El cuidado del otro es una actividad que nos convierte en mejores personas, dice la especialista en feminismo y masculinidades, Coral Herrera. “Maduras cuando aprendes a cuidar de ti misma”, señala.

En algún momento de nuestra vida, nos convertimos en responsables de otro ser, ya sea un familiar, pareja, hijo o mascota. Aunque, Herrera señala que ha habido personas que a los 50 años nunca han cuidado de alguien.

“Esa gente puede permitirse el lujo de ser inmadura porque están aprovechándose de alguien que se ocupa y se preocupa por ellos. Por eso no salen de casa ni tan siquiera desean la autonomía: se vive mejor en la eterna adolescencia. Primero te cuida la mamá y luego la esposa, no hay necesidad de emanciparse”, señala Herrera.

Hay personas que desde la infancia deben hacerse responsable de otros, en su mayoría les pasa a las niñas, escribe Herrera en su blog “hay niñas que no tienen derecho a la infancia y se ven obligadas a cuidar a otros bebés desde que son muy pequeñas”.

A veces la vida nos lleva a hacernos responsables de otro ser, este acontecimiento se convierte en una experiencia enriquecedora porque esa persona dependerá de ti, a cambio desarrollarás empatía, solidaridad y sensibilidad, según la experta.

En este proceso, Herrera nos sugiere que también debemos aprender a pedir ayuda:

“Cuando te das cuenta de que también necesitas cuidarte y que te cuiden, es cuando creces y te conviertes en una persona adulta de verdad”.

La especialista señala que la madurez está relacionada con la capacidad de ayudar a los demás cuando nos necesitan. “Te permite ser recíproca en la cadena de cuidados que recibimos y que damos, te ayuda a valorar mucho tu salud, tu juventud y tu autonomía, te ayuda a conocerte a fondo porque sale a flote lo peor de ti”, afirma.

En algunas ocasiones, el cuidado se convierte en una obligación, el glosario de Igualdad de Género, de ONU Mujeres, señala que el “Trabajo de cuidados no remunerado” abarca todas las actividades diarias para mantener nuestras vidas y salud, como las tareas del hogar y los cuidados personales (especialmente de los niños y niñas, personas mayores, enfermas o que tienen alguna discapacidad).

Lo más común es que estas actividades sean desarrolladas por las mujeres en el hogar de forma gratuita. Por lo que debe haber una distribución equitativa de las labores domésticas, para que el cuidado se convierta en un acto de amor y no de explotación.