BAJO LAS FALDAS DE COATLICUE

Hace algunas horas tuve acceso a un video que circula en redes sociales denominado “Mamá, si un día desaparezco no les creas”. El título ya de por sí augura una experiencia intensa por decir lo menos. El video (que se acompaña a esta opinión gracias al equipo editorial de La Cadera de Eva) abre una interesante ventana para reflexión. En las imágenes aparecen una serie de mujeres señalando diversas situaciones relacionadas con feminicidios, violaciones, desapariciones y trata de personas. Todas ellas (las mujeres) dicen una serie de frases que se tienen por asumidas en la cultura mexicana y que poseen dos sentidos dignos de analizar. El primero consiste en concebir a la mujer bajo una serie de estereotipos sexistas o moldes culturales. El segundo explora el polémico tema de la gestión a riesgo propio o autopuesta en peligro de la víctima; por lo menos esto es lo que hemos detectado. Consideramos importante ahondar un poco más en el tema:

Ya desde “el segundo sexo”, obra cumbre para el feminismo (y yo diría para todas las clases de feminismos que hay), Simone de Beauvoir señalaba que a la mujer siempre se le ha concebido bajo dos grandes paradigmas: el de madre o el de libertina. En México, país lleno de resentimientos y complejos, la mujer ha venido luchando por una serie de cambios en sus roles tradicionales, conservadores y católicos.

En el video se nota dicha problemática. Las protagonistas del documento hacen referencia a situaciones como “no me escapé con el novio”, “no vendía droga ni estaba metida en cosas ilegales”, “no era novia ni acompañante de ningún narco”, “no me escapé para llevar una vida sin reglas”. Las mujeres del video nos quieren decir que ninguna se encontraba en una aparente situación de peligro decidida más o menos libremente. Maticemos un poco las cosas; en términos estrictamente legales e insertos en la supuesta democracia en la que vivimos, una mujer bien podría escaparse con el novio, o tener una existencia carente de reglas sin que necesariamente fuesen víctimas de alguna desgracia.

No obstante, es importante reconocer que vivimos en una sociedad de riesgos; un sistema de convivencia donde necesariamente nuestros procesos de toma de decisiones entrañan asumir peligros. Pongamos un par de ejemplos mundanos: manejar un automóvil es una actividad riesgosa que, a pesar de ello, es perfectamente legal y aceptada en la inmensa mayoría de los países del mundo. Cruzar una calle también es una actividad que entraña un riesgo y que todas las personas que habitan en una ciudad lo asumen.

La cuestión está en que podemos vivir en paz aún estando inmersos en una sociedad riesgosa. Llevando estos razonamientos a los temas de género, volvemos al argumento inicial: una mujer bien puede salir con sus amigos a un bar sin que su vida corra peligro. Aquí el problema no es el riesgo, sino que el ser mujer se ha convertido en una gestión de riesgos elevados de manera involuntaria. Esto nos lleva al segundo punto que líneas arriba hemos enunciado: el moderno Derecho penal trabaja con una categoría denominada “autopuesta en peligro”. En ella es la propia víctima quien libremente asume la gestión del riesgo. Por ejemplo: lanzarse de un paracaídas es una decisión absolutamente libre que entraña cierto nivel de riesgo. Lo mismo ocurre con otras actividades como salir con un desconocido.

En el video, si lo observamos con cuidado, se trata el tema de la gestión del riesgo pero filtrado por la perspectiva de género. Cuando una de las chicas dice “todos me culparán a mí”, implica que la responsabilidad por el hecho violento se transfiere de la víctima al agresor. Es culpa de la mujer por X o Y razones, pero siempre es responsabilidad de ella. Con esta narrativa, la posición antijurídica del agresor se traslada a un segundo plano bastante favorecedor. La mujer rompió con su papel tradicional, salió de copas y vestida de manera provocativa, por eso le pasó lo que le pasó.

Aquí el problema no es el riesgo, sino que el ser mujer se ha convertido en una gestión de riesgos elevados de manera involuntaria. Esto nos lleva al segundo punto que líneas arriba hemos enunciado: el moderno Derecho penal trabaja con una categoría denominada “autopuesta en peligro”.

“Me culparán por haber ido a bailar”, es otra de las poderos frases que se encuentran en el material. Nuevamente tenemos un discurso de riesgos que va desde posiciones de peligro calculables como salir con un maleante, hasta algo tan común como ir a bailar un viernes por la noche ¿dónde está la diferencia entonces? La cuestión radica en que seguimos observando a las mujeres como menores de edad sociales; personas que suelen tomar decisiones basadas en el sentimentalismo, la pasión o la inmadurez. Pero incluso se señala en el video que “me culparán por caminar sola”. Esta última frase es poderosa y trágica al mismo tiempo.

A modo de síntesis podemos afirmar que las mujeres en cualquier momento social o decisión que tomen suelen encontrarse en peligro. Desde nuestra perspectiva este es el argumento central del documento. Ser mujer en México implica aprender a gestionar una serie de riesgos que se encuentran por todas partes (en la sociedad, queremos decir) y que demuestran la profunda injusticia en la que vivimos. Dentro de esta vulnerabilidad (aunque no le guste a ciertos segmentos de los feminismos más radicales) aún hay niveles. Por ejemplo, no corre los mismos riesgos una empresaria de una zona acomodada de la Ciudad de México, que una mujer migrante embarazada carente de documentación. No son las mismas armas con las que cuenta una universitaria que una indígena, y así podemos seguir haciendo combinaciones y multiplicando peligros.

“Todo el mundo dirá que violaron, golpearon, mataron a una puta más”, así dice otro fragmento del video. Volvemos entonces a lo dicho por la gran Simone de Beauvoir, o madre o libertina. Parece que las mujeres están solas en esta avasalladora batalla. Aunque los hombres nos solidaricemos con ellas el daño ya es muy grande, lo que nos queda es acompañarles y hacer lo que a cada uno le toca para que poco a poco construyamos una sociedad más justa, donde el macho deje de ser una amenaza para todo aquello que él sienta poder dominar y someter.

El final del video es el segmento más estremecedor que ilustra (sin amarillismos, porque no los necesita) la cruda realidad en la que vivimos. El destino de muchas mujeres ha sido y será decidido sin intervención de su voluntad. De ahí el valor de expresiones como las que ocurrirán los próximos ocho y nueve de marzo. Invito a los lectores de este espacio a que observen cuidadosamente el video y que todos juntos reflexionemos sobre las masculinidades que hemos creado como cultura mexicana.

 *Gilberto Santa Rita Tamés, Doctor en Derecho, Facultad de Derecho. Universidad de Sevilla y Coordinador de la Licenciatura en Derecho en la Universidad Iberoamericana.