De acuerdo con Rita Laura Segato, el término minorización se refiere a tratar a las mujeres como menores y relegar sus temas al ámbito de lo íntimo, de lo privado, como asunto minoritario, reforzando su posición inferior en el pensamiento social.

Cuando escuchamos y vemos el discurso y las acciones de las instituciones del Estado, incluyendo los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales, de los partidos políticos, los medios de comunicación y una parte de la sociedad, pareciera que la narrativa sobre las mujeres solo gira en torno a un número específico de temas que, siendo de la mayor relevancia, no pueden entenderse sin una articulación compleja con muchos otros asuntos de la agenda política nacional que impactan a las mujeres como ciudadanas y como actoras políticas. Esta marginación de lo que se consideran “temas de mujeres” impide tejer redes y alianzas desde la convicción de que los temas que nos afectan son todos.

Desafortunadamente, en muchas ocasiones y de manera inconsciente esta idea también se reproduce desde los movimientos sociales, incluyendo algunos feministas.

Colectivos feministas se manifestaron afuera del los Juzgados del Reclusorio Oriente (06 de agosto 2020) Foto: Cuartoscuro 

Lee: Privilegio y agencia política desde el feminismo

Discurso paternalista del presidente

Si bien al presidente se le critica -con justa razón- por declaraciones que minimizan la responsabilidad del Estado en la atención de la violencia contra las mujeres y que reproducien el viejo discurso paternalista sin un compromiso claro con sus derechos humanos, lo cierto es que no hay tampoco un discurso que esté articulando una agenda amplia para avanzar los derechos de las mujeres en toda su extensión.

Tenemos a políticos y partidos que de manera utilitarista explotan el discurso de los derechos de las mujeres para posicionarse en la agenda pública pero que en los hechos y conforme a sus cálculos político-electorales votan en contra de los mismos y tenemos, por otro lado, instituciones del Estado que guardan silencio frente a la falta de políticas públicas con perspectiva de género, incluyendo los presupuestos.

Equidad de género en las cámaras

¿Por qué a pesar de la paridad en la Cámara de Diputados, en la Cámara de Senadores, en los congresos estatales y el 27% de las presidencias municipales lideradas por mujeres, no existe esa agenda?

Hay una dimensión profunda relacionada con lo que Segato llama la masculinidad del ADN del Estado, pero hay una dimensión práctica que pasa por la urgencia de reflexionar sobre la narrativa y los mensajes que estamos transmitiendo y la estrategia política que se da en la lucha por ocupar el espacio y el discurso públicos.

En los medios y en los distintos espacios políticos parece que estamos quedando atrapadas en una narrativa -no necesariamente intencional pero frecuente- consistente en transmitir la idea de que los temas de las mujeres son unos cuantos y no todos aquellos que nos atraviesan en nuestro carácter de seres humanos, ciudadanas y agentes políticos, impidiendo así que se identifiquen lazos y alianzas potenciales a partir de una interpretación más amplia de lo que está pasando en los ámbitos locales, nacionales y globales.

Cuando la actual pandemia deja sin ingreso y empleo a más mujeres; cuando se prevé que millones de personas caerán en la pobreza (según datos recientes del Coneval); cuando en la reforma de pensiones las voces de las mujeres son escasas; cuando en los territorios se lucha por el acceso al agua; cuando se firman tratados comerciales sin que incluyan compromisos de igualdad de género, entre muchos otros ejemplos, estamos frente a realidades que afectan de manera diferenciada y frecuentemente con mayor intensidad a las mujeres pero en los que sus voces son ignoradas por no ser “sus temas”.

Lee: Las mujeres olvidadas en el presupuesto

El neoliberalismo, la narrativa dominante

De hecho, la narrativa dominante retrata esos asuntos como si no tuvieran vínculo alguno con la violencia de género (en el hogar y en el espacio público), con la falta de acceso a salud reproductiva, con la discriminación en el campo laboral, con la batalla por la educación sexual de niñas, niños y adolescentes y con muchos otros en los que se nos reconoce agencia. Con ello, lo que se hace es fraccionar una lucha que, a pesar de las diferencias internas de los movimientos feministas (tanto en teoría como en interpretación y soluciones), sí tiene motivaciones comunes.

Frente a la fragmentación, los discursos casi siempre sin compromiso sobre los derechos de las mujeres por parte de quienes detentan y disputan el poder político, siguen reproduciendo la vieja idea de que las mujeres deben atender sus temas y los hombres el resto del quehacer del Estado.

Colectivos feministas se manifestaron afuera del los Juzgados del Reclusorio Oriente  (06 de agosto 2020) Foto: Cuartoscuro 

Si algo debemos entender es que una narrativa puede impulsar temas muy diversos desde un marco común. El ejemplo más claro de ello es la narrativa englobante del presidente con la corrupción y el neoliberalismo. Si bien algunos movimientos y campañas feministas han avanzado significativamente y puesto ejemplo en ese sentido, la realidad es que falta mucho para conectar el feminismo a la agenda nacional; un marco desde el cual grupos feministas del país pueden abordar los diversos y muy complejos problemas del país y de nuestra democracia, y disputar espacios a partir de otras soluciones e historias que busquen colocar a las mujeres en la posición de igualdad que nos corresponde y en la que quepan muchos temas que conecten con los intereses primordiales de la población, hoy centrados en la subsistencia digna y la seguridad.

*Maria Fernanda Salazar Mejía es politóloga y maestra en derecho constitucional y derechos humanos. Feminista. Me gusta bailar, la playa y el deporte. Mezcalera y cervecera. 

@fer_salazarm