Se consideraba que el papel de las mujeres en el narcotráfico era un asunto menor. Sin embargo, en la investigación de Anabel Hernández encuentra que las esposas de los señores del narco son un pilar importante.

Las esposas o mujeres que forman parte del narco con el apoyo emocional, “quienes los abrazan después de ordenar una masacre, quienes les recuerdan que no son solo monstruos. Aunque lo sean”, escribe Elena Reina en su nota de El País.

Las mujeres son “su oxigeno” para estos grandes capos como le sucedió a Joaquín El Chapo Guzmán quien quería presumir su Ferrari.

Uno de los patrones que encontró Anabel Hernández en su libro “Emma y las otras señoras del narco” es que algunas de ellas eran mitómanas.

“El papel de estas mujeres y siempre las ponen como las muñequitas de la mafia, pero son mucho más. Su papel es más complejo, es un sustento emotivo. Son realmente parte de la motivación de estos criminales para ser criminales”, dijo en entrevista.

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En entrevista, Anabel comparte una de las frases que le dijo un testigo, “cuando los hombres terminan de tener todo económicamente, comienzan comprar personas… compran mujeres”, reforzando así el sistema machista de México.

Las mujeres que entran al círculo del narco, como Emma, eran menores de edad cuando las conocieron, mujeres trabajadoras y con éxito en su profesión pero se envuelven en este mundo criminal.

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En el libro, Anabel aborda que los capos son animales sociales que necesitan sentirse “pero también necesitan este rol de sentirse aceptados, amados, deseados, respetados, no solo porque son criminales, sino porque son los patriarcas de su clan”.