Esta no es una columna más de propósitos de año nuevo. Sé que hablar de planeación considerando el cierre de 2020, que contó por siete años siendo emprendedora, suena a cuento de hadas; sin embargo, más allá de las condiciones, el futuro se construye desde el presente, sin importar si estamos o no en el escenario ideal. 

Para poder construir necesitamos tener una idea clara de dónde partimos y de cuál sería nuestro futuro preferible, lo anterior es mucho más complejo que cualquier decreto de “yo merezco abundancia” y también mucho más valioso. 

“Estamos en planeación estratégica” es algo que, quienes hemos trabajado en (o con) empresas grandes, escuchamos al menos una vez al año. Idealmente todas las emprendedoras también deberíamos apartar un tiempo para estructurar nuestra planeación. La verdad es que suele ser una de las cosas que dejamos para después, mientras corremos en el día a día y cuando menos vemos ya estamos en agosto. 

Planear nos da dirección, nos permite ser flexibles teniendo en cuenta los límites y sobre todo facilita darnos cuenta cuando nos estamos desviando del camino a lo que queremos lograr. Sin importar el tipo o tamaño de emprendimiento que tengas, considero que una buena planeación debe tener tres dimensiones: financiera, estratégica y preventiva. 

Los puristas de la teoría me dirán que todo lo anterior puede incluirse en “estratégica”, pero en la práctica y desde un emprendimiento que apenas está creciendo. Encuentro valioso hacer la distinción entre el análisis del dinero, su administración y potencial de crecimiento, la forma en que se fijarán y cumplirán los objetivos y qué tenemos que monitorear para afrontar riesgos. 

Si esto les suena complejo, calma, prometo que las llevaré por el camino más práctico. 

Es hora de planear ¿por dónde empiezo?  

Diagnóstico del año: 

Sólo si sé de dónde vengo, puedo mirar hacia dónde quiero ir, por eso el primer paso es ver el año que se cerró y preguntarte: ¿Qué aprendiste?, ¿Qué dolió?, ¿Qué nos sorprendió?, ¿Cómo queda el mercado? y ser muy honesta al revisar números del negocio. Esto nos facilitará encontrar oportunidades, incluso las que dejamos pasar. 

Define ¿cómo quieres el siguiente año? 

Este es el momento que más emoción nos debería de dar, aquí pensamos en el futuro preferible. Ojo, está bien que quien poco pide, nada merece, pero hay que ser realistas en nuestras espectativas. 2021 vendrá con retos similares a 2020, sólo que esta vez nos agarra más preparadas. Considerando tu diagnóstico, fíjate objetivos anuales, haz la diferencia entre “me gustaría” y “necesito”, para ponderar la relevancia de cada uno. Recuerda que siempre deben ser específicos, medibles, relevantes y en un marco de tiempo definido, de lo contrario más que objetivos son buenas intenciones. Aquí es importante poner metas de dinero y crecimiento. 

Hablemos de estrategia:

Podría pasarme horas hablando de qué es y no es estrategia, lo resumiré en: es el gran plan, la dirección general que nos planteamos para conseguir los objetivos que queremos alcanzar.. No es una acción en concreto, sino el común denominador que engloba todas las acciones que realizaremos durante el año. 

Muchas veces se confunden con las tácticas (que sí son las acciones puntuales), sin embargo, este plan debe ser mucho más grande y permitir cierta flexibilidad para ajustar las actividades si se requiere. Es el camino que quiero tomar para llegar a la meta. Usando una analogía típica del inicio de año: si mi objetivo fuera bajar cinco kilos durante 2021. Una estrategia podría ser “combinar alimentación saludable con actividad física constante”, y otra “acercarme a los mejores profesionales en medicina estética”. No hay una mejor que la otra, únicamente implican actividades y requisitos distintos. 

Aterricemos las tácticas: 

Ahora sí es momento de pensar en todas las acciones puntuales que podemos llevar a cabo y cómo distribuirlas a lo largo del año. Pensar en un calendario anual evita que empecemos enero llenas de ímpetu y para mayo ya estemos en la inercia de siempre; se trata de hacer cosas de forma sostenida e ir midiendo qué tanto nos acercamos a nuestros objetivos.  Estas tácticas pueden cambiar si vemos que no están funcionando como esperábamos o que las condiciones cambiaron. Lo importante es que siempre estén apegadas a la gran estrategia.

¿Qué necesito y qué puede salir mal? 

Para que mi plan no sea un cúmulo de buenos deseos, el último paso a considerar es todo lo que se requiere para llevar a cabo las tácticas que me estoy proponiendo. Un tip es dividirlas en pasos, como si fuera una receta, así puedo estructurar qué requiero, cuánto tiempo toma e incluso cuánto cuesta. 

Hay que recordar que toda acción tiene ciertos riesgos, verlos y pensar en las señales que nos pueden enviar es un trabajo valioso para poder prevenir. Desde atrasos en pagos hasta limitantes para importar materia prima pueden cambiar el plan, no se trata de asustarnos sino de aprender a ser flexibles y pensar en potenciales soluciones o ajustes. 

Deja todo esto por escrito y sobre todo define cuándo harás una revisión de avances, para que el día a día no te coma. Cuando partimos una meta en pequeños logros, el camino resulta más manejable. Tanto Roma como tu emprendimiento necesitan más de un día para construirse, sobre todo requieren planos y una hoja de ruta.  

¡Que la planeación sea provechosa!

*Mercedes Baltazar es internacionalista dedicada a la comunicación estratégica que decidió emprender para contar noticias desde Meraki México,

Twitter: @LaMarimer