“Me urge que mi marido regrese a trabajar, ya no lo aguanto”, escucho decir a una mujer a otra en la fila para pagar en la tienda, tengo colección de ese tipo de comentarios que llamo frases de esposas desesperadas, me parece que son de esos destellos de honestidad que revelan tanto, más en una sociedad acostumbrada a vivir de apariencias.

Indiscretamente regresé a ver a la mujer en cuestión, joven ella y pese a traer cubrebocas, pude ver su mirada de hartazgo, mentí solidariamente y le dije “yo también”, reímos.

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No quiero imaginar ni inventar historias, pero me parece que esas pequeñas confesiones son, en muchos casos, bombas de tiempo en un país donde la pandemia no ha detenido la violencia contra la mujer.

La Red Nacional de Refugios (RNR) ha reportado datos puntuales que arroja la campaña “Aislamiento Sin Violencia. ¡No estás sola!”, indicando que, entre el 17 de marzo y el 17 de mayo, han atendido a 11 mil 131 mujeres, niñas y niños, 37% en redes sociales y llamadas telefónicas y 63% directamente en las instalaciones de los 69 refugios con los que cuentan.

Según datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, entre el 28 de febrero y el 13 de abril de este año, 367 mujeres fueron víctimas de feminicidio, para estas fechas, seguramente la cifra se ha incrementado.

Pese a estas cifras, seguimos romantizando a la familia, el presidente Andrés Manuel López Obrador hace unos días comentó en La Mañanera: “Sí, sí existe machismo, pero también mucha fraternidad familiar. La familia en México es excepcional, es el núcleo humano más fraterno, esto no se da en otras partes, lo digo con todo respeto”.

Y más desafortunado que el comentario del presidente, es el hecho de que culturalmente es así, en nuestra sociedad pesa más la figura de la familia, la familia tradicional, si estás fuera de ese núcleo, eres vista o visto con recelo. 

La realidad es que en las entrañas de las inmaculadas familias es donde se ejerce con mayor fuerza la violencia, desde cargarle más la mano en los quehaceres domésticos a las mujeres y niñas hasta insultos, golpes y asesinatos en contra del género femenino, mismos que se replican en el espacio público.

Los días 8 y 9 de marzo hicimos historia con esa multitudinaria marcha violeta y el paro Un día sin nosotras, respectivamente. Gritamos y callamos para manifestar nuestro hartazgo y nuestra ira. 

(Foto: cuartoscuro)

No sé si alguna le pasó por la mente que la lucha se vería interrumpida por el virus y el confinamiento, no fue así, todo lo contrario, COVID 19 nos ha demostrado que la pandemia de la violencia es más fuerte y no para. 

Son pocas las familias que tienen el privilegio de vivir en un ambiente solidario y sano, que pueden sobrellevar el miedo y la incertidumbre propios de estos días tan complicados.

Como se ha denunciado, no solo en México, en todo el mundo la violencia contra la mujer ha aumentado al confinarse con sus agresores: parejas, padres, hermanos, incluso hijos. La respuesta de los gobiernos no ha estado a la altura de la problemática, están más ocupados en maquillar cifras, “aplanar” curvas, politizar la tragedia y lejos, muy lejos, queda la justicia y la equidad de género.

Queda en nosotras, organizadas como parte de la sociedad civil, no parar, seguir denunciando y presionando, responder con datos cuando quieran menospreciar nuestra lucha, estar informadas. Seguir tejiendo redes de apoyo. Tener presente la fuerza que nos dejó el pasado Día Internacional de la Mujer. 

Estamos atravesando el momento más complicado de la pandemia en nuestro país, se multiplican los contagios y, desafortunadamente, las muertes. Tendremos que recoger los escombros, reinventarnos y adaptarnos a una nueva forma de vida que nadie esperaba.

La lucha feminista será interminable, pero mucho ganaremos cuando realmente una familia, sea un lugar seguro, sin sentir miedo o hartazgo de nuestros compañeros de vida.

!Sigamos cuidándonos, nos necesitamos!

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