Estamos iniciando el mes de enero, no sé ustedes, pero yo me siento un poco en modo lento, lo acelerado del año anterior parece que me dejo una resaca, el conteo de algunas pérdidas en muchos sentidos amino mi emocionalidad, y al mismo tiempo el gozo, la emoción y la adrenalina de tanta cosa vivida en poco tiempo, me canso un poco. Por autocuidado, esta semana tuve la necesidad de desaparecerme un poco de mí misma y de mi entorno para poder acomodarme a este inicio de año, reavivarme y cargar pilar para este 2021 que por fortuna inicia un poco acelerado también.

Pensaba entonces que era un buen momento de visualizar cuáles pueden ser nuestras suculencias cotidianas como mujeres y hombres, como una forma de vivificarnos, apropiarnos de nuestros espacios y entornos.   Comente el año pasado, lo sorprendente que fue el visualizar en la clínica, que no todas y todos tienen un espacio íntimo y privado para realizar su sesión terapéutica. Sin embargo, esto me llevo a pensar, no solo en la importancia del espacio físico, sino en la ausencia de este espacio de manera interna-personal, y lo necesario que es para construirnos como sujetos.

Lee: Lo que podría haber detrás de las despedidas

Los espacios en la vida cotidiana

Luego entonces pensé en la persistencia, la necesidad, el deseo y la claridad de las y los pacientes de mantener su espacio no solo físico que es importante, sino su espacio en la vida cotidiana. Pese a todo, se apropiaron de una habitación por cuarenta y cinco minutos, dos veces a la semana, en una azotea, en las escaleras, en su auto, en un rinconcito. Esto tan valioso, me lleva a plantearme la importancia y la suculencia que nosotras y nosotros le damos a los espacios para nuestra construcción y sostenimiento, la cual podemos vivir como una victoria en la vida. Virginia Woolf decía en su libro Una habitación propia que para que las mujeres pudieran escribir necesitan independencia económica y personal, pero también un espacio físico e interno diría yo. Cuando mis pacientes mujeres comienzan a tener un espacio propio, la resignificación que hacen de sí mismas, es impresionante.

Pasando a la cualidad de la suculencia, el diccionario nos dice que es un sustantivo femenino, al cual uno no puede resistirse, sus característica son ser exquisito, sustancioso, jugoso o caldoso, algo muy rico con valor nutritivo. Si buscan algunas anécdotas, encontrarán algo de Santa Anna y una particularidad de los cactus para sobrevivir. Bueno, esta definición nos daría para otro escrito, pero ahora me centraré en lo difícil que es para el ser humano, el disfrute de las suculencias de la vida, mayor aun cuando hablamos de las mujeres ya que culturalmente nos enseñan a sufrir, no a gozar y salirse de ese estereotipo causa mucha culpa.

Lee: Cándidos o desalmados, vínculos perversos cotidianos

El asumir mi espacio en la vida, aunado a las suculencias de las mismas, me pueden llevar tal vez no solo a sobrevivir, sino a vivirme de una manera más consiente y nutritiva.  Cada quien podrá ubicar desde su propia necesidad e interés esas suculencias que quiere acercarse y resignificar. Hemos dicho lo importante que es un espacio físico, pero también nuestro espacio en la vida, nuestro cuerpo tendría que ser otra suculencia a rescatar, el apapacho o la compasión hacia nosotras y nosotros, y así, cada uno y una podrá construir su lista personal.

 

Hablar de las suculencias me lleva indudablemente a la cocina y su ritual. Si bien desde los roles y estereotipos este espacio se ha crucificado, me parece que al igual que el trabajo doméstico es importante resignificarlo y dignificar dicha actividad. No cualquiera puede cocinar y no me refiero a lo literal, sino a algo más simbólico, no cualquiera puede alimentarse a sí mismo, responsabilizarse de sí es no depender de un “pecho materno” para ser alimentados.

Lee: Cómo aprender amar al otro

La resignificación de la cocina

La cocina es un espacio lúdico, que además recrea el coqueteo, la seducción, la pasión y el erotismo. La cocina personal o compartida nos lleva a placeres y suculencias. Durante la preparación de los alimentos, nuestros cuerpos pueden intercambiar sabores, olores, miradas seductoras y de invitación, besos, tocamientos, en compañía de un trago, de una rica música, de un contoneo que simule el baile y porque no, desplegar esa pasión en tanto el horno cumple su última función. A lo que voy, es a preguntarnos qué tanto nos atrevemos a resignificar nuestros espacios haciéndolos suculentos y poniéndoles nuestro toque personal.

Elena Garro escribió que la cocina es un espacio “asignado” para la mujer, el cual cobra sentido al convertirse en un refugio de transmisión de saberes. A su vez, Virginia Woolf, lo considero como un espacio para el desarrollo espiritual de la mujer donde escribía y hablaba de sus secretos. Sor Juana, por su parte lo consideraba como un centro del saber, un laboratorio de aprendizaje y conocimiento, lo cual tienen que ver con la nutrición y el experimento al combinar diversos vegetales, sabores, y condimentos, ciencia pura.

Y tú, ¿qué espacios suculentos comenzarás a resignificar, incorporar y mantener en tu vida cotidiana? Te deseo desde este espacio un buen inicio de año 2021, ¡ y que viva la vida y sus suculencias!

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada enpedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr