El 3 de diciembre se aprobó la Ley Olimpia en el Congreso capitalino, con una votación unánime, una ley contra la violencia digital que castiga de 3 a 6 años de prisión y establece una multa que va desde los 84 mil 490 pesos a 168 mil 980 pesos, a quien publique, comparta o difunda material con contenido sexual íntimo de una persona sin su consentimiento.

Olimpia Coral, quien impulsó esta causa, fue víctima. En redes sociales y vía WhatsApp se difundió un video sexual donde ella aparecía. La difusión de este video afectó su vida, pidió apoyo a las autoridades y fue ignorada, ya que no fue considerado delito. Además, las autoridades no tenían ni un protocolo de atención ni un procedimiento que diera apoyo a las víctimas.

Así fue como Olimpia, en conjunto con colectivas de mujeres, iniciaron una batalla legal que duró un largo periodo que finalmente derivó en una serie de reformas al Código Penal local y a la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, basadas en un análisis de 12 iniciativas presentadas.

Con la Ley Olimpia se pretende garantizar una serie de derechos: la intimidad personal, el derecho a la intimidad sexual, y al ejercicio libre y protegido de los derechos sexuales para salvaguardar la integridad de las mujeres.

En este sentido, vale la pena analizar el papel de los hombres y la violencia machista, entender que compartir contenido sexual es una práctica común en nuestra sociedad, fenómeno que gracias al fácil acceso de las nuevas tecnologías ha ido en aumento y, que resulta urgente sancionar y erradicar como práctica normalizada.

El compartir sin consentimiento tiene un trasfondo violento, pues distribuir y mostrar el material íntimo de una persona, te convierte en cómplice y partícipe del acoso colectivo y la violencia digital, mismos que vulneran y ponen en riesgo la integridad emocional y física de las personas víctimas. Una vez que una persona es víctima de esta violencia, la presión social puede agravar las consecuencias, incrementar la consecuencias como trastornos psicológicos, ansiedad, ataques de pánico, depresión e incluso puede ser causa de suicidio.

Al hablar de violencia digital, la ley se refiere a cualquier abuso mediante el uso de los medios y recursos tecnológicos, como son las plataformas, el internet y las redes sociales. Vale la pena desatacar, que el problema de esta violencia no sólo es de quién lo expone, también son responsables y cómplices quienes comparten, reproducen, difunden, intercambian, ofertan, exhiben, pues la colusión también es parte del problema que atenta contra la dignidad, la intimidad, la vida privada de las mujeres y su libertad.

Resulta importante hablar no sólo de las consecuencias al ejercer estas violencias, si bien el fondo de la ley es castigar y sancionar a quien violente de esta forma, debemos considerar el origen y cuestionarnos por qué existe esa violencia, qué nos ha llevado a pensar que el simple hecho de ser hombres trae consigo una serie de privilegios y razones para actuar contra una mujer, reflexionemos sobre la raíz del problema ¿Por qué debe existir una sanción?

La violencia de género y todas sus derivaciones requieren la urgente participación de los hombres, no como agresores, sino como aliados. Y ese precisamente es el objetivo de GENDES, Género y Desarrollo AC, crear un entorno global donde participen activarte los hombres en la construcción de la igualdad de género y la noviolencia, para hacer realidad la existencia de sociedades justas para todas las personas.

Somos una organización de la sociedad civil especializada en el trabajo con hombres que impulsa procesos de reflexión, intervención, investigación e incidencia desde la perspectiva de género con énfasis en las masculinidades y los Derechos Humanos, para promover y fortalecer relaciones igualitarias que contribuyan al desarrollo social.

En GENDES nuestra apuesta va por la noviolencia y estamos convencidos de que es necesario comprender las causas que generan violencia masculina y organizar procesos que ayuden a erradicarla como una tarea colectiva, que incluya a los hombres.

*Este artículo fue escrito por Susana González, Coordinadora del Subprograma de Comunicación de GENDES AC

@gendesac