La campaña publicitaria de la película Perdida, dirigida por el cineasta mexicano Michel Grau, generó la expectativa de tener una narrativa con perspectiva de género, por emular los anuncios de las mujeres desaparecidas sino ¿qué caso tendría?

La publicidad causó indignación en redes sociales, se le consideró a la producción poco sensible con las víctimas y ante la inseguridad que se vive en México con cifras alarmantes, donde desaparecen al día 9 mujeres de acuerdo a datos oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

De acuerdo con el Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres (Banavim) de la Secretaría de Gobernación (SG), el promedio de edad de las mujeres víctimas es de 33 años, y de 36 años el de los agresores, quienes en su mayoría tienen estudios de secundaria (lo que no aplica para esta película).

Pero sí los tipos de violencia, el registro de muestra que los principales tipos de violencia que se presentaron durante este año son: psicológica, 44 por ciento; física, 26 por ciento, y económica, 16 por ciento; dado este contexto, como espectadora podrías esperar que la historia iba a tocar el tema, pero no fue así.

Perdida es un remake de la película colombiana La cara oculta (2011) de Andrés Baiz, que es protagonizada por José María de Tavira, Paulina Dávila y Cristina Rodlo. El largometraje busca posicionarse como cine de género en la categoría thriller o suspenso. “De nuestro lado, con el thriller, es poner sobre la mesa diversidad en contenido cinematográfico y, por el otro lado, que la audiencia pueda exigirnos a nosotros más y distintos temas. Si vamos bien en este paso y si funciona, se pueden abrir vías para que otro cine llegue a pantallas”, dijo Grau al director.

La trama consiste en la desaparición de Carolina (Paulina Dávila), una arquitecta colombiana radicada en México, desparece después de tener discusiones con su esposo Eric (José María de Tavira), un famoso director de orquesta, quien levantará sospechas de dos policías (Juan Carlos Colombo y Luis Fernando Peña). A la trama se une Fabiana (Cristina Rodlo) una mesera de bar que aprovecha la situación impulsada por la pasión hacia Eric.

Aunque Paulina Dávila señaló en entrevista que el largometraje habla de humanidad, la película recae en estereotipos de género. “Vemos cómo a veces una decisión que tomas egoístamente afecta a todo lo demás como un dominó. Hay un tema del reconocimiento entre estas dos mujeres (Carolina y Fabiana), habla de esa empatía porque las dos se sienten ignoradas y quizá opacadas por ese ego gigante donde buscan aprobación”, señaló Dávila.

Carolina es mostrada como una mujer emocional que es impulsada por los celos, Fabiana como una chica interesada y aprovechada de la situación donde quedan ausentes características que se han trabajado en el feminismo como la sororidad e independencia. A Eric, se le muestra como un hombre exitoso, impulsado por la pasión y coqueteo, atribuciones que refuerzan el estereotipo de ser hombre dentro de una sociedad patriarcal.

Si bien el cine ha sido una herramienta para la reflexión y la comercialización, esta ocasión el cine mexicano muestra que tiene un gran potencial con una fotografía cuidada por parte de Santiago Sánchez, una musicalización espectacular y una producción “elegante” como se ha descrito en varios medios. Sin embargo, desde una perspectiva de género nos queda a deber una construcción de personajes más complejos y fuera de los estereotipos que sólo refuerzan lugares comunes que se han tratado de erradicar. Si la campaña publicitaria no hubiera emulado los cárteles de las alertas de mujeres desparecidas, quizá no se hubieran levantando expectativas de un cine crítico y con perspectiva de género, el cual se nos quedó a deber.