Las niñas al nacer en una familia donde siguen vigentes los estereotipos de género, donde rosa es para niñas y azul para niños, están destinadas a convertirse en objetos. De ser las hijas de papá, pasan a ser las novias, para pasar al siguiente nivel el novio necesita “pedir su mano” al suegro, este señor da el permiso y siente la pérdida de su hija. Este ritual voluntario u obligatorio va aportando a la construcción social del ser mujer.

Simone de Beauvoir señalaba que: “No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que califica de femenino”.

¿Cómo nos vamos construyendo en mujeres?

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Las películas, canciones cuentos, relatos, mitos incluso las charlas familiares refuerzan las cualidades que nos han asignado. “A poco no te da miedo vivir sola”. “¿Cuándo piensas casarte?”. “Te respeterían más si tuvieras un hombre”. “Ojalá ese sea el bueno”. Replican las frases de las tías, tíos, padres, madres, vecinos. Con este discurso se nos atribuye que somos “pasivas, ignorantes, dóciles, inútiles, temerosas y débiles”.

Mientras que a los hombres los relacionan con las cualidades de “fuertes, activos, agresivos, inteligentes y eficientes”. Su fuerza le da su poder y refuerza la masculinidad. Son los príncipes azules que debemos cuidar, proteger y tolerar. “Así son los hombres, tienes que acostumbrarte”, llegaban a decir las abuelas.

¿Cómo la cultura refuerza los feminicidios?

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Estas narrativas van construyendo nuestro ser mujer como un sujeto carente de derechos que debemos ser castigados si hacemos nuestra voluntad. En este sentido, la iglesia juega un importante rol. La historia de la creación es que las mujeres salimos de la costilla de Adán y esto elgítima las desiguladades sociales entre los sexos.

Si replicamos el rezo del Ave María “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas…”. Reforzamos la figura débil de la mujer.

La violencia contra las mujeres en cifras

Después de esto, no es sorprendente las cifras de ONU Mujeres donde en México, 1 de cada 3 mujeres ha experimentado algún tipo de violencia sexual en espacios públicos. Por lo tanto, la violencia contra las mujeres es una problemática social compleja, arraigada en una estructura social que diferencia a hombres y mujeres de manera profundamente desigual. La construcción y representación social de las mujeres perpetúan la violencia en su contra y la normalizan.

A pesar del marco jurídico nacional e internacional, que comprenden instrumentos como la Plataforma para la Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing (1995), la Convención Interamericana para la Prevención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra la Mujer (Convención Belém do Pará) y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra las Mujeres (CEDAW), aún existen retos enormes por superar en México.

¿Qué es el feminicidio?

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El feminicidio es el asesinato de una mujer por el hecho de serlo,  es el punto final de un continuum de violencia contra las mujeres y la manifestación más brutal de las sociedades patriarcales. Para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), este fenómeno puede ser clasificado según la relación entre víctima y victimario: feminicidio de pareja íntima, feminicidio de familiares, feminicidio por otros conocidos y feminicidio de extraños.

Inmujeres afirma que los asesinatos violentos de mujeres se caracterizan por la brutalidad y la impunidad; lo último se debe a la falta de procuración e impartición de justicia que envía el mensaje de que la violencia contra las mujeres por parte de los hombres es socialmente aceptada.

Roles de género

El Código Penal Federal afirma en su artículo 325 que: “Comente el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género”, y el género es parte de una construcción social que delimita los roles y funciones sociales de hombres y mujeres.

La autora Gayle Rubin llamó a esta relación o construcción “sistema sexo-género”, al que definió como “un conjunto de acuerdos por el cual una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana”. De esta manera es como socialmente se construyen los roles de género que sustentan y reproducen la desigualdad entre hombre y mujeres.

Con base en los roles de género, se ha establecido que las mujeres deben encargarse de las tareas del hogar y estar tuteladas por hombres (padres, esposos, hijos, etcétera). Están destinadas a la maternidad y a servir a los otros. Es así cómo se construyen mitos, como el amor romántico o el instinto maternal, que se reproducen en los medios de comunicación, y perpetúan la violencia contra mujeres y niñas en el ámbito privado (el hogar, la familia, las relaciones de pareja) y público (el trabajo, la escuela las calles).

La violencia por parte de una pareja o esposo es ejemplo de cómo los roles asignados a la mujer las exponen a una situación constante de violencia, al estar bajo la tutela de un hombre y al normalizar la violencia ejercida por sus parejas. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), en 2016 el 46% de las mujeres de 15 años o más estuvo de acuerdo con que “las mujeres que trabajan descuidan a sus hijos”, y el 47% no estuvo de acuerdo con que “las mujeres tengan derecho a salir solas de noche”. El 10.4% estuvo de acuerdo en que “los hombres deben ocupar mejores puestos que las mujeres en los trabajos”.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 43.9% de las mujeres ha enfrentado agresiones, a lo largo de su relación, del esposo o pareja actual o última, y 4 de cada 10 casos de feminicidio en México fueron cometidos por la pareja de la víctima. La ruptura de los roles de género es una cuestión necesaria para una sociedad más equitativa entre hombres y mujeres, y para lograr que las mujeres puedan vivir una vida libre de violencia.

Con información de Enopoli