La primera vez que Maira tuvo un encuentro sexual con una mujer, ésta le dijo “se nota que te encanta el pene”. Ante ese comentario, Maira se sintió muy apenada y creyó que su contacto con las mujeres debía cambiar. ¿Qué tanto era mucho? ¿Qué tanto era poco? “¿Quizá no soy buena para esto?”, pensó.

En nuestro imaginario, “aún sigue muy arraigada la idea coitocentrista de la sexualidad y simplista de lo que significa tener sexo”, escribe Andrea Momoitio, en un artículo publicado en Pikara Magazine. “Puede que tengamos que aprender a quitarle valor, pero también es cierto que todavía tenemos que deconstruir muchas miserias para poder disfrutarlo en plena libertad porque ¿a ti nunca te ha dado miedo follar?”, cuestiona.

Quizá Maira lo único que sabía era introducir sus dedos en una vagina porque no había explorado más. Pensó que las formas en que había sido erotizada, eran las formas para todas. No. “Una de mis amigas me había dicho que lo mágico de las mujeres es que había que descifrarlas, bueno, aunque primero me recordó descifrarme”, contó.

A las mujeres les cuesta más trabajo reconocer cuando están excitadas. Un estudio de Julia Heiman, sexóloga y psicóloga, demostró que al exponer a hombres y mujeres a audios explícitios sexuales para medir la excitación fisiológica del cuerpo, ambos se excitaban. Pero sólo la mitad de las mujeres eran capaces de detectar la excitación.

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Lo que demostró que de primer momento, para la especialista es que las mujeres deben trabajar en el reconocimiento de su sexualidad, es decir, identificar cuando están sintiendo deseo. Esto afecta, de acuerdo con Paula Alcaide, psicóloga especializada en atender a mujeres lesbianas y bisexuales, que las mujeres tienen más “disposición” al sexo que “deseo”, es decir, son más receptivas a ello, pero suelen no tenerlo tan presente como como una necesidad fundamental. Esto se conecta, en algunso casos, en que el sexo se ha utilizado como una forma de sumisión y abuso hacia las mujeres. Y ellas prefieren rechazarlo.

Por su parte, los investigadores Philip Blumstein y Pepper Schwartz descubrieron en sus estudios comparando las relaciones lésbicas con el resto de relaciones (homosexuales y heterosexuales) que las parejas de lesbianas tienen estadísticamente menos sexo que el resto.

Solo una tercera parte de las lesbianas que están en una relación de dos o más años tienen sexo semanal, es decir, una vez a la semana aproximadamente. Un 47% en relaciones a largo plazo tiene sexo una vez al mes o menos.

En las encuestas realizadas encontraron que las lesbianas prefieren contacto físico no genital, como abrazos, besos o caricias. Sin embargo, la mitad de las lesbianas que tienen una frecuencia de contacto sexual (genital) baja dijeron que estaban insatisfechas respecto a su vida sexual, es decir, querían más sexo.

Debido a las historias de cada una de las mujeres y sus contextos, el expresar el deseo resulta un tanto complejo. Además,  dentro de las parejas lésbicas, se tiende más a la intimidad que a la sexualidad, es decir, hay una gran compenetración que dejan a un lado la sexualidad.

Maira recuerda que en su segundo encuentro sexual con una mujer se la pasaron hablando y ocasionalmente se daban besos. Cuando decidieron ir a la cama, no supieron cómo interactuar por lo que decidieron que cada quien se masturbara a sí misma. “El sexo entre mujeres es extraño, no es una lógica de ser pasivo y activo, te penetran o no, sino de dejarte de llevar y compartir esa excitación”, comentó.

“Puede que ahora mis hermanas pretendan hacerse las guays y no tengan ningún interés en reconocerlo, pero la falta de sexo es un ‘problema’ recurrente entre nosotras. Puede que resulte sorprendente para la audiencia heterosexual, que se ha masturbado viendo vídeos de tías follando como no follamos casi nunca”, señala Andrea Momoitio.

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Por su parte, Paula Alcadie, en su libro Cómo superar un bollodrama señala que la falta de deseo entre las mujeres está tan presente como las conversaciones entre “bolleras” o lesbianas, es decir, es algo frecuente.

Algo que encontró Alcadie es que entre las relaciones lésbicas existe un alto grado de intimidad donde se da una simbiosis, que en consecuencia hace que las mujeres pierdan sus espacios propios, por ende en la falta de deseo.

“Porque el sexo sirve para aproximarse y, si existe demasiada intimidad y no hay espacios personales delimitados, la cercanía ya no es necesaria”, escribe Alcaide.

Sin embargo, para Maira las relaciones erótico-afectivas entre mujeres te permiten de deconstruir la idea de vivir la sexualidad, orillándote a conocerte, para llegar al encuentro con otro cuerpo que aparentemente se parece al tuyo.