Seamos sinceros: entre la pandemia, el encierro que ya ha recorrido todas las gamas de colores que van del naranja al rojo, el home office, el aumento en los divorcios y les niñes correteando como endemoniados por entre los muebles de la casa, este 14 de febrero nos deja poco que festejar. Claro, siempre estarán las parejas bien avenidas y los románticos incurables que regalarán bombones, tendrán sexo desenfrenado y nos lo restregarán por la cara a través de las redes sociales; a ellos les deseamos feliz día. Sin embargo, este texto es para las y los otros.  

Aprovechando la coyuntura pandémica —y haciendo uso de mi pesimismo natural—, usaré este texto del día del amor y la amistad para hablar de todo aquello que se ve como amor, camina como amor, habla como amor… pero no es amor.

“Nos hemos creído ese cuento del amor romántico que nos contó Disney en el que un hombre perfecto nos va a rescatar. Por eso confundimos protección con mecanismos de control”, me dice Sara Cabello. Ella es presidenta de la Colectiva Cuarta Ola y pertenece a Mujeres vivas, mujeres libres; una campaña que surgió como opción para todas las mujeres que no se identifican con ninguna colectiva o movimiento y que se caracteriza por la pluralidad de voces, ideas y puntos de vista.

Y la verdad es que tiene sentido. Cenicienta, Rapunzel, Ariel y otras tantas protagonistas son el estandarte de todo aquello que hoy —al menos algunas de nosotras—, veríamos escandalizadas. Lo que también tiene sentido es reconocer que todas hemos pasado por alguna relación violenta o estamos en riesgo de entrar en una. Simplemente por el hecho de vivir en una sociedad cuya estructura reproduce estereotipos de género y revindica las diferentes formas de violencia en múltiples niveles.

via GIPHY

Desmitifiquemos al príncipe azul

La doctora Lourdes Motta —profesora del ITAM, doctora por la Universidad de Birmingham y activista de tiempo completo — añade: “72.6% de las mujeres violentadas tienen un nivel de educación superior. Este año ha habido tres feminicidios en Aguascalientes y en los tres había una relación amorosa entre la víctima y victimario. Hay que detectar las alertas tempranas que te permiten tomar una decisión antes de que sea demasiado tarde”.

Es decir, si el príncipe azul critica tu forma de vestir, te pide la contraseña de tus redes sociales, te aleja de tus amigos y amigas, no se alegra por tus logros o te pide que constantemente le estés diciendo dónde, cómo y con quién estás, mejor prender las señales de alarma para escapar de la torre a tiempo —y por tu propio pie—.

Para esto, las redes de apoyo se vuelven elementales; los amigos, las amigas, la familia. Sin embargo, no siempre es fácil decirle a alguien que queremos aquello que, desde la periferia, se vuelve evidente. Y si lo hacemos, en muchos casos genera el efecto contrario al buscado.

via GIPHY

“Yo diría que hay que cambiar el “amiga, date cuenta” por el “amiga, aquí estoy”. Si llegamos de manera confrontativa lo más natural es que el otro se ponga a la defensiva… porque pensamos que a nosotros no nos va a pasar. Y sí, nos pasa a la más feminista, a la menos feminista, a la más deconstruída y a la menos deconstruída”, agrega Sara. 

Y en toda esa escala de violencias hay matices. No es lo mismo una escena de celos que un golpe en la cara. Sin embargo, la violencia psicológica o económica no es menos peligrosa que la física, pero sí es más sutil y, por lo tanto, puede volverse invisible ante muchos pares de ojos. 

Ustedes dirán: “no todos los hombres” y tendrán (algo de) razón. Pero sí nos pasa a (casi) todas las mujeres. Por eso, cuando les pregunto a Sara y a Lourdes qué pasa con los hombres ellas responden:

L. M.: “Algunos hombres se pueden rehabilitar y otros no. Ahí nos enfrentamos al problema de la impunidad. En el tema de violencia hemos avanzado, pero cuando revisas el dato de carpetas de investigación abiertas por el delito de violencia familiar o doméstica en marzo 2020 te das cuenta de que es el récord desde que ese delito se empezó a registrar”.

S.C.: “Lo primero es que [los hombres] se informen. No tienen que cambiar el mundo; eso ya lo estamos haciendo nosotras y lo estamos haciendo bien. Pero sí cambiar ellos mismos y su entorno cercano, no ser cómplices, denunciar la violencia cuando la ven e informarse de cómo se ve la violencia. Es como la ley: el desconocimiento no te exime de su cumplimiento”.

*Luciana Weiner feminista de corazón, también es periodista del CIDE, colabora en ADN 40, escribe para La Razón y La Cadera de Eva.

@Luliwainer