Hoy vi al violador de mi hermana, se llama Alejandro Moreno . Algunos le dicen padrino o maestro, pero yo le tengo que decir tío. Está casado con mi tía Azucena, quien a los 16 años era madre soltera. La gente dice que él le hizo un favor por aceptarla con una hija que no era suya, tal vez por eso lo perdona cuando llega alcoholizado. 

“No te pasa nada hija, Alejandro es un borracho simpático, de esos que te hacen bromas y te agarran el cuerpo con cariño, no es peligroso” .

 “El maestro Alejandro” así le dicen porque puede hacer chambitas de todos los oficios, repara tuberías, fallas eléctricas o pinta casas. Siempre tiene las manos sucias y la ropa manchada. Desde que trabaja en un mercado de artesanías se dedica a soldar latón y vidrio para hacer estuches de cristal. Hace más de cuarenta años que Alejandro tiene un olor permanente a metal y azufre. Ese olor lo acompaña mientras bebe, se tambalea y pide bailar para manosear a cualquier mujer que acepta. 

“Sólo baila y cotorrea, ni es mala copa, mija” lo justifica mi abuela.

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El padrino, una figura de “respeto”

En las religiones la función del padrino y la madrina es cuidar de la ahijada en caso de que los padres no estén, por eso se convierten en figuras de respeto. Es un pacto simbólico que significa: si yo falto un día, confío en que te hagas cargo de mi hija. Es una decisión en la que muchos tienen miedo a equivocarse porque si es así ellos fallarían como padres.

Alejandro es el padrino de bautizo de mi hermana Alondra , la niña a la que violó en una azotea cuando tenía nueve años. Ella tiene que llamarlo así : padrino. Le debe respeto, porque eso significa el pacto. 

“Tu hermana exagera, el maestro sólo la abraza y la besa porque es su ahijada y ella debe quererlo, Alondra está amargada y tonta” dice mi mamá, para ignorar la situación.

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