Victoria Salazar es el nombre de la mujer salvadoreña que fue asesinada el 27 de marzo de 2021 por policías de Tulúm, en México. La detuvieron porque supuestamente habría alterado el orden público, y la mataron por ser mujer, migrante y morena, de acuerdo con criterios de defensores de derechos humanos y feministas.

Aunque resulta necesario hablar sobre la feminización de la migración, es lamentable hacerlo a partir del asesinato de una mujer migrante que era parte de las 29 mil 132 personas que obtuvieron refugio en México (19.45%) entre 2013 y 2020.

Victoria, quien consiguió la residencia permanente por razones humanitarias desde principios de 2018, vivía con sus dos hijas, y trabaja como limpiadora en hoteles. En las últimas noticias se dice que era víctima de violencia por parte de su pareja, quien ayer fue detenido. Y aunque en los medios de comunicación, aseguran que sus familiares no sabían si ella recibió amenazas que le habrían obligado a huir de El Salvador, no es difícil imaginar por qué lo hizo.

Contexto de las mujeres en El Salvador

En ese país, la tasa de pobreza de la población femenina es del 43,6% y el 20,3% de ellas están en el analfabetismo. Además, las mujeres y niñas salvadoreñas son víctimas de la trata y la explotación sexual, pero aún más de la violencia sistemática de género. El Salvador es uno de los cuatro países de Centro América que registra las tasas más altas de feminicidio en América Latina. Esta situación se agrava en un contexto de crimen y violencia propiciada por los carteles de drogas y pandillas. 

Victoria huía de la muerte, pero no se imaginó que la perseguiría hasta Quintana Roo. Anhelaba una vida digna para su familia; no le estaba haciendo daño a nadie; le aportaba económicamente al país; su único pecado fue haber bebido esa tarde, entrar y salir de un Oxxo, ante la mirada prejuiciosa y cobarde de alguien que llamó a la policía, ante la complicidad de muchas personas quienes, pudiendo, nunca hicieron nada para detener el asesinato. Le falló su país, le falló México, le fallamos todos.

Me pregunto cuántas Victorias existen en México, cuántas anhelan regresar con vida a sus países de origen, cuántas hoy viven con miedo en este país.  Y no solo me refiero a mujeres salvadoreñas, en condición de refugiadas, sino también a otras de diversas nacionalidades que emigraron por diversos motivos con el anhelo de cumplir sueños y conseguir una vida digna.

Feminización de la migración

Cuando hablamos sobre feminización de la migración, hacemos referencia a una realidad poco visibilizada por los medios de comunicación y las entidades gubernamentales migratorias, y que tiene que ver con aspectos culturales, causas y efectos de la creciente salida de las mujeres de sus países de origen para radicarse en otro. Es decir, cuando se ve el fenómeno de la migración con perspectiva de género, estamos obligados a cuestionar cómo el sexo y el género configuran la experiencia migratoria e influyen en las motivaciones para migrar, así como en las limitaciones y oportunidades laborales, culturales, académicas que encuentran las mujeres en los países de destino.

Según el Informe 2005 sobre Migración elaborado por la Organización Internacional de Migración (OIM), las mujeres representan cerca de la mitad de los 175 millones de personas que migran cada año. Y en América Latina y el Caribe, las mujeres constituyen el 50,2% de las personas que migran, pero ¿bajo qué condiciones lo están haciendo?, ¿a qué problemas deben enfrentarse cuando llegan a sus países de destino?

Las mujeres que migran

En la actualidad más mujeres migran por sus propios medios, es decir, si antes lo hacían generalmente para reencontrarse con sus esposos o familias, bajo relaciones de dependencia, ahora la tendencia es que muchas de ellas deciden hacerlo de forma autónoma, porque son las principales proveedoras y jefas de hogar.

Incluso, muchas de ellas ingresan de manera irregular en este país, por lo que en todo el tránsito migratorio se exponen a la violencia estatal y física, a la explotación sexual y la muerte (ahogamiento, accidente de vehículo, asesinato). No contar con un documento migratorio les impide acceder a servicios de salud, educación, trabajo digno y vivienda, por lo que experimentan cotidianamente la discriminación por razones de sexo y nacionalidad. ¿Cuántas de ellas deciden denunciar y exponer esta situación? Seguramente ninguna, por miedo a la deportación. 

Por eso es que, hablar de la feminización de la migración es poner en el debate todo lo que nos hace vulnerables: los riesgos y las desventajas de ser mujeres, migrantes, de una determinada nacionalidad y de un cierto color de piel, porque el sexo, el género, la nacionalidad, la etnia y la clase social nos han convertido en sujetos de discrimación múltiple y nadie lo quiere ver y discutir.

Hay que decirlo abiertamente, no habrían arrestado y asesinado a Victoria si hubiese sido un hombre o una mujer blanca, estadounidense o europea, adinerado o adinerada. Esta situación da cuenta de que el racismo y el colonialismo todavía sigue instaurado en la mente y en la piel. Es el mismo racismo y sistema de exclusión que impide que mujeres como Victoria accedan a trabajos dignos, mejor remunerados, así como a educación, cultura y alfabetización tecnológica.

Este escenario empeora cuando hablamos de que en México 10 mujeres son asesinadas diariamente y el 97% de los feminicidios quedan sin resolverse ante la administración de justicia. En este país, 4 de cada 10 mujeres adultas han sufrido algún tipo de violencia sexual, según lo anunció la organización México Evalúa. Los hechos hablan por sí mismos; en estas últimas semanas, no únicamente asesinaron a Victoria, de 36 años, también a Karla (29) en Holbox y a Wendy (16) en Xonacatlán.

Les fallaron sus países, les fallaron sus gobiernos, les fallaron los medios de desinformación que siguen llamando “crímenes pasionales” a los feminicidios, les fallamos todos. ¿Hasta cuándo gritaremos y clamaremos por justicia?, ¿cuándo será el día en que la policía, en lugar de reprimir y asesinar, se vea obligada a cuidar de las mujeres?, ¿cuándo será el día en que las sociedades y los Estados se tomen en serio el problema de la violencia de género y apliquen eficientemente las leyes?

Soy mujer, migrante ecuatoriana y morena. Tengo miedo de no regresar mañana a casa, pero tengo más miedo de que la muerte de Victoria no pase de ser un tema de coyuntura y escándalo internacional, y que en las posteriores semanas hagamos como que no ha pasado nada, como siempre. Requerimos cambios profundos, desde lo estatal y lo social, desde lo micro y lo macro. Necesitamos políticas migratorias y políticas públicas de seguridad más humanitarias y con enfoque de género; datos y estadísticas sobre el fenómemo migratorio desglosadas por categorías de sexo, género, etnia, nacionalidad. Pero, sobre todo, necesitamos y merecemos vivir en una sociedad sensible y empática que nunca más tolere la violencia, la discriminación, el racismo y la xenofobia. Es decir, necesitamos más feminismo, urge transversalizar el feminismo en las políticas públicas y la sociedad civil, para que las vivas y las muertas por fin encontremos paz.

*Escrito por Narcisa Sinche periodista ecuatoriana, docente universitaria y estudiante de doctorado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana de México. Investiga sobre las tecnologías y las mujeres; y la representación del aborto y feminicidio en los medios de comunicación.

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