El Tae Kwon Do (TKD, es un arte marcial de origen coreano, llegó a México aproximadamente en 1968 y a partir de ahí iniciaron los intentos para posicionarlo y diferenciarlo de otras técnicas marciales ya existentes.  Antes de llegar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) un equipo entrenaba en el Club Deportivo Hacienda con el profesor Dai Won Moon. Después la UNAM les abrió un espacio para entrenar poniendo al frente a José Sámano que junto a otros taekwondoines lograron posicionar y formar un grupo de alto nivel de competencia. Al mismo tiempo la semillita se quedó en el Club Deportivo Hacienda y el do chang quedó a cargo de la Dirección técnica de Miguel Ángel Franco, respaldada por la Asociación de Karate de Estados Unidos (USKA) a través de Travis Lee Everitt, primer cinta negra en TKD en México, quien formó una nueva línea en esta disciplina marcial, escuela donde yo me forme por ahí de 1985 durante 11 años.

Al inicio del TKD los participantes eran solo hombres, ya que no era considerado “un deporte” para mujeres, por ser de contacto “rudo” es decir desde los roles y estereotipos una mujer taekwondoina podría ser lastimada ante su “fragilidad femenina”. En el Club Deportivo Hacienda durante los once años de mi formación siempre hubo un 30% de niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres en los diferente grados, las resistencias era más por parte de los padres y madres de familia que por la disciplina, era indistinto ser hombre o mujer para practicar.

El TKD de la UNAM formó un equipo con una filosofía diferente a la del Club Deportivo Hacienda dentro del cual había dos taekwondoinas mujeres que abrieron brecha, Mónica Torres Amarillas y Dolores Knoll, la primera ganó la medalla de bronce para México en los juegos olímpicos de Seúl, lo cual contribuyó para que el TKD se incluyera como deporte de exhibición. Y es hasta el 2000 en Sidney que el TKD obtiene el registro y reconocimiento como un deporte olímpico legalmente.

Dolores Knoll

Mónica Torres abrió el camino para que un mayor número de mujeres pudieran integrarse a nivel competitivo. En 1989 recibió por sus diversas medallas el Premio Nacional del Deporte. Más adelante Iridia Salazar participo en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y obtuvo la medalla de bronce. Para el 2016 María del Rosario Espinoza ya había logrado tres medallas olímpicas, plata (2016), bronce (2012) y oro (2008). También hay Taekwondoinas en paralímpicos una de ellas es mi paciente Daniela Martínez quien ganó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Lima, Perú en 2019 y en este 2021 participará en los Juegos Olímpicos de Tokio el cual se pospuso el año pasado por la pandemia.   

María del Rosario Espinoza

TKD como una filosofía de vida

El TKD puede verse como un deporte de alto impacto, sin embargo para mí fue una disciplina que me acerco a una filosofía de vida, con un alto impacto interno diría yo, en la cual comprobamos que la suerte no existe, que los resultados que obtengamos son a partir de nuestra práctica comprometida, esfuerzo, valores y responsabilidad. De ahí que al entrar al do chang lo más importante era nuestro dobok que tiene diversos símbolos y nuestro espíritu humilde para dar y recibir, al entrenar no se permite el uso de aretes, pulseras, collares, y/o cualquier objeto para evitar lastimar, pero también para evitar “respaldarnos” en ellos para que nos “vaya bien” no podemos pensar que un objeto realice lo que nosotras mismos/as no podemos hacer. Las mujeres entrábamos a cara lavada, lo cual en la adolescencia era un poco incómodo para mí, llegar a las siete de la mañana a clase sin gota de pintura, no era mi mejor cara, con el tiempo me sentí liberada.

También pude vivir que el equipo al que pertenecí al igual que mi hermano y mi hermana ha sido hasta el día de hoy una de mis familias elegidas, hombres y mujeres diversos y de diferentes edades siempre mostrando respeto y compañerismo, quienes pasábamos muchos años compartiendo fines de semana, las veinticuatro horas, cuidándonos y apoyándonos en el entrenamiento, en las competencias, durmiendo en los traslados, en los diversos gimnasios, es decir la filosofía de nuestra disciplina nos permeo la vida cotidiana, algunos con el tiempo formaron sus escuelas.  

En una competencia no es la fuerza, ni la agresividad, si es mujer u hombre, si es alto, alta, fornida, escuálido, lo importante es el uso de la técnica permeada de la filosofía lo que nos hará ganar. El TKD no es para agredir como a veces escuchamos, no es para lastimar, ni dentro, ni fuera de una competencia, aunque he de confesar que había escuelas que si lo fomentaban en los torneos, lo cual es vergonzoso. El verdadero combate en una competencia y en la vida diaria es la confrontación con nuestra realidad, con nuestras debilidades que no toleramos e intentamos ocultar a toda costa, con nuestros propios demonios, miedos y arrogancia, un “buen combate” no necesariamente quiere decir “ganar” desde el pensamiento occidental, sino tener la claridad en aquello que necesito seguir aprendiendo, a través de la competidor/a que tengo frente a mí, el/la cual no es mi enemigo/a, sino mi espejo, por lo cual merece mi respeto. Finalmente, en esos momentos complicados una retoma la posición de meditación que se hace al inicio y final de un entrenamiento, cierras los ojos, respiras profundamente, cierras tus puños, gritas y la memoria de tu cuerpo genera una pulsión que invade el cuerpo y te hace seguir.  Y esto no es diferente en hombres y mujeres, simplemente es una forma de vida.  

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada enpedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr