Con la crisis de covid-19, en México y el mundo, ha quedado muy claro que el trabajo de cuidados es fundamental para el sostenimiento del tejido social. Recientemente y quizá como consecuencia de la visibilización de dicho trabajo, sin el cual los hogares no hubieran podido sobrevivir durante los largos meses que llevamos de pandemia, vemos que la temática gana fuerza en México y se discute en diversos foros. Uno muy importante es el Senado de la República y el desenlace que se espera suceda próximamente. En efecto, el Senado debe pronunciarse sobre la reforma a los artículos 4º y 73º de la Constitución Política, en materia del sistema nacional de cuidados votada por los diputados en noviembre de 2020 (en este vínculo se puede leer una síntesis de “las iniciativas legislativas presentadas en la LXIV Legislatura en ambas Cámaras del Congreso de la Unión para reconocer el derecho al cuidado digno”).

Otro foro en donde podemos ver la importancia que ha cobrado la temática, la cual ya llevaba mucho tiempo discutiéndose en espacios académicos y militantes, es el Proigualdad 2020-2024, el cual desde sus primeras páginas menciona la necesidad de contar con un sistema capaz de articular y brindar condiciones para“cuidar y recibir cuidados”. En el documento se establece, en el segundo objetivo prioritario, que se generarán “las condiciones para reconocer, reducir y redistribuir los trabajos domésticos y de cuidados de las personas entre las familias, el Estado, la comunidad y el sector privado”.

Entre las aristas de la temática, una ha sido insuficientemente trabajada: la comunitaria. El texto que hoy se presenta en esta columna del Seminario de Cuidados está dedicado a exponer cómo se intenta abordar de manera reciente la dimensión de lo comunitario a partir de lo desarrollado en el libro coordinado por Cristina Vega, Raquel Martínez y Myriam Paredes de 2018 Cuidado, comunidad y común. Extracciones, apropiaciones y sostenimiento de la vida, el cual cuenta con una versión ampliada titulada Experiencias y vínculos cooperativos en el sostenimiento de la vida en América Latina y el sur de Europa, también publicado en 2018, dos obras que se pueden consultar en acceso libre en Internet puesto que cuentan con la licencia “Creative Commons”.

Las autoras justamente se dan a la tarea de reflexionar sobre la dimensión de lo comunitario, la comunidad, lo común, los comunes (commons) en diversas regiones, dada la importancia de aprehender el carácter multisituado de las prácticas de cuidado y su relación con la dimensión comunitaria. Afirman que se han trabajado los otros polos del diamante con el que se aprehenden los cuidados, el Estado, el mercado y la familia pero que la comunidad no se ha profundizado suficientemente y para ellas “lo comunitario en el cuidado hace visible el carácter cooperativo que puede presentar y arroja luz sobre actividades que tienden a desdibujarse”.

LA COMUNIDAD Y LOS CUIDADOS

Pero ¿qué entienden las autoras por “comunidad” y por su relación con el cuidado? Resumo las principales reflexiones de las autoras sobre ello. Vega, Martínez y Paredes en su introducción nos dicen que el cuidado en lo comunitario, tiene que ver con diverso tipo de experiencias de cooperación y no remite tanto a un concepto normativo. Para las coordinadoras de ambos libros, se trataría de prácticas heterogéneas cuyos confines no siempre son claros; “a veces remiten a procesos auto-gestivos basados en la afinidad y la elección, a veces son una prolongación de la familia extensa, mientras que en otras ocasiones se entrelazan con servicios del Estado o de organizaciones particulares”.

Para ellas, el cuidado en lo comunitario en algunas ocasiones surge de colectividades presenciales y en otras se plasma en redes. A su vez, éstas pueden volverse un recurso para romper el aislamiento, generar apoyos y actuar políticamente. Además, lo comunitario se organiza en procesos híbridos en los que pueden establecerse interacciones con instancias públicas, economías monetarias o relaciones de parentesco. Lo importante, enfatizan, es que la realización y el diseño del cuidado se encuentra en manos de una colectividad que hace propia sus condiciones de ejecución y sus beneficios y se trataría de observar los casos en donde estos procesos sean deliberados, regulares y auto-organizados de manera continuada.

Tres reflexiones añado en el breve resumen que busco plasmar en estas líneas. El primero tiene que ver con llamar la atención sobre no pensar en comunidades ya definidas, que preexistirían a la acción de cuidados, al menos no siempre existirían; y sí, buscar encontrar las interrelaciones entre cuidados y la comunidad que se va configurando. El segundo, es la relación que buscan establecer entre la comunidad y la idea de comunes (commons). La última y siguiendo a Silvia Federici, el llamado a no pensar de manera romántica y sin conflictos a las comunidades y lo comunitario.

Después de un muy breve comentario sobre el argumento central de los libros de Vega, Martínez y Paredes cierro el texto regresando al programa Proigualdad para enfatizar la importancia de la reflexión que las autoras nos proponen. Si bien el programa avanza con respecto a sus equivalentes anteriores puesto que incorpora la reflexión sobre los cuidados y menciona en su segundo objetivo prioritario a “la comunidad” en ninguna parte del documento nos dicen cómo la comprenden, ni siquiera en el glosario aparece definida. Ello nos habla de la “auto-evidencia aparente” que guarda el término y de la necesidad urgente de aclararla.

Alicia Márquez Murrieta

Doctora en Sociología por el CEMS-EHESS de París. Miembro del SNI. Investigadora del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y miembro asociado del CEMS-EHESS, París. Una de sus principales líneas de investigación es analizar la relación entre problema público y acontecimiento en la temática de la "violencia obstétrica". Actualmente, es miembro del Seminario “Sociología Política de los Cuidados”, en el Instituto Mora.