Cuando cumplí 15 años, quise estrenar una playera, un poco entallada para mi gusto, pero adecuada para la ocasión.

Sabía que mi cuerpo estaba en desarrollo. Cuando vi el volumen que destacaba en la parte del pecho, inmediatamente me la quité, me puse un top ajustado que minimizara el relieve y volví a poner la playera.

Así pasé toda mi secundaria, escondiendo mi cuerpo.

No quería provocar a los hombres, no quería ser el blanco del que se burlaran de la transformación de mi cuerpo. Era lo mejor, además evitaba el acoso que muchos compañeros hacían a mis amigas, quienes tenían senos grandes.

Recuerdo que en varias ocasiones utilicé vendas con el fin de detener el crecimiento, además utilizaba sostenes demasiado ajustados. Siempre me culpé por esas decisiones, sin embargo, hoy, a mis 26 años, me doy cuenta que fui víctima del machismo y de la violencia contra la mujer que se vivía en mi entorno, dice Sandra a La Silla Rota.

Miles de mujeres sufren diversas formas de violencia en todo el mundo. Las violaciones, mutilación genital, matrimonios precoces, explotación sexual, acoso y feminicidios son las más mediáticas y las más denunciadas, sin embargo, existen maltratos invisibles como el planchado de senos.

Esta práctica, principalmente realizada en países africanos como Camerún, Nigeria y Sudáfrica es generalmente realizada por las madres de las niñas con el fin de detener el crecimiento de sus senos aplanando la zona.

El procedimiento responde al intento de frenar el desarrollo de mujeres que están entrando en la pubertad, para evitar la atención masculina y a los depredadores sexuales.

Naciones Unidas lo define como "la práctica dolorosa de masajear o golpear los pechos de las niñas con objetos calientes para suprimir o revertir el crecimiento de estos".

Los métodos son distintos. Las personas recurren al uso de piedras calientes, martillos o espátulas candentes. En algunos lugares se opta por los vendajes compresivos.

Aunque la práctica predomina en países africanos, este tipo de violencia ha llegado a tocar algunas zonas de Europa. Un informe de las Naciones Unidas dijo que la práctica podría afectar a 3.8 millones de niñas y mujeres en todo el mundo.

A principios de 2019, el diario británico The Guardian descubrió una serie de casos en el Reino Unido, por lo que el gobierno lo consideró como una violencia hacia las niñas menores ilegal y perseguido por la Ley.

Esta práctica es considerada como “invisible” ya que es difícil estimar el número de casos, pues la práctica se lleva en casa de manera secreta.

El único recuento de casos realizado hasta la fecha tuvo lugar en Camerún en 2005, a iniciativa de la agencia de cooperación alemana (GIZ) y la Asociación Renata, una de las pocas en el mundo que ha investigado y ha trabajado en campañas de sensibilización. Ellas bautizaron esta práctica con el nombre por el que se conoce y aportaron unos resultados que revelaron que el 24 por ciento de las casi 6 mil niñas y mujeres encuestadas, habían sido sometidas a ella; y que otros 2.3 millones se encontraban en riesgo en este país. En algunas provincias la prevalencia ascendía al 53 por ciento.

El planchado de senos es considerado un tabú que se realiza de forma clandestina.

“La gente tiene dificultades para hablar de ello porque es como una cosa oculta que no deberíamos divulgar. Las personas que lo practican están en las aldeas. En mi caso, sé que no fue iniciativa de mi madre, sino de sus tías que están en el pueblo", indica la joven estudiante Betty Codjie, quien fue víctima de esta práctica, en entrevista con El País.

La intención es que no llamen la atención y evitar que los hombres se sientan atraídos. Además, retrasar al máximo el inicio de la vida sexual de las chicas, prevenir el acoso y por consecuencia, los embarazos no deseados.

Aunque hay casos de mujeres, como el caso de Sandra, que lo practican por ellas mismas, la práctica es consecuencia de una cultura machista que siempre ha sexualizado el cuerpo de la mujer.

Sin embargo, en la mayor parte de los casos, el planchado es realizado las madres de las adolescentes.

"Mi madre fue a buscar un bastón y me explicó que tenía que golpearme todas las mañanas, al amanecer. Me pareció un poco raro, no lo entendía. Cuando los pechos empiezan a crecer, duele. Así que cuando te golpean, es peor...", afirma Betty Codjie, a quien le advirtieron que cuando le empezaran a crecer los senos, los hombres la mirarían. “Su desarrollo era una manera de provocarlos”.

Después de casi un mes, Codjie decidió suspender sus sesiones de golpes matutinos, y aunque hoy asegura que su cuerpo no tuvo consecuencias físcias, afirma que hay casos en los que sí se presentan consecuenicas, no sólo físicas, sino también psicológicos.

Los primeros incluyen dolor, quistes, abscesos, cicatrices, daño permanente en los conductos de la leche, infecciones, fiebre severa, dolor intenso, quemaduras, deformación, reducción o agrandamiento del tamaño de los senos, caída prematura, e incluso la desaparición completa de uno o ambos.

Desde el punto de vista psicológico, se producen sentimientos de baja autoestima y la creencia entre las menores de que no deberían tener senos.

Este ritual está clasificado por la ONU como uno de los cinco crímenes de violencia sexual registrados.

El seis de febrero fue el día internacional contra la mutilación genital femenina, sin embargo poco o nada se ha hablado de otra mutilación que afecta aproximadamente a 3.8 millones de mujeres en el mundo y es una de las violencias hacia las mujeres menos denunciada según esta organización.