Se podría decir que no es la primera vez que lo pensamos de este modo. El feminismo siempre ha sido –desde su origen- un movimiento disruptivo y contestatario, que alza la voz ante la apabullante y estruendosa realidad de la desigualdad por razón de género. 

En una realidad construida desde el machismo patriarcal, México no ha avanzado en construir un mundo equitativo, libre y no violento para las mujeres.  La realidad cotidiana que enfrentamos mujeres, jóvenes y niñas en nuestro país, habla de bajos salarios, jornadas autoimpuestas de cuidado, acoso y hostigamiento en la escuela, el trabajo y los espacios públicos. Y por supuesto, de una brutal violencia feminicida que no ha podido ser frenada ni contenida. 

Sin embargo, la discusión política derivada de esta alarmante escalada de violencia feminicida, está hoy ocupando un lugar diferente en el espacio público, logrando reacomodarse de manera distinta frente a las discusiones polarizadas que protagonizan tanto simpatizantes como opositores al régimen. 

El feminismo hoy tiene suficientes argumentos para demandar la acción concreta de un estado que parece paralizado, mientras las cifras de violaciones, secuestros, trata, violencia y feminicidios aumentan cada día, sin señales de que estén intentando ser detenidos bajo alguna estrategia efectiva. 

Mientras la oposición no encuentra una postura crítica sólida que le valga la credibilidad que perdió en las urnas, los reclamos feministas están encontrando eco y apoyo en una población que, en búsqueda de referentes de opinión y crítica fundamentada, están empezando a comprender la justa exigencia para denunciar y detener la violenta brutalidad que las mujeres enfrentamos día con día. 

Si una oposición crítica se define por un análisis certero de las problemáticas, una exigencia de atención hacia las causas justas y legítimas, una interlocución válida y objetiva con propuestas de solución y una amplia base de personas que buscan colocar sus temas prioritarios en la agenda pública; entonces es claro que hoy por hoy, no hay oposición más sólida en México que la feminista. 

Por eso no es de extrañar el repentino interés de sumarse a ella por parte  de “influencers”, partidos políticos, asociaciones y periodistas que nunca habían apoyado de manera decidida estos temas en los últimos años. 

El asunto va más allá de señalar a quienes –en lo que parece más oportunismo político, que verdadero compromiso- se suman a esta ola que hoy parece tener más fuerza que nunca. 

Si bien en buena medida, esta nueva visibilidad tiene origen en el hartazgo y la rabia, también hay que decir que vivimos una coyuntura donde hacen falta nuevas voces y expresiones de lucha colectiva. 

Las feministas jóvenes están empezando a construir un discurso propio, incluso alejado de los enunciados tradicionales y de las voceras conocidas, con las cuales ya no se identifican del todo. Esta renovación ha traído discusiones interesantes que no sólo dialogan con el pasado mismo del feminismo, sino con las estrategias tradicionales de lucha social y política. 

También ofrece una nueva forma de movilización en redes que ya no requiere de los medios tradicionales para existir. Por tanto, las puertas cerradas en medios e instituciones no son ya un obstáculo para que las personas se informen, se movilicen o apoyen. 

Ello no sólo ha generado mayor amplitud en el mensaje, también una nueva y peculiar forma de violencia que no es conveniente invisibilizar. El temor de salir a las calles, se transformó paulatinamente en el miedo al linchamiento mediático. Y ello también se comparte con otras expresiones de oposición, afirmando que se trata de una postura que incomoda y descoloca los postulados del debate tradicional.

En el momento del feminismo actual, no es de extrañar que otras corrientes busquen sumarse y aparecer como afines a la causa. Sin embargo, la agenda feminista es más amplia que el tema de la violencia – pensemos en el aborto legal, la jornada reducida o el sistema de cuidados- lo cual implicaría el cuestionamiento a estructuras anquilosadas que las tradicionales corrientes políticas probablemente no estarían dispuestas a cuestionar. 

Pero de todas estas razones, la principal que hace aparecer al feminismo con una nueva oposición, es su distanciamiento ideológico con el nuevo gobierno. Una 4T que no ha construido diálogos claros frente a las demandas feministas, está hoy siendo fuertemente cuestionada por algunas de las mujeres que le apoyaron en campaña y votaron por el cambio. 

Es así que el Presidente Andrés Manuel López Obrador actualmente no tiene en sus tradicionales “adversarios” la verdadera oposición a su gobierno. Esta oposición se compone hoy de mujeres que exigen respuestas, tienen propuestas y saben cómo movilizar. Es momento de reconocer que no habrá ninguna transformación verdadera que no tenga enfoque de género y combata de manera deicidida la violencia que vivimos. Y aquí estamos. Con el puño en alto, el pañuelo verde y la playera morada, esperando que esta vez no seamos nuevamente ignoradas. 

Norma Lorena Loeza

Twitter: @Norenaloeza

Educadora, socióloga y latinoamericanista. Orgullosa normalista y egresada de la Facultad de Ciencias Políticas sociales de la UNAM. Obtuvo la Medalla Alfonso Caso al mérito universitario en el 2002 y fue becaria en el Instituto Mora. Ha colaborado en la sociedad civil como investigadora y activista, y en el gobierno de la Ciudad de México en temas de derechos humanos análisis de políticas y presupuestos públicos y no discriminación, actualmente es consultora.