Todos los ciudadanos deberíamos de gozar del derecho a la protección de la salud por parte del estado, que, comúnmente se reduce al derecho a la protección contra las enfermedades. El cáncer de mama, constituye un ejemplo de cómo las mujeres deberíamos gozar de ese derecho y de lo difícil que resulta este cumplimiento, especialmente en tiempos de pandemia.

El cáncer de mama es una tumoración o crecimiento indiscriminado de células cancerosas, en alguno o varios componentes de la mama, ocurre regularmente entre mujeres, su probabilidad de aparición se incrementa con la edad y es la segunda causa de mortalidad de las mujeres entre 19 y 51 años en México. Esta enfermedad, cada vez tiene un pronóstico de vida mejor, cuando se detecta y trata precozmente, sin embargo, se ha documentado en la literatura internacional, que existen numerosas barreras para que dicha detección precoz se logre.

El cáncer de mama es una enfermedad multicausada, no tiene una forma exacta o única de prevenirse, pero hay factores que, se sabe, pueden reducir la probabilidad de que aparezca, como el incremento en la activación física, el consumo adecuado de nutrientes en la dieta y el no exponerse a sustancias contaminantes, al humo de tabaco, o al arsénico, en el agua que se ingiere.

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Medidas para prevenir el cáncer de mama

Si bien la exposición a contaminantes se ha visto reducida con la disminución de la movilización urbana por la pandemia, aspectos ‘preventivos’ como la activación física y el acceso a alimentos nutritivos, es una tarea de atención primaria con la cual la salud pública sigue estando en deuda.

La pandemia ha puesto en jaque muchas de las formas de activarnos, con el uso de mascarillas y el cierre de algunos establecimientos para realizar ejercicios, especialmente para quienes habitamos viviendas pequeñas. Por su parte, la alimentación adecuada, es algo que sigue siendo una incógnita para la mayoría de las mujeres adultas, pues los servicios de salud nutrimental resultan escasos o insuficientes, así como los programas educativos al respecto. En este escenario de escasa activación física, pero, además, de alto consumo de alcohol y falta de consumo de vegetales y frutas, es de esperar que las incidencias, no sólo para el cáncer de mama, sino para múltiples cánceres, incrementen en los años posteriores a la pandemia por COVID-19.

Detección del cáncer de mama

Para la detección precoz del cáncer de mama, no existen campañas masivas que nos queden en la memoria, acerca de cómo revisarnos o cuáles son las señales de alarma que habríamos de atender rápidamente, así como, también, existe un desconocimiento generalizado acerca de los derechos que poseemos como usuarias de servicios de salud. Tampoco conocemos mucho sobre los tiempos y recursos que disponemos para nuestro diagnóstico y tratamiento oportuno, a pesar de que estos, se especifican claramente en las normas sanitarias.

Por ello, el tema de la educación para la salud sigue siendo un pendiente poblacional que toma mayores alcances cuando vemos que hay indicaciones de cuidado específicas que la mayoría de las mujeres no estamos siguiendo, tanto para el cáncer de mama, como para otras enfermedades. Ejemplos de esto son la baja frecuencia con que acudimos a hacernos la mastografía cada dos años cuando tenemos entre 40 y 69 años, la escasez de la consulta ginecológica antes de consumir anticonceptivos orales o la baja práctica pública de la lactancia materna, los cuales, son factores de protección ya identificados para el cáncer de mama, pero que las mujeres no incorporamos como parte de nuestros hábitos, porque nos hace falta, como sociedad, mayor sensibilización, información, socialización y despliegue de apoyos formales para ello.

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El reto del cáncer de mama

A pesar de los esfuerzos en la cobertura de la enfermedad, una vez que a las mujeres son diagnosticadas con algún tipo de cáncer de mama, regularmente, se enfrentan a cuantiosos retos, para poder ser atendidas en tiempo y forma. Todas estas dificultades, se han agudizado con el surgimiento de la pandemia. El reacomodo de lugares, equipos y presupuestos en las instituciones de salud pública, ha traído consigo un desajuste de tiempos y servicios oportunos, tanto para otorgar los tratamientos primarios, como los secundarios. Ante ese panorama, diversas organizaciones civiles han salido al rescate de numerosas pacientes, pero regularmente estos esfuerzos son insuficientes, dada la gran demanda de diagnóstico y tratamiento que existe, pues tan sólo en México se estima que se diagnostican alrededor de 70 casos nuevos cada día, entre los subsistemas públicos y privados.

Al migrar gran parte de las mujeres a la consulta privada o asistencial, la continuación de dichos tratamientos se ve mermada por la falta de presupuesto familiar, las pérdidas de empleo derivadas de la pandemia o por la reducción de las redes de apoyo. Adicional, existe, a nivel individual, un incremento del miedo a acudir a hospitales y centros de salud, por el riesgo de contraer COVID-19, sabiéndose población de alto riesgo. Esto hace que se produzca una espiral de retraso en los tratamientos y que, en consecuencia, se corra el riesgo de que sus tratamientos primarios y/o secundarios no funcionen.

Como nunca, la salud de las mujeres en México, especialmente para la protección contra el cáncer de mama, supondría la orquestación de medidas de mayor alcance, en todos los niveles.

Es importante aumentar el nivel de conocimientos sobre la enfermedad, contar con más profesionales especializados de diagnóstico y atención, considerar a las pacientes como población beneficiaria de un sistema nacional de cuidados, pero, además, es urgente que se trabaje en la generación de acciones de primer nivel, pues en la atención de estos factores “preventivos”, como el acceso a comida nutritiva, el incremento de la lactancia materna y los espacios libres de humo de tabaco, está la capacidad para afrontar futuras pandemias y no sólo la aparición de síntomas graves por COVID-19 o el incremento en el cáncer de mama.

Retomar el derecho a la educación para la salud en la ciudadanía, no sólo para combatir pandemias coexistentes, como el novel coronavirus o el crónico y creciente cáncer de mama, no se trata de una opción más para la intervención, sino de una prioridad que debe fortalecerse desde los subsistemas de salud, porque no puede dejarse de atender lo importante y lo urgente.

Liliana Coutiño Escamilla

Twitter: @LiliCoutino

Es psicóloga y educadora, maestra en Sociología de la salud por el Colegio de Sonora y doctora en Ciencias en Epidemiología por el INSP México. Colabora en diversos proyectos institucionales, entre ellos los referentes a violencia y diversidades sexuales en el Instituto Mora.