica profesionalmente a ser sugar baby, y solo se relaciona con hombres que tienen la posibilidad de pagar absolutamente todos sus gastos. 

Ventajas y desventajas

Con su sugar, Mariana pudo pagar dos meses de su renta, adquirió zapatos y vivió experiencias en lugares caros, además de pagar algunas despensas mensuales. Puntualizó que esos beneficios económicos no siempre se pagan con sexo: algunas sugar babies solo brindan su compañía y su conversación.

Una de las principales desventajas, según cuenta Mariana, es el prejuicio de las personas y las miradas que recibían al estár en público: “él tenía 57. Obviamente si lo ves conmigo en la calle, se nota la diferencia de edad [...] Cuando él me quería besar en la calle las miradas nunca faltaban”

5 riesgos de tener un Sugar Daddy

La ex-sugar baby cuenta que, al entrar en ese mundo, el autocuidado es algo que no debe olvidarse, especialmente para no salir dañadas física y emocionalmente, por lo que es importante estar segura de con quién quieres relacionarte y cuidar tus sentimientos: 

“Se puede volver muy dañino relacionarte con alguien que no te gusta en ningun sentido, solo por el dinero” “Una también debe cuidarse emocionalmente de no salir herida y también físicamente”

¿Ser Sugar baby es lo mismo que prostituirse? 

En cuanto empezó la relación con su sugar daddy la relaciones sexuales no eran una exigencia por parte de él. Mariana cuenta que la primera renta y las primeras cosas que le compró no fueron a cambio de sexo. Ella decidió cuándo quería iniciar a tener sexo con él, por lo que Mariana piensa que no es lo mismo que la prostitución, porque el sexo no siempre es lo más importante. 

“En muchas ocasiones no es el acto sexual lo que buscan, sino posicionarse más alto al salir con una mujer más joven”, afirma Mariana.

A pesar de su experiencia, Mariana dice que no lo volvería hacer, porque piensa que una relación amorosa donde hay confianza y compañerismo, también puede convertirse en un apoyo económico mutuo para los momento de crisis. 

“Yo siento que sí hay que liberarse del estigma porque también es una forma de romper con esta idea de que las mujeres nos tenemos que enamorar, que somos pura bondad o que, en el otro extremo, ya nos prostituimos; hay puntos medios donde hay otro tipo de intercambios” enfatizó Mariana.