“Hay que leer Mujercitas al menos dos veces en la vida: de joven, y de mayor.” Elena Ramírez, editora.

No quería escribirla y sin imaginarlo, Louisa May Alcott, hace más de siglo y medio, creó un clásico que sigue vigente hasta nuestros días: Mujercitas.

En estos días que la pandemia del covid-19 tiene a buena parte de la población en sus casas, es una buena oportunidad de releer o compartir este libro a nuestras hijas o sobrinas.

Louisa May Alcott cuenta la historia de cuatro hermanas, que, en el contexto de la Guerra Civil en Estados Unidos, deben salir adelante en medio de sus penurias económicas y la ausencia de su padre, quien se encuentra en la batalla. 


Cada una de las March tiene una personalidad definida: Meg, la mayor, por lo tanto la más responsable;  Beth, es la tercera, una chica tímida que secretamente ayuda a quien más lo necesita y le gusta tocar el piano;  Amy, la más pequeña y vanidosa del clan con gusto por la pintura y la maravillosa Jo, una chica apasionada por las letras con un espíritu libre, sin duda, el personaje con el que la mayoría nos identificamos en la adolescencia.

En una edición especial de esta novela, la cantante norteamericana Patti Smith escribió el prólogo revelando que Jo fue un espejo para ella, se identificó pues en su adolescencia también le gustaba sentirse libre y siempre estaba acompañada de un libro.

Y es que el personaje de Josephine March es el que hace que esta novela tenga ese guiño feminista; Jo era rebelde, sin los típicos modales femeninos que toda señorita debe tener, como agradar y comportarse correctamente, envidiaba los privilegios de los hombres:

“Ya me parece bastante malo ser una chica cuando lo que me gusta son los juegos, los trabajos y la forma de comportarse de los muchachos. Me parece una pena no haber nacido hombre, sobre todo en momentos como este, en el que preferiría acompañar a papá y luchar a su lado en lugar de quedarme en casa tejiendo como una vieja”.

Jo, además es el reflejo de la mismísima Louisa May, quien se inspiró en la vida de sus hermanas y de ella (también eran cuatro) para escribir esta historia, solo que la vida de Alcott era más cruda que las desavenencias de las March.

Louisa perteneció a una familia poco común del siglo XIX, su madre, Abigail May, y su padre, Amos Bronson, eran abolicionistas y educaron a sus hijas en la igualdad de derechos. Bronson, en especial, era un hombre idealista, precursor de la educación progresiva, alguna vez tuvo una escuela donde los niños aprendían con microscopios y objetos que les permitieran tener una experiencia más vivencial y no solo aprender las cosas de memoria.

El problema de este hombre es que sus proyectos generalmente fracasaban, lo que llevó a que sus hijas y esposa pasarán grandes apuros económicos, a tal punto que tenían que trabajar para poder sostenerse. Esto fue lo que llevó a Louisa a escribir Mujercitas, un encargo del editor Thomas Nile, amigo de la familia, quien le pidió redactar una historia para jovencitas.

Durante dos meses, Alcott se dedicó a dar vida a las inolvidables hermanas March, Laurie, el señor Laurence o Hanna, y aunque ella no estaba convencida de su trabajo, Lilly Almy, su primera lectora, quedó atrapada con la historia, detalle que su tío, Thomas, el editor, no pasó inadvertido y supo que sería un éxito y así fue.

Mujercitas se publicó el 30 de septiembre de 1868 y en dos semanas se agotó el primer tiraje de dos mil ejemplares, cambiando así la vida de Louisa May Alcott, que de la pobreza pasó a convertirse en una de las mujeres más famosas de Estados Unidos.

A diferencia de Jo, Alcott nunca se casó ni tuvo hijos, fue defensora de los derechos de las mujeres y abolicionista. Falleció a los 55 años, víctima de un derrame cerebral.

Durante casi 152 años, Mujercitas se ha traducido a más de 50 idiomas, se ha versionado para series, musicales, obras de teatro, y por supuesto, para el cine, este año se estrenó y compitió en los premios Oscar la versión de la directora Greta Gerwig.

Además, personalidades de la talla de Hillary Clinton, Joyce Carol Oates y Simone de Beauvoir, quien, en Memorias de una joven formal, apuntó:

“Hay un libro en el que creí ver reflejado mi futuro: Mujercitas, de Louisa May Alcott... Yo quería a toda costa ser Jo, la intelectual. Compartía con ella el rechazo a las tareas domésticas y el amor por los libros. Jo escribía, y para imitarla empecé mis primeros cuentos cortos”.

Sin duda, Mujercitas puede ser una buena relectura, en lo personal, me trajo muchos recuerdos de la adolescencia, de las amigas que tenía en ese momento, de los sueños y de cómo en Jo o en cualquiera de sus hermanas, nos encontramos con nuestra identidad como mujeres.